LA POETA - por el chaval

LA POETA

La señora Isabel, junto con otros padres, esperan a sus hijos que bajen del autocar después de haber pasado un par de días en un campamento con los responsables monitores de la escuela, donde cursan sus estudios de primaria.

Se vive el jolgorio, gritos y exclamaciones al volver a reencontrarse que, para los pequeños ha supuesto una sorpresa y admiración al estar fuera de casa sin el control de los padres.

La pequeña Laura, con siete años, está esperando con impaciencia el mo-mento de visitar a su querida amiga Beatriz, de la misma edad, para explicarle como ha ido la excursión y de paso, entregarle un recuerdo que trae para ella.

Laura es una niña guapa, modosita, morena, algo introvertida y ojos negros que rasgan con su mirada el espacio entre ella y el objeto o cosa que llame su atención, para empezar a diseccionar lo que ha visto y plasmarlo en su pequeña libreta de apuntes.

Se abrazan con emoción y cariño y Laura, le entrega una concha fosilizada del tamaño de su mano abierta que ella misma desenterró en el valle del campamento, y le comenta que tiene muchos, muchísimos años, más que nuestros padres y abuelos y le ha dicho el monitor que antes, todo estaba cubierto por las aguas del mar.—Que bonito, verdad?.

–Es la primera vez que he dormido en una tienda de lona, junto con cuatro compañeras más. Los niños en tiendas aparte, pero para los juegos todos juntos, y visitamos un Centro de recuperación de aves <<no recuerdo como se llama>> y nos enseñaron un pequeño pájaro con colores muy bonitos que se llama Abejaruco, y come abejas, resaltó Laura.

–Y no le pican?–dice Beatriz– algo incómoda.

–No lo sé. Le habían llevado unos señores que lo encontraron en el suelo y estaban cuidándole.

–Alguna abeja de las que pican mucho le debieron hacer daño,– insiste Beatriz.

Se separan, porque las llaman de sus casas para la hora de comer, con la promesa de verse después de la siesta en el huerto de Laura, para buscar bichos en compañía de otro niño vecino de las dos, que no le da miedo a coger lagartijas o cucarachas.

La madre de Laura tiene intención de hacer un regalo a su hija, cuando cumpla los ocho años en los próximos días y que piensa le hará mucha ilusión por el interés que demuestra en escribir en su diario los detalles que tiene en sus observaciones y la forma de pensar no acorde con la edad, más propensos como es natural a los juegos y a crear pequeñas dificultades de comportamiento.

Quiere hablar con su antigua profesora de filosofía, para enseñarle la libreta donde su hija ha ido apuntando ocurrencias y pensamientos y que a ella le parece –el amor de madre es inconmensurable—ver un algo de aires de escritora o poeta. Está releyendo algunos escritos de esta libreta que son los que le hacen pensar en la posibilidad de que su hija encuentre uno de tantos caminos en su vida, que le pueda proporcionar felicidad.

Relee: Una oruga cuando ve una mariposa, cree que podrá ser
como ella?

Una lagartija tomando el sol le cae a su lado un
pétalo de rosa. No se
asusta. Estará oliendo su perfume.

Las abejas comen carne? De mi plato varias fueron
picoteando arrancando trocitos, marchaban y volvían
otra vez. A lo mejor los llevaban para sus pequeñas
abejitas.

A la vuelta de ver la Cabalgata de reyes, con mucha
ilusión por los regalos que me traerán, un señor
recostado contra la pared de un edifício pedía
limosna enseñando la foto en que estaba con una niña
pequeña, como yo. Me dio mucha pena, no tenía que ser
así.

Que sensación mas grata cuando abrazo un árbol, como
si fuera mi amiga.

Algunas veces juego con las nubes. Imito las caras y
formas que hacen. Río sola.

Ha pasado media tarde y con cara risueña y feliz, cierra la carpeta al oír a Laura que viene corriendo demandando la merienda.

<<Quiero que mi antigua profesora los lea todos y pueda ver alguna luz de estrella y aleccionarla, para que vaya a la escuela de escritura e ir aumentando cada vez más su brillo>>.