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El poeta - por tavi oyarce

Seiscientos policías buscan al poeta por toda la república. Su pluma incisiva es una amenaza para los que desean poner un cerrojo a su poesía. La jauría lo rastrea de cerca. Pero sus amigos se han movilizado, y a esa hora, Antonio Ruiz Lagorreta ya ha dejado atrás los bosques del sur, Futrono; y se dispone a arriesgar su vida por el paso clandestino de Los Contrabandistas.
Los jinetes preparan los aperos, las mulas, las pistolas por si fuera necesario. No conocen la identidad del hombre al que deben llevar hasta la frontera; pero deducen que debe ser alguien importante.
El vate bajo la débil luz de una lámpara escribe y describe: la odisea de esos hombres que nacen y mueren en las montañas; el misterio que guardan los bosques centenarios, el pájaro sagrado. Es como si el alma exigiera que cada visión, cada tramo de la huida, subsista en el reproche de sus versos.
A las cinco de la mañana se da la orden de partida. Horas después los animales hunden sus pies en una capa de nieve blanda y fría. La marcha es fatigosa. En la medida que ascienden por los estrechos desfiladeros, el límite entre la vida y la muerte pende de los animales, de la pericia de los baqueanos.
Al inexperto jinete le duele el cuerpo. Tiene los músculos magullados, las piernas rígidas. El miedo lo acosa. Sabe que el enemigo es astuto y poderoso, que vigila, que pueden sorprenderlo tras cualquier hondonada.
Al crepúsculo descansan en un rellano rodeado de aguas azules. «¿Cuánto falta para la frontera?», pregunta el poeta, «tres días con sus noches», responde un arriero mientras mastica charqui y bebe aguardiente. Alguien alrededor de la fogata le alcanza un mate amargo, el poeta sonríe: «viene bien para el frío», murmura.
Piensa en el hombre que planificó el escape, el republicano Ángel Ciutat que llegó en el Winnipeg huyendo de las mazmorras de Franco. Un hombre discreto a toda prueba. Se ve niño en la ciudad lluviosa del sur, esperando en uno de los andenes de la estación ferroviaria. Cuando asoma la humeante locomotora corre al encuentro de su padre, el maquinista: un hombre autoritario que no acepta que su hijo sea poeta «es cosa de mujeres», dice. El muchachito se aferra a su mano y juntos caminan hacia las poblaciones periféricas donde la “mamadre” espera con la sopa burbujeando en el brasero. Recuerda el liceo, aquel vetusto caserón, y Lucila, la del premio nobel. La mujer que predijo su futuro mucho ante que el amor llegara en Rangoon y comenzara a conocerse al poeta de habla hispana.
Un segundo mate lo retrotrae de sus evocaciones. «A descansar dice uno de los baqueanos, mañana debemos sortear el río»
Y tenía razón el hombre. El río de aguas gélidas, de grietas invisibles, atropella vertiginoso como una bestia dispuesta a devorar. Si la corriente arrastrara al vate, no pasaría mucho tiempo antes que la carne azulada advierta la irreversible hipotermia.
Uno de los arrieros ata un lazo a la brida del caballo de Antonio. Varios arrieros lo preceden esquivando las depresiones, otros, detrás, lazo en mano van atentos al menor peligro. El cruce es lento, tortuoso. De improviso los animales son sobrepasados por las aguas; las bestias lidian contra la corriente que puja por arrastrarlo, deben mantener la cabeza a flote. Antonio con medio cuerpo bajo el agua, teme que no será la jauría la que ponga en jaque sus versos, sino, la furia de la naturaleza que lo tiene a la deriva. Los primeros animales logran pisar tierra firme y al grito de: ¡arre!, ¡arre!, los baqueanos comienzan a tirar el caballo del poeta. Los que van detrás con gran esfuerzo atan su cintura con la soga por si la situación empeorara. El noble pingo bufa como si comprendiera la importancia del jinete. Lleva las orejas atentas, los ojos vidriosos muy abiertos. Finalmente hace pie y con un tranco largo alcanza la ribera contraria.
A media noche unas copas de aguardiente hacen olvidar el pánico. Antonio, sin embargo, está intranquilo. Sabe que los rastreadores no permitirán que cruce la frontera. Un baqueano advirtiendo su inquietud lo anima:
─No se preocupe don Antonio, llegaremos a San Martín de los Andes, de eso estoy seguro.
El poeta ríe y escribe. Escribe y sueña. Construye utopías antes que las estrellas rasguen el cielo de la noche andina…

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6 comentarios

  1. 1. Eris dice:

    Hola. Un buen relato en el que mezclas recuerdos con la huida de aquel poeta. Solo he visto algun fallo, que quizás en mi ignorancia, sea algo que lo hayas escrito asi por un motivo:
    -“hacia las poblaciones perifericas donde la “mamadre”” ¿no seria madre sin mas?

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 10:36
  2. 2. Tavi Oyarce dice:

    Hola Iris
    La verdad que Antonio Ruiz Lagorreta, es el nombre que uso el poeta Pablo Neruda cuando tuvo que huir del país. Él llamaba así a su madrastra ( por eso el nombre lo puse entre comillas), ya que su madre murió a los pocos meses de nacer. Casi todos los hechos narrados son verídicos.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 15:14
  3. 3. Tigana dice:

    Hola Tavi,
    he leído varias veces tu relato y te felicito por el desarrollo del mismo. Me ha recordado las aventuras de un viejo maqui. Un republicano que vivió en el exilio y al que yo conocí cuando rondaba los ochenta. Luchas, huidas, la palabra secuestrada, etc.
    Hay un párrafo que lo veo un poco liado, es este:

    Piensa en el hombre que planificó el escape, el republicano Ángel Ciutat que llegó en el Winnipeg huyendo de las mazmorras de Franco. Un hombre discreto a toda prueba. Se ve niño en la ciudad lluviosa del sur, esperando en uno de los andenes de la estación ferroviaria. Cuando asoma la humeante locomotora corre al encuentro de su padre, el maquinista: un hombre autoritario que no acepta que su hijo sea poeta «es cosa de mujeres», dice. El muchachito se aferra a su mano y juntos caminan hacia las poblaciones periféricas donde la “mamadre” espera con la sopa burbujeando en el brasero.

    Parece que todo el tiempo hablas de Ciutat (Francisco de nombre y Angel de apodo), cuando en realidad te refieres a Neruda cuando cuentas la aversión que tiene su padre a los poetas y al nombre de la madrastra.
    Quizá solo sea una apreciación mía. Ya me dirás.
    Te felicito por el relato.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 23:21
  4. 4. Juana Medina dice:

    Tavi, magnífico relato!!!
    Me ha emocionado profundamente. Tanto el relato en sí como tu lenguaje. Creo que te has superado en cada entrega. Ojalá podamos seguir.
    Te agradezco tu visita y tus palabras aunque las considero un poco exageradas,pero claro que le hacen bien al ego.
    Un abrazo grande

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 23:52
  5. 5. DH dice:

    Hola Tavi.

    Me agrada tu relato. Está escrito de manera muy bonita. Me gustan esos momentos de leve suspenso, le dan otro matiz a la historia. Creo que es curioso que hayas escogido justo ese momento de la vida de Neruda, creo que escogiste muy bien, y lo reflejaste aún mejor.

    Felicidades, ¡Sigue así!

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 03:33
  6. 6. Verónica dice:

    Hola. Muy interesante tu relato, mezcla de intriga y biografía. Me ha gustado mucho.
    Si quieres leerlo mi relato es el 33.
    Saludos

    Escrito el 25 febrero 2018 a las 12:55

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