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El poeta - por Alicia

Corría el año 1958 cuando cumplí los diez y mi padre decidió que ya era lo bastante hombre como para acompañarles, a él y a mi hermano, en las caminatas nocturnas que realizaban cada dos semanas. Hasta entonces, mis tareas se limitaban únicamente a ayudarles a descargar las bestias a su vuelta. Aquella noche de invierno, inicié lo que para mí era todo un ritual de hombría. No volveríamos hasta el amanecer.
Yo iba sumido en mis pensamientos; ¿por qué motivo iríamos por ese sendero en lugar de por la carretera?, ¡de noche, atravesando el monte! Con el tiempo, entendí que aquello no era como ir a las ferias de los pueblos, aquello no era legal y el sendero tenía un nombre, “la ruta del contrabando”.
No tarde mucho en quedarme rezagado, pero no me di cuenta hasta llegar a una bifurcación del camino. Era incapaz de distinguir las huellas de las mulas o humanas en la noche cerrada. Elegí el sendero de la derecha y aligeré el paso en un intento de darles caza. En las escapadas al monte que hacía siempre que me liberaba de las tareas, me había desorientado muchas veces, pero, de día, siempre encontraba el camino de vuelta. Me di cuenta de que me había perdido. Pensé en dar media vuelta y tomar el otro camino cuando un ligero resplandor llamó mi atención. Me dirigí hacia él y vi que provenía de una pequeña cueva que formaba la montaña bajo un saliente rocoso. Con la temeridad que da la inocencia, entré en ella. Un hombre joven, vestido solamente con unos pantalones de tergal, una camisa de algodón y unos zapatos muy elegantes, pero poco adecuados para el entorno, intentaba calentarse con una pequeña fogata que luchaba por no extinguirse en la humedad de la cueva. Él me miró asustado, lo que me hizo sentir fuerte; no era lo habitual que un hombre tuviese miedo de un niño como yo. Me acerqué a él y le pregunté:
– ¿Qué haces aquí? Te vas a morir de frío, esa hoguera no es muy buena. ¿Es que no sabes hacer hogueras?
– La verdad, no.
– ¡Déjame a mí!
Orgulloso de poder mostrarle a aquel pobre ignorante lo que para mí era tan simple, comencé a recoger pequeñas ramas secas para avivar el fuego y luego añadirle un tronco reseco que encontré, para mantenerlo, con precaución de no ahogarlo, como tantas veces había hecho en la chimenea del caserío. Al calor de la hoguera, compartimos el contenido de mi saco: comida, agua y un pellejo de vaca bajo el que nos dormimos después de una charla en la que me contó, cómo se había visto obligado a salir corriendo de su casa, cómo había llegado hasta allí con ayuda y que ahora, solo y perdido, necesitaba cruzar la frontera.
– Por la mañana, a la luz del sol, te indicaré el camino. Conozco estos bosques y me oriento bien- le tranquilicé
– ¡No sé cómo agradecértelo, muchacho!- me dijo tendiéndome una libreta que yo cogí
– ¿Qué es?
– Son mis poemas, yo ya no lo necesito. Además, los tengo aquí guardados- dijo señalándose la cabeza
– ¿Eres escritor?
– Poeta -me corrigió-, si no llega a ser por ti, habrían acabado en el fuego, en un inútil intento de sobrevivir
Dormí plácidamente, sintiéndome todo un héroe, sobre el frío suelo de la cueva.
Al amanecer, después de darle las indicaciones para llegar a la frontera, nos despedimos con un abrazo, que a mí, me pareció excesivo. Con los años, entendí que aquel hombre pensaba que me debía la vida.
Yo regresé a mi casa sin mayor problema. Más bien, el problema estaba en casa. Mi padre y mi hermano habían regresado con las manos, o las alforjas, vacías. Se habían dado la vuelta cuando se percataron de mi ausencia. La reprimenda y el castigo no se hicieron esperar.
En las tardes consecutivas de castigo, sin salir a explorar al monte, me dediqué a leer el cuaderno del poeta. Aquellos versos me abrieron los ojos a un mundo que yo creía detestar por culpa del maestro y sobretodo del cura, con la biblia y la vida de los santos que nos obligaba a memorizar.
Nunca supe su nombre, pero sigo conservando el cuaderno en el que el poeta mostraba con gran sentimiento la vida; el amor, la libertad, la justicia, el dolor, la pérdida y, como no, la muerte

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8 comentarios

  1. 1. Miguel Rojas dice:

    Hola Ali. Tienes una buena presentación, un buen nudo y un buen desenlace. Mientras se va leyendo el texto, es asombroso saber que lo que en realidad el señor de los zapatos elegantes era, un poeta. Me gusta también el trasfondo social y cultural de la historia, personas cruzando la frontera en busca de una mejor vida y la doctrina de aquel entonces. Solo detallecitos: no mezcles guiones medios con pequeños. Los pequeños úsalos entre palabras compuestas, los medios entre los diálogos y acotaciones. Quizá solo sean errores de transcripción. De resto, el relato está muy bien logrado. ¡Cómo le cambió ese poeta la vida a ese niño, incluso a él mismo! Excelente.

    Escrito el 16 febrero 2018 a las 21:33
  2. 2. Don Kendall dice:

    Hola Alicia, me corresponde hacer un comentario por tu trabajo según la norma del taller.
    En lo formal, el comentario anterior de Miguel Rojas ya apuntó lo más significativo.
    La trama se desarrolla sin problemas bien engarzada, parece un acierto la elección de la voz narradora dentro de la propia historia como personaje, y así mismo ayuda perfectamente el punto de vista de la primera persona en pasado. Todo ello facilita que quede un texto fluído y atractivo. Gracias por el aporte al teller.
    Un abrazo

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 14:22
  3. 3. J. Guillén dice:

    Me ha encantado sobremanera tu relato. El situar la trama en 1958 le da un atractivo visual maravilloso.
    Lo único que no me ha gustado es la corrección del poeta al niño cuando le pregunta si es escritor. Personalmente no acepto esa diferencia. Los dos trabajan escribiendo palabras. Es como clasificar a Vermeer y Picasso, tan diferentes y pintores los dos. Pero ya te digo que es opinión personal y tu relato me encantó.
    Saludos desde el 155.

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 13:44
  4. 4. Alicia dice:

    Hola. Muchas gracias a los tres por vuestros comentarios, me dan ánimos para continuar.

    A Miguel le diré que no tengo muy claro el tema de los guiones. No sé porqué motivo a veces el progama los alarga y otras no. Lo investigaré.
    Otra cosa. Me ha resultado estraño que me llames Ali, pero no para mal sino todo lo contrario. Me ha parecido como si nos conociesemos. Ha sido gracioso. 😉

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 20:12
  5. 5. Don Kendall dice:

    Hola Alícia,
    El guión largo depende del programa y/o sistema operativo que utilices.
    Te sugiero que des un vistazo a este enlace de la Wiki. Hay un cuadro muy ilustrativo y comprensible, con las posibles opciones de programas, SO, y herramientas que como escritor/a puedas utilizar.
    https://es.m.wikipedia.org/wiki/Raya_(puntuación)

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 20:28
  6. 6. Estel Vórima dice:

    Hola bonita historia contada a la luz de un hoguera en una cueva como si estuvieramos de acampada. La ambientación me ha gustado mucho. Mi parte favorita ha sido cuando el niño descubre un mundo interesante aunque su maestro no Le enseñe bien. Una buena enseñanza es fundamental porque sino se le puede coger tirria a mundos muy ricos piratas culpa de que lo enseñaron mal no de que no sean interesantes. Por cierto Biblia se suele escribir con mayúsculas.
    Un saludo.

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 08:23
  7. 7. Estel Vórima dice:

    Maldito corrector ha puesto piratas y quería poner por jeje.

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 08:24
  8. 8. Pilar dice:

    Hola Alicia

    Gracias por tu vista y tu amable comentario, me alegro que disfrutaras con la lectura.

    He devorado el tuyo, disfrutando de la primera parte, del misterio y la tensión que has imprimido al crear el ambiente nocturno y clandestino, pensando en dónde encajaría el poeta en ese escenario. Por lo que me ha sorprendido que fuese un fugado, quizás uno de esos del bando perdedor que se ocultaban en el monte… Por lo que me ha parecido que has cumplido el reto de sobra, con habilidad y originalidad.
    Respecto a la parte técnica, hay una frase que me suena machacona por la repetición de sonidos:[…] me había desorientado muchas veces, pero, de día, siempre encontraba el camino de vuelta. Me di cuenta de que me había perdido. Pensé en dar media vuelta [..] Y otra que yo la hubiese escrito de otra forma:
    No tarde mucho en quedarme rezagado, pero no me di cuenta hasta llegar a una bifurcación del camino. “No tardé mucho en quedarme rezagado: me di cuenta al llegar a una bifurcación del camino” Son tan solo unas sugerencia que no rebajan la calidad de tu relato.

    Lo de lo guiones ya te lo han dicho, así que no voy a ser pesada.

    Por lo demás, genial. Ha sido un placer leerte.

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 14:08

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