Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Nuestro peor enemigo, camaradas - por Everett Russo

Envidio vuestra seguridad, ¡con qué certeza se mueve vuestra pluma! Confieso que mis músculos tiemblan cuando pienso que me leeréis, que vuestro escrutinio será la más feroz de las espadas. Pero he de contarlo, porque hasta ahora nadie ha creído mis palabras y el tiempo apremia. Esto es lo que creo que ocurrió:

Yo vi nacer al peor de mis enemigos. Durante años lo he temido más de lo que nunca llegaré a temeros a vosotros, podéis estar seguros. Me ha acompañado siempre como la oscuridad lo hace a la luz, como la muerte persigue a la vida. En más ocasiones de las que puedo recordar intenté huir de él, en otras le hice frente; pero ahora, pasados los años, reconozco que consumía inútilmente mis fuerzas, que todo empeño fue estéril.

Aunque lo conozco desde siempre, hubo épocas en las que no lo veía, era como si no existiera, durante semanas y semanas vivía en el sosiego de su ausencia. Otras veces, sin embargo, su inquisitiva presencia me hacía sentir en el mismísimo averno.

A menudo nos mirábamos largo rato y yo pensaba en lo mucho que lo odiaba, en lo que le haría si fuese capaz de reunir el valor suficiente, y entonces la ira crecía, crecía como lo hacía la intensidad de su mirada y el abismo de su sonrisa, y solo Dios sabe lo aterradora que podía llegar a ser.

Cuando a los 15 años todo el pueblo hablaba de que era demasiado joven para enrolarme en un barco, de que sería demasiado duro para mí pasar cinco meses alejado del abrigo de mi familia y de que no sobreviviría, su voz era la que más se escuchaba y su risa cuando alguien me llamaba enclenque o se burlaba de mis brazos golpeaba las laderas de las montañas circundantes, resonando durante horas. De su boca salían siempre las primeras notas burlonas de “El marinero no subió al barco”, y, al escucharla, los demás jóvenes se unían en coro, sumándose a mi martirio.

Por supuesto, el día en el que zarpábamos allí estaba él, observádome ya desde la cubierta mientras mis botas eran incapaces de posarse con firmeza sobre los maderos de la pasarela y mis manos temblorosas se asían sin fuerza a las cuerdas.

La vida en el barco —seguro que os lo imagináis— era de todo menos placentera: a mí, como mozo de camarote, me mandaban todos los trabajos ingratos que los marineros con más experiencia no querían realizar. En pocos días mi ser se había convertido en pura miseria, pero lo peor no era eso, sino que allá adonde iba estaba él. Compartíamos cometidos, no así penurias, porque a él no parecía importarle tener que limpiar la cubierta cuando el viento golpeaba tan fuerte que ni yo ni el barco podíamos mantener el equilibrio y nos zarandeábamos de lado a lado, tampoco le repugnaba ocuparse de las letrinas, donde los vaivenes provocados por las olas esparcían vómitos, orines y mierdas por doquier, a él le bastaba con verme sufrir para soportar aquello.

Cuándo decidí acabar con su vida es algo que mi caprichosa memoria ha nublado, de manera que no consigo evocar el instante en el que concebí su muerte, al contrario de lo que me ocurre con los miserables momentos que me hizo vivir. Seguramente fue una noche de aquellas en las que llegaba empapado a la bodega y no conseguía dormir y, al final, resignado, me dedicaba a observar la lenta cadencia de su abdomen, que subía y bajaba con cada respiración, al trasluz de la lámpara que iluminaba tenuemente la estancia.

Lo maté, y quisiera contaros cómo, pero la llama de ese recuerdo apenas centellea ya en el lóbrego mar de mi memoria y el tiempo, como dije, apremia. Lo maté, pero siguió viviendo. ¡Escuchad lo que os digo! Lo mataría muchas veces después, pero siempre volvía a aparecer, ¡y todavía lo hace! Solo que a mi edad ya no me importa —¡él tampoco acabó conmigo!—. Porque él era yo y yo era él; por los tiempos de los tiempos. ¿Me entendéis? ¡Atended porque esto que cuento os interesa! Estad al acecho: si al mirar a vuestro peor enemigo a los ojos entendéis por qué la luna danza impasible en las aguas oscuras, si estáis seguros de eso, habréis salido victoriosos de la primera de las batallas. ¡Que vuestra consciencia se convierta en tizona y vuestra aceptación en salvaguardia!

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

9 comentarios

  1. 1. Berundgaar dice:

    Enigmático y algo desgarrador, y no obstante se lee con facilidad, deseando obtener más datos del “enemigo”.

    Muy buen relato, Everett. Si quieres pasarte a dar tu opinión, estoy algo más arriba, en el 113.

    Esperaré con impaciencia tu futura entrega, compañero. Nos leemos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 08:25
  2. 2. Everett Russo dice:

    Gracias por tu comentario, Berundgaar. Quedo pendiente de pasar por el tuyo.

    Saludos!

    Escrito el 19 enero 2018 a las 13:11
  3. 3. Kaila dice:

    Hola Everett Russo,

    Me encanta como escribes, tenía curiosidad por leerte, tras el fantástico microrrelato del mes pasado.

    Me traes la historia de un hombre enemigo de sí mismo, contada de una forma que engancha desde el primer momento, coloquial, como si estuviera contándome la historia en persona. Esas llamadas de atención que haces al decir “—seguro que os lo imagináis—”, “—¡él tampoco acabó conmigo!—”, “¿Me entendéis?”… Son perfectos para el ritmo del relato. Casi puedo mirarle a los ojos.

    Impecable en cuanto a forma, se lee del tirón, así que nada que decir.

    Me parece muy interesante el tema de ese desdoblamiento, curiosamente en mi relato trato un tema parecido (es el 142, por si te apetece pasarte)

    Te seguiré leyendo 🙂
    ¡Nos vemos el próximo mes!

    Escrito el 19 enero 2018 a las 13:23
  4. 4. J.Sfield dice:

    Hola, Everett

    En cuanto a la forma, muy poco que decir, tu texto está muy bien escrito. El lenguaje utilizado es nutrido y bien trabajado. Quizá pondría algún punto en vez de coma en alguna de esas interminables frases…

    Donde sí cambiaría algo es en la frase: “su risa cuando alguien me llamaba enclenque o se burlaba de mis brazos golpeaba las laderas de las montañas circundantes, resonando durante horas.” me ha costado entenderla, creo que debería ir entre comas la aclaración: “su risa, cuando alguien me llamaba enclenque o se burlaba de mis brazos, golpeaba las laderas de las montañas circundantes, resonando durante horas.

    En cuanto al contenido, me ha despistado un par de veces. Primero entiendo que su enemigo es él mismo (sus miedos, su timidez, su inseguridad…), pero cuando dice: “los demás jóvenes se unían en coro, sumándose a mi martirio.”, entiendo que esa voz que le atemoriza no está en su interior puesto que los demás jovenes también la escuchan, aunque no encuentro ningún atisbo más en el texto que me confirme esta teoría. Al final vuelvo a entender que su enemigo está en su interior, su conciencia…

    En resumen, me ha parecido un texto muy bien escrito y que te deja reflexionando, como supongo que pretende el marinero de la historia. ¡Enhorabuena!

    Nos leemos. Saludos.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 18:09
  5. 5. Everett Russo dice:

    Hola Kaila y J. Sfield:

    Kaila: Muchísimas gracias por tu comentario y por repetir, es todo un honor. Comentaré tu texto muy pronto.

    J. Sfield: También te agradezco mucho que te hayas pasado por aquí. Por partes: me encanta escribir con frases largas. Entiendo que a ciertos lectores les pueda parecer pesado y que me aconsejen poner puntos en muchos lugares donde yo pongo comas; lo entiendo y lo agradezco. Ciertamente, soy consciente de que, en muchas ocasines, sí, podría poner esos puntos, pero es que, bueno, ya te dije, me encantan las frases largas y cada vez detesto más las cortas.

    En cuanto a la coma que me aconsejas, quizás tengas razón. Yo también lo pensé, pero al final decidí no ponerla, no estoy seguro de que sea necesaria porque no es una aclaración; “cuando alguien me llamaba enclenque o se burlaba de mis brazos” me parece un complemento del sustantivo (que alguien que sepa más de gramática que yo me perdone si no utilizo los términos correctos).

    Por último, en la frase en la que “los jóvenes se unían en coro” intentaba jugar un poco con la mente paranoica del protagonista. Es decir, los jóvenes se unían en su mente, porque para el prota, su enemigo es el que incita, el que comienza las burlas, aunque en realidad no exista (de hecho, el protagonista no se da cuenta de eso hasta mucho más tarde). Si no me explico bien, por favor, házmelo saber. De todas formas, te agradezco que me hayas hecho saber que esa frase entraña problemas para el relato; al fin y al cabo, tú eres el lector.

    Lo dicho, gracias, y me paso por tu historia pronto.

    Por otro lado, ya para terminar, me alegro de que se haya entendido lo que quise transmitir con el texto; no siempre se consigue.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 18:43
  6. 6. María Jesús dice:

    Hola Everett: Inquietante relato magistralmente escrito, admiro tu prosa y me gustaría ser capaz de tejer algo así. He entendido que el enemigo del que habla en protagonista no es otro que él mismo, me di cuenta desde que escribes “yo vi nacer al peor de mis enemigos…”, que razón tienes, no hay peor enemigo que nosotros mismos cuando no nos queremos lo suficiente. En fin que por mi parte no le pongo ninguna pega, se me ha hecho muy ameno. Un placer leerte.
    Saludos.

    Escrito el 21 enero 2018 a las 13:20
  7. 7. Charola dice:

    Muy buen texto Everett. Desgarrador.

    No sé si llamarlo soliloquio o monólogo interior. Parece más un soliloquio que en psiquiatría se refiere al diálogo que realizan los esquizofrénicos consigo mismos y a solas.
    Muy bueno. Felicitaciones.

    Solo un error en la frase:
    “… el día en el que zarpábamos allí estaba él, observádome ya desde la cubierta…” Te faltó la “n” en observándome.

    Saludos. Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 23 enero 2018 a las 03:08
  8. 8. Everett Russo dice:

    Hola María Jesús y Charola:

    Muchísimas gracias por vuestros comentarios y vuestros aportes, dan mucho ánimo para seguir practicando.

    Me pasaré por vuestros textos en cuanto pueda.

    Saludos

    Escrito el 23 enero 2018 a las 15:10
  9. 9. Laura dice:

    Hola Everett Russo.
    Gran relato, a pesar de alguna oración algo larga que padece de alguna falta de claridad, pero sólo alguna. Yo, al contrario, tiendo a las frases cortas, tipo telegrama, pero mi gran lector beta me lo señala y trabajo en ello, como en otras cosas que me señala.
    Me encantó que supongo que todos estábamos pendientes del cómo lo mató, pero simplemente lo dejaste a un lado, no era lo importante.
    Felicitaciones. Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 29 enero 2018 a las 11:13

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.