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El Poeta - por BCR

El autor/a de este texto es menor de edad

Caminaba sin pensar, inmerso en sus pensamientos, sus ojos marrones miraban pero no veían, sus oídos oían pero no escuchaban, ni siquiera sentía el frío del invierno. Sus labios se movían, recitando una revelación, un momento de lucidez absoluta que algunos solo tienes una vez y otros ni eso. Temía que se le escapara, que se esfumara, y por eso sus pasos eran cada vez más rápidos, tanto como su corazón y su respiración mientras sus labios repetían una y otra vez una y otra vez esas palabras que deberían estar en un papel. Sintió un profundo alivio cuando abrió la puerta de su portal, alivio que se esfumó cuando alguien chocó contra él y lo tiró al suelo.

Se esfumaron, todas esas palabras dejaron un vacío inmenso y doloroso, tanto que habría llorado de no haberse tornado el dolor en ira y frustración, listas para lanzar sobre aquel que había arruinado su vida, o al menos una parte de ella.

Se levantó, listo para vaciar su ira y frustración cuando sus ojos se encontraron con los ojos negros de la vecina del tercero, esa de la que había estado enamorado toda la vida. De esta manera la frustración se convirtió de nuevo en dolor, las piernas le fallaron y terminó llorando desconsoladamente sobre sus rodillas, sentado sobre el frío suelo de baldosas blancas. Oyó como se cerraba la puerta después de un mira por donde vas y otro no es para tanto. La vecina del tercero tenía prisa porque su novio cinco años mayor, con coche y guapo la esperaba con la música a todo volumen frente a la puerta.

Subió las escaleras sin pensar, inmerso en su dolor, sus ojos miraban pero solo veían lágrimas, sus oídos oían pero solo escuchaban el rumor del fracaso. Otro más,-pensó- ya he perdido la cuenta. Ni siquiera el calor del edificio pudo aplacar el frío que se había instalado en sus huesos.

Miraba hacia el suelo, derrotado, cansado, dolorido y frustrado. Sin saber muy bien el como llegó hasta la puerta de su casa. Sus padres no estaban pero le importó poco, fue hasta su habitación y se dejó caer encima de la cama. Tras varias horas sus ojos se quedaron sin lágrimas y, tras desvestirse, se quedó dormido mientras sus ojos miraban al libro de poemas que su libro le regaló antes de morir y que le impulsó a ser poeta.

Soñó con un papel escrito por versos perfectos, los que había tenido en sus labios horas antes, los tenía delante pero no los podía leer, y el papel, escrito por versos perfectos, iba perdiendo la tinta que deslizaba hasta el suelo donde un charco ya gigantesco de tinta acogía a la nueva y el papel, ahora de un blanco impoluto, se colocaba como por arte de magia encima de un montón de papeles en blanco. Todos esos papeles habían estado repletos de versos soñados que se quedaron en eso, sueños.

Cuando también se terminó el sueño se levantó. Fue al salón y se sentó en su sofá con el ordenador sobre las piernas, listo para escribir. Escribió durante cerca de una hora, no eran versos perfectos pero versos al fin y al cabo. Poco a poco el mundo se fue difuminando hasta desaparecer y solo quedaron esos versos, solo versos, nada de versos perfectos.

Llamaron a la puerta y el mundo reapareció de repente. Era la madre de su vecina del tercero que venía con su hermana pequeña. Le dijo algo a lo que no hizo caso y, sin saber muy bien como acabó con la hermana pequeña de su vecina del tercero mirándolo fijamente, la puerta cerrada su madre corriendo por las escaleras por alguna emergencia que no había escuchado.

Le preguntó si tenía algo para merendar y él solo se encogió de hombros y fue a la cocina a prepararle algo con chocolate. Cuando volvió se encontró con la niña leyendo su versos, no los perfectos pero versos al fin y al cabo.
La niña, mientras merendaba, le contó su vida. No pudo sino sonreír cuando habló de cierto chico que olía demasiado bien y se portaba mal y él, sin pensarlo recitó esos versos perfectos de que un poeta recitó sobre una nariz y el hombre pegado a ella. La niña rió y el también.

Y pensó en esos versos, no son los mejores pero son versos al fin y al cabo, y la poesía es poesía al fin y al cabo.

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4 comentarios

  1. 1. Esther dice:

    Hola BCR, tu relato tiene una buena base y puede ser mucho mejor, léelo atentamente y descubrirás que faltan comas, puntos y hay algunos lapsus. Me gusta la naturalidad y sencillez con la que escribes.

    Felicidades.

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 18:23
  2. 2. Denis Enamorado dice:

    Hola BCR.
    Tu relato exhibe mucha naturalidad. Además nos traslada a una situación que nos ocurre a menudo, al hecho que a veces los instantes de inspiración nos llegan en el lugar y momento menos apropiado y en muchos casos nos genera frustración no poder retenerlos.
    Saludos.

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 19:03
  3. 3. Dino dice:

    Hola BCR, ¿cómo estás?
    Te digo que disfruté mucho el relato. Las repeticiones y las vueltas sobre las mismas ideas son orgánicas y no cansan como a uno pudiera parecerle, le dan mucha originalidad al relato. Lo que me chocó fue la primera frase “Caminaba sin pensar, inmerso en sus pensamientos” que si bien después trata de entenderse la idea al decir que oía sin esuchar y miraba sin ver, no me pareció que en el departamento de los pensamientos quede tan bien, pero es una opinión mía.
    Te felicito por el lindo relato, ¡nos leemos!

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 16:35
  4. 4. Escorpión dice:

    Mi saludo BCR
    Me gustó tu texto. Solo me atrevo a sugerirte que revises algunas oraciones que se repiten.
    Estás en periodo de formación, pero ya se ve que tienes buena pluma para escribir, te animo a que sigas haciéndolo.

    Escrito el 27 febrero 2018 a las 18:12

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