La Poeta - por Gina Loyola

La Poeta

Despertó con las palabras que retumbaban en su mente como un mantra:

La palabra es semilla,
germina en nuestra mente…
puede cumplir tus sueños
o dejarlos inertes.(1)
 
Todo estaba listo desde hacía meses, el nuevo uniforme, los zapatos lustrosos, la mochila de los súper héroes, los libros y cuadernos forrados. La alegría que lo acompañó durante las vacaciones empezó a desvanecerse y se fue convirtiendo en angustia y miedo.
Su madre le decía que este año sería diferente, que la nueva maestra tenía un don especial y lograba maravillas con sus alumnos. No es que Paco dudara de la capacidad de la maestra a la que conoció un par de semanas atrás, sino que era de sus compañeros de quienes sentía temor.
Si tan solo pudiera hablar, pensó, tendría muchos amigos y estaría feliz de ir a la escuela con mi uniforme nuevo, pero apenas abro la boca e inevitablemente los que pudieran ser mis amigos se echan a reír, me dicen nombres a mis espaldas o soy el blanco de sus chistes: “Piglet”, “Porky Pig”, “Oye Demóstenes, saluda a Don Gato”, “¡Eso es to… eso es to… e-eeeso es todo amigos!”
A su pesar no pudo dejar de sonreír por lo creativo de algunos de los chistes. Fue pensando en eso que se le ocurrió una idea.
Por cada chiste o sobre nombre que le dijeran, él en su mente pensaría en una respuesta aún más ingeniosa, les devolvería el chiste y los dejaría sin palabras. Así empezó a practicar, él mismo se hacía burla e inmediatamente pensaba en una respuesta más chistosa. La ventaja de los juegos mentales es que su imaginación volaba y nunca se tropezaba con su torpe lengua que lo hacía tartamudear. Este juego se convirtió en una obsesión, cada vez lo hacía más rápido y con mayor ingenio. Cada día se ponía retos mayores; así empezó no solo a hacer chistes, sino rimas, cuentos, historias, poemas y canciones.
La mente ya no le era suficiente para contener su fuerza creadora, escribiendo en una de las libretas nuevas fue llenando las páginas con sus juegos mentales. Saboreaba como sus palabras germinaban en su mente y poco a poco su sueño se hacía realidad.
Así transcurrieron los días, finalmente llegó el tan esperado primer día de clases. Estoy listo para el reto, pensó. Armado con su arsenal de respuestas y juegos de palabras se puso su uniforme y como un guerrero anticipando la batalla salió saboreando el triunfo.
La primera parte de la mañana transcurrió sin novedad. El recreo se aproximaba, las manecillas del reloj lentamente se acercaban a la hora. A Paco le sudaban las manos, pero ahora no era miedo, era la emoción de la batalla. La campana sonó y Paco salió disparado al patio para escoger su punto de ataque.
La cancha de Futbol, pensó, seguro es a donde más niños vendrán. Efectivamente en unos minutos cantidad de pequeños estaban en la cancha empezando a organizar equipo y tomando turnos.
Uno de los chicos más grandes que parecía el líder, vio a Paco y le dijo: “No te quedes ahí parado Demóstenes, trae el balón y ocupa la portería”.
Este cambio de táctica tomó por sorpresa a Paco, nunca lo habían invitado a jugar; bueno nunca se había atrevido a acercarse a las canchas, así que sin decir palabra les lanzo el balón y ocupó su puesto en la portería.
Al final del juego, en el que Paco había defendido la portería con la misma ferocidad con la que disparaba las palabras en su mente, los compañeros lo rodearon y aplaudieron su bravura. El líder se acercó y le dijo: “Bien hecho Demóstenes, es bueno que no titubeas al parar goles como lo haces al hablar, ¡bienvenido al equipo!”
La mente de Paco se quedó en blanco, no tenía ninguna respuesta lista para una situación como esta, así que sin pensarlo mucho dijo: "nos vemos mañana en el recreo". Tan pronto como terminó de pronunciar las palabras, se dio cuenta que no había tartamudeado, ¿será posible? se preguntó. Las palabras que brotaban en su mente le habían hecho perder el miedo que era lo que paralizaba su lengua.
Cuánta razón tenía la poeta,
“la palabra es semilla
que germinan en nuestra mente…
puede cumplir tus sueños
o dejarlos inertes”.
(1)El poder de las Palabras por Alicia Santi.