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La poeta - por Fernando Caporaletti

Web: http://ojosdelalibertad.blogspot.com.ar/

Era una poetisa; tenía quince años. Amaba al amor sin razón; era una soñadora. Cuando se sentaba frente a su cuaderno, convertía el blanco vacío de las hojas en plegarias al amor. Sus alas se abrían y su alma, brillando como una luz pulsante en medio de la fría noche de invierno, iluminaba el cielo. Aquellos versos llegaron a oídos de un él, que al escucharlos, tomó su guitarra y les puso música. Se acercó cantando para ella. Al escucharlo, cruzaron las miradas y desde ese instante, también se cruzaron sus vidas.

El tocaba para ella y ella escribía para él. Nadaron entre arpegios, levitaron sobre versos, sobrevolaron verbos, navegaron entre adverbios y dieron braseadas a través de sustantivos y adjetivos. De vez en cuando, la rompiente de alguna ola desacomodaba los puntos y las comas, pero ella los acomodaba de nuevo y hasta quedaban mejor que antes. El la escuchaba y de sus manos, salían los acordes más hermosos y dulces.

Así pasó el tiempo y la poetisa se convirtió en poeta. Solía sentarse a escribir a la sombra de un árbol, junto a la guitarra de ese loco bohemio que la comprendía y la amaba. La vida transcurría lenta y cálida, mientras ellos se abrigaban entre los brazos.

Volaron juntos durante algunos años, hasta que el tiempo y el padre de ella, se convirtieron en verdugos implacables, arrancándolos del sueño con la brutalidad de un despertador estridente. Ella debió soltar la mano del bohemio. El, sin comprenderla, guardó su guitarra y se fue sin mirar atrás; no quiso que lo viera llorar.

Esa noche, la poeta escribió unos versos distintos a los que estaba acostumbrada. Las palabras se unieron como siempre y aquel poema fue conmovedor, pero por otras razones. Los colores y la música desaparecieron. Las sonrisas se apagaron. El dolor reemplazó al amor y la nostalgia, a la alegría. El gélido invierno cubrió las hojas de aquel cuaderno, que con el tiempo, quedó enterrado debajo de la nieve.

Poco después conoció a un militar serio, seguro, ambicioso y adecuado. Junto al hombre que prometía un buen futuro, según su padre, ella se dedicó a crear una familia; se casó y tuvo su primer hijo. Tiempo después, una noche, mientras gestaba a su hija, recordó súbitamente al guitarrista; pudo verle la cara, sentir el perfume de su piel y escuchar su voz, en la oscuridad de la habitación, confundiéndolo con su marido.
La nena creció en una casa con reglas estrictas. Sin embargo, ya señorita, se convirtió en una soñadora. Revelada ante la doctrina del militar, quiso aprender música. Fue bastante obstinada; insistió una y otra vez, hasta que el padre, aunque a disgusto, finalmente accedió y le regaló una guitarra. Aprendió a tocar y en poco tiempo, compuso varias canciones. Cuando la señorita se convirtió en mujer, subió a los escenarios de varios bares, donde cantó para decenas de personas que la aclamaron con fervor.

Una tarde en que la joven guitarrista buscaba algo, encontró un cuaderno amarillento, escrito a mano. La letra era de su madre. Se sentó en el piso con las piernas cruzadas y comenzó a leer los poemas. A cada página que pasaba, se le aceleraba el corazón. Esas poesías eran tan hermosas que la conmovieron hasta las lágrimas. No pudo imaginar cuál fue la razón por la que su madre había dejado de escribir y se lo preguntó. Ella le explicó que los poemas fueron parte de una etapa de su vida que había olvidado. No fue necesario saber mucho más, la chica comprendió lo que su madre le dijo entre líneas.

Una noche en que subió a un escenario de un café, tocó una canción. Esa vez, como siempre, la ex poeta fue a verla. Al escucharla, de los ojos comenzaron a brotar ríos de lágrimas; era uno de los poemas que escribió junto al bohemio que la amó como no recordaba haber sido amada jamás. Al terminar, madre e hija se abrazaron y ella le dijo a su madre, al oído, solo cuatro palabras: —Gracias por tanto amor—.

Los recuerdos se transformaron en deseo. La ex poeta, aunque no volvió a escribir, comprendió que vivió dormida durante varios años, viviendo un sueño que le era ajeno, porque en realidad era el deseo de su padre. La nieve se derritió con el calor de una pasión todavía viva y volvió a despertarse de ese sueño, pero ésta vez, el militar fue quien se transformó en un recuerdo.

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5 comentarios

  1. 1. Gina Loyola dice:

    Hola Fernando,
    Una historia interesante con un buen final.
    Me gustó el uso de palabras qué haces en el segundo párrafo, ¡muy creativo!
    ¡Felicidades!

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 05:51
  2. 2. Bea dice:

    Hola Fernando:

    Primero de todo gracias por pasarte y comentar.
    En cuanto a tu texto, tengo que decirte que este me ha gustado. La historia es interesante y entretenida, y la forma en la que relatas es en cierta medida tambien poética, sobretodo, y en eso coincido con Gina, el segundo párrafo.
    No puedo mas que felicitarte por tu trabajo y animarte a que sigas escribiendo.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 14:13
  3. 3. Nats dice:

    Fernando me encantó el relato, el juego de palabras, como lo dicen Gina y Bea, me pareció estupendo. Aparte muy romántico y sentido. Excelente! Te invito a que me leas en el 71.
    Saludos desde Colombia!

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 03:26
  4. 4. Lucho dice:

    Hola Fernando. Primero para darte las gracias por tu comentarios sobre mi escrito.
    Comentario sobre tu escrito: Hasta que aparece la hija guitarrista, me encanto el escrito pero luego pierde el ritmo que trae, bastante poético y creo que decae.
    No entendí lo que dice que la poetisa se vuelve poeta???? y luego hablas de nuevo de la poetisa.
    PARA REVISAR: , levitaron sobre versos, sobrevolaron verbos, navegaron
    pero por otras razones (CREO QUE SOBRA, EL LECTOR LO CAPTA CON LO QUE SIGUE).
    FRASES BONITAS:
    la rompiente de alguna ola desacomodaba los puntos y las comas,
    con la brutalidad de un despertador estridente.
    convertía el blanco vacío de las hojas en plegarias al amor
    El gélido invierno cubrió las hojas de aquel cuaderno, que con el tiempo, quedó enterrado debajo de la nieve.
    Saludos

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 05:20
  5. 5. Jesús López Conesa dice:

    Hola Fernando, perdona por tardar tanto en devolverte la visita.

    Tu historia de amor es muy bella, no tanto por las palabras si no por el uso de ellas y de la metáfora. Otra cosa que me gusta(o yo me he imaginado mientras leía) es que situas al poeta y a la mujer como si estuvieran una playa y que cuando ella se va con el militar todo es frio y artificial.

    Mis felicitaciones y muy buen trabajo. Un saludo

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 10:37

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