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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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La poetisa - por Calensûl

Cántame una canción,
que remueva las hojas,
suaves, ocres y rojas,
del otoño de mi razón.

¡Tilín tilín tilín! La puerta golpeó la dulce campanilla.

¡Al fin! Como cada viernes al salir de la escuela, Gustav se escapó de la mano de Ellen, su nodriza, y con paso experto se infiltró entre las personas que aguardaban pacientemente ante el mostrador para admirar las delicias sin igual que allí se exponían. Bollos esponjosos delicadamente glaseados, crujientes galletas, bombones… aquél era sin duda el paraíso terrenal del que tanto hablaban los mayores.

Ellen y él se sentaron en una de las mesitas de la confitería para compartir un croissant con chocolate caliente. Por las ventanas entraba una luz mortecina, filtrada por las gruesas nubes, pero los farolillos del local la mantenían a raya con su calidez. Hablaban de las clases y tareas de Gustav, cuando una conocida de Ellen la saludó y comenzaron a charlar animadamente.

Gustav se aburría, y se fijó entonces en una mujer sentada entre ellos y el ventanal. Siempre se sentaba en esa esquina. Vestía de negro, y sorbía lentamente su café mientras miraba ensimismada hacia la calle. De pronto, la cara se le iluminó y anotó algo rápidamente en la libreta que descansaba, abierta, sobre la mesa.

– ¿Qué escribes? – le dijo el niño.

La mujer sonrió, y no era una sonrisa que Gustav viese muy a menudo. No era condescendiente, ni complaciente, ni ansiosa, ni empalagosa. Era sincera.

– Poemas – le respondió.

– ¿Y de qué son los poemas?

– De lo que tratan todos los poemas: de pasiones.

– ¿Cuáles pasio…?

– Gustav, vámonos – dijo de pronto Ellen, lanzando una mirada fulminante a la mujer.

– Oh, no quería molestarles – respondió ella, con la misma sonrisa amable -. Lo siento mucho, ya me iba.

Se levantó, recogiendo, cuidadosa, sus faldas y su libreta, con la pluma enganchada en una de las tapas, y se marchó.

Ellen distrajo a Gustav durante el resto de la merienda, pero al irse, Gustav vio que la señora se había dejado un papel, que además tenía algo escrito. Lo recogió sin que Ellen lo viese, pensando en devolvérselo la semana siguiente.


Cántame una canción,
que levante la mar,
y me permita alzar
mi amor en revolución.

Mas a la semana siguiente la mujer no estaba allí. Ni a la siguiente, ni a la siguiente. Gustav pensaba que no era justo. Miraba los papelitos gemelos, el de la mujer y el suyo, y creía merecerse una explicación.

Llegó el verano, con él el fin de las clases, y Gustav aprovechó para ir todos los días a la confitería, pero no pedía nada. Se sentaba fuera, apretando los papelitos en el bolsillo, sin perder la esperanza.

– Señor, ¿sabe dónde está la señora de negro? – llegó a preguntarle un día al confitero -. La que se sienta siempre en la esquina.

– No hijo, hace mucho que no viene por aquí. ¿La conoces de algo…? ¡Eh, chico!

Pero Gustav ya se había ido.

Decidió probar un nuevo plan. Temía la ira de su padre cuando se diese cuenta de que no iba a jugar con los otros niños como decía, pero temía más no saber la verdad. La imprenta de la ciudad quedaba a varias manzanas, así que le pidió a su padre que le enseñase un mapa y aguantó estoicamente las interminables explicaciones de cada una de las calles, plazas y estatuas. Un día, se armó de valor y llevó sus papelitos.

– ¿Que quieres publicar esto, chaval? Tengo mucho trabajo, no estoy para tonterías – dijo el encargado.

– ¡No son tonterías! ¡Tengo dinero! – y le enseñó todos los chelines que había ahorrado de sus pagas los últimos meses. Así, las dos estrofas aparecieron impresas en el periódico local esa semana.

Poco después llegaron las clases de nuevo, pero cuando estaba en casa, Gustav no dejaba de mirar por la ventana, en busca de la señora de negro. No cupo en sí de emoción cuando, al fin, la señora se presentó frente a la puerta de su casa. Corrió escaleras abajo sin preocuparse de si hacía ruido, o de Ellen, o de su padre. Abrió la puerta y se quedó jadeando ante la mujer, expectante.

Ella, con esa sonrisa limpia, le entregó un papel más.


Cántame una canción,
para que te pueda oír,
y nunca deje de sentir
tu mano en mi corazón.

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8 comentarios

  1. 1. IreneR dice:

    Buenas, Calensûl.

    Un relato muy bonito. Me ha gustado mucho que el niño quedase tan impresionado por unas palabras y que se tomase tantas molestias por encontrarse de nuevo con la poetisa.

    ¡Un saludo!

    Escrito el 16 febrero 2018 a las 21:52
  2. 2. Judith dice:

    Calrnsûl,

    Muy bonito relato. Me gustó mucho el tempo, la intriga, la búsqueda, y los versos. Creaste unas descripciones muy bien logradas, al igual que los diálogos. Y la evolución del relato atrapa y te hace querer llegar al final.

    Felicitaciones!

    Estoy en el 137 por si quieres leerme.

    Saludos.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 03:15
  3. 3. Lenimer Durán dice:

    Calensûl,

    Me encantó tu relato, es muy poético sin llegar a ser empalagoso. La narrativa que usas te atrapa y te mantiene en expectante. De fácil lectura con diálogos bien logrados. Ahora tengo la duda de si la poetisa, tendrá algo que ver con el niño mas que unos poemas, por un momento pensé que seria su madre o algo así, y por ello la conexión.

    Espero contar con tu apreciación en mi relato , el numero 154.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 06:06
  4. 4. Amadeo dice:

    Calensûl:
    Muy buen texto y los poemas hermosos. De buena lectura y comprensión. La única duda, es la edad del niño: va y vuelve de la escuela acompañado por Hellen y luego va solo a la imprenta. Tal vez, vendría bien un indicio de la edad.
    Observaciones técnicas:
    Dices: ¿Qué escribes? – le dijo el niño. Creo mejor: ¿Qué escribes? – preguntó el niño.
    Encuentro cacofonía molesta en: condescendiente, ni complaciente

    Felicitaciones.
    Estoy en el 32 por si quieres leerlo y comentar
    Amadeo – Argentina

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 12:51
  5. 5. Osvaldo Vela dice:

    Hola Calensul. Solo me queda admitir que tu texto me gustó. Tu redacción atrapa por la curiosidad de un niño ante dos estrofas hermosas.
    De lo que me queda duda es, de dónde nació la relación. entre las dos estrofas. la segunda fue en la confitería, pero la primera es solo el principio del texto.
    por lo demás tu trabajo dejó un dulce sabor dentro de mí. Te felicito.

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 16:57
  6. 6. Wanda Reyes dice:

    Hola Calensul, concuerdo con todos muy bien logrado el relato con fluidez, en especial me gusto mucho el poema y como integra todo.
    Saludos si gustas te invito a leer el mio es el 18

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 22:22
  7. 7. DH dice:

    Hola Calensul.

    Creo que todos te han dicho lo hermoso que es tu relato, y agregaría que es muy original y que hasta me recordó a esas viejas películas infantiles.

    Sin embargo, lo que más me gusta, es la lectura de las estrofas del poema juntas. Sin ese poema, la historia no sería lo mismo.

    Creo que trabajaste muy bien la manera de proceder y la personalidad del niño. Y bueno, en general tu relato me transporta a algún momento del siglo XIX, por eso no me extraña que pueda salir sólo.

    Ya te han dicho las posibles correcciones que podrías hacer.

    Creo que mi única duda es, ¿que sucede después? Es hermoso, deja una dulce sensación.

    Hasta una nueva oportunidad, sigue cantándonos tus historias. Estoy en el 98, por si quieres leer.

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 17:26
  8. 8. Calensûl dice:

    Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios, me encanta que os haya gustado. Voy a leer todos vuestros relatos.

    Amadeo, gracias por la nota sobre fonética. Lo otro es que el niño simplemente es muy espabilado jajaja.
    DH creo que lo captó, y es cierto que me inspiré en el siglo XIX, me alegra saber que lo he transmitido.
    Lenimer, al principio pensé en hacer alguna referencia a que ella era su madre, pero luego preferí dejar el misterio.

    Escrito el 20 febrero 2018 a las 11:36

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