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El poeta - por Carmen Ramacciotti

Fue difícil para Federico abandonar su lugar. El pueblito en medio de montañas y bosques era muy inspirador, pero le absorbía las energías. Todo el tiempo ocupado en sus quehaceres rurales. Limpiar los corrales, revisar el ganado, el pastoreo. Llegaba agotado al final del día y lo que había pensado escribir, se había esfumado en su cansancio. Ni siquiera recordaba qué deseaba relatar, o cómo iba a comenzar. No podía seguir con ese ritmo de vida tan vacuo y en un horizonte tan estrecho. Sus veinte años le estaban pidiendo algo más.
Su madre, como siempre ella, lo alentó a alejarse por un tiempo. Adentrarse en la vida ciudadana. Cambiar el paisaje podía convertirse en un buen disparador. A su edad necesitaba otros contactos, otros roces. Partió hacia Buenos Aires con más temores que esperanzas. Su timidez, la perspectiva de moverse en la gran ciudad, asistir a un taller de escritura y comenzar a desarrollar su talento. Esperaba estar a la altura del desafío y de sus compañeros.
Buenos Aires lo recibió con un día soleado y templado el primer lunes de marzo. Eso solo hizo que se sintiera bien acogido. Era temprano y decidió caminar hasta la pensión que le habían recomendado cerca de Retiro y también del lugar donde tomaría sus clases. Sintió que era buena idea tomar contacto con su nuevo entorno y además disponía de tiempo, comenzaría a cursar por la tarde. La zona le ofreció multiplicidad de temas. Cartoneros y linyeras, cafeteros ambulantes, señoras y señores trasnochados volviendo a casa, parques y rascacielos conviviendo con el vértigo de los coches, de los caminantes y ciclistas. Este movimiento inusitado para Federico, también lo deslumbró y hasta divirtió. Estaba fascinado por tantas imágenes e impaciente de tener que aguardar algunas horas para asistir al instituto.
Llegó a la casa donde se alojaría mientras durara el curso. Lo atendió la dueña, una mujer de unos sesenta años, muy vivaz y simpática. Le indicó las rutinas del lugar, horarios máximos de regreso por la noche, permisos para utilizar el salón de la planta baja, respeto por los tiempos de descanso tanto en las siestas como en las noches, de lunes a viernes y un poco más de elasticidad los sábados por la noche. En fin, quedó encantado porque sintió que este sistema favorecería el orden y las buenas relaciones entre los inquilinos. Pensó que la vida era buena con él.
A las 16.30 horas estuvo en la puerta de la institución, ansioso y feliz, sentía que su sueño comenzaba a corporizarse. La primera compañera que se presentó fue Isabella, se hallaba un poco nerviosa y no muy convencida de que fuera ese el lugar donde quería estar. Él sintió que podía calmarla y deseó protegerla. Luego llegaron algunos jóvenes que serían sus compañeros y otros aspirantes a cursar distintos talleres. Comenzaron a conversar acerca de las expectativas, temores y proyectos. A las 17 horas entraron al aula y el profesor, después de darles la bienvenida, comenzó su clase. Había preparado un buen elemento motivador que activaría el proceso creativo individual. Y las palabras comenzaron a brotar desenfrenadamente, tanto era el tiempo que se encontraban oprimidas. El alma se puso de manifiesto y el sentimiento quedó en carne viva. Federico sintió algo mágico en ese espacio que le brindaba la oportunidad de expresarse. La puesta en común fue muy enriquecedora y cada uno iba dejando a la vista del resto, su manera propia de decir. Isabella estuvo genial. Sincera y exquisita en sus expresiones, lo emocionó, él pensó que sí tenía que estar en ese lugar. Había abierto su corazón y lo mostró sin reparos. Y allí mismo se enamoró de ella. Ya no serían necesarios los paisajes, ni las lunas, ni los soles. Isabella estaba allí y despertaba toda la poesía en el alma de Federico.
Luego vendrían las correcciones formales, gramaticales y hasta ortográficas, pero el duende había despertado y ya nada le pondría freno.

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5 comentarios

  1. 1. Charola dice:

    Hola, Carmen.

    Primero quiero agradecerte tu paso por mi relato. El tuyo te diré que lo veo muy bien escrito y es un texto optimista , pacificador y bonito. Y…, allí está el problema que está muy sutil el conflicto, parte importante en la estructura del relato. Quizás si su madre se hubiera opuesto y él tendría que haber luchado para conseguir su objetivo de ser poeta habría hecho la diferencia y quizás un poco de “mostrar” más en vez de “contar”. Pero me gustó. Escribes muy bien. Felicitaciones.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 18:25
  2. 2. Galia dice:

    Querida Carmen, veo un poco de proyección personal en tu relato, la necesidad de expresarse, las expectativas del taller, la ruptura con un mundo monocorde y el amor como broche de oro en este encuentro con uno mismo.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 21:10
  3. 3. Pilar dice:

    Hola Carmen,

    Yo me alegro de que Federico haya sido capaz de romper con su rutina y dé por fin alas a su inspiración. También aplaudo que la madre le apoyara como en otras cosas, queda subrayado con ese “siempre ella”.
    Tengo que reconocer que en la primera lectura me resultó demasiado explicativo, con detalles que no aportan nada esencial a la historia como la edad de la casera, las normas o los horarios, cosas que estarían muy bien en un relato más largo pero con un límite tan corto es mejor quitar paja e ir al grano, omitir todo ese trabajo de planificación de los personajes. El caso es que lo he devorado con ganas de encontrarme algún conflicto, un obstáculo, una pequeña decepción… Y nada, a tu Federico todo le va genial. Después, he regresado a él con más calma y entonces sí he podido disfrutar de tu gran forma de escribir, muy correcta, muy precisa y muy bella. Gracias por regalarme palabras como vacuo o multiplicidad, que no suelo utilizar habitualmente. Y enhorabuena porque, proyectes o no en Federico tus sueños, ha sido un relato muy dulce y optimista. Ojalá nos leamos pronto.
    Tu vecina del 92.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 23:45
  4. 4. Carmen Ramacciotti dice:

    Gracias Charola, Galia y Pilar. Cada una con su aporte ha dado en lo cierto. Es verdad el conflicto es sutil, y éste es, la opresión de la creatividad que genera la rutina y la falta de nuevos horizontes. También es verdad que podría haber depurado un poco más el texto y eliminar “adornos” innecesarios. Es una lucha permanente el aprender a sugerir, sin tanto decir. Y por último, la manifestación del amor como generador de poesía.

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 14:02
  5. 5. Piquillín dice:

    Hola Carmen: En principio quería agradecer tu visita a mi relato y tu comentario. Tu relato me pareció interesante, describes muy bien a Federico y su crecimiento personal; pero es cierto me falta un conflicto, siento que es como un comienzo para algo más grande. Nos leemos en la próxima.

    Escrito el 20 febrero 2018 a las 21:14

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