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El poeta - por Tecnorot

Aunque todos digan que soy raro y se burlen de mí porque nunca salgo de mi cuarto, yo me divierto un montón, encerrado, jugando con mis muñecos. Aquí estoy mucho mejor. Eso es lo que más recuerdo de mi abuela: “Gustavito, usted no tiene nada que hacer allá arriba, mejor estese en el cuarto con sus juguetes, para eso tiene hartos”. Y en eso mi abuela también tenía razón. Puede que haya días en que mi mamá no tenga qué cocinar, pero me consiguió un cuarto de juegos para mí solito, dentro de esta enorme casa bulliciosa con habitaciones por todas partes. Allí tendido sobre el tapete naranja que cubre toda la habitación desierta (cama no hay porque duermo con mi mamá en su cuarto. Bueno solamente cuando ella baja a dormir) puedo pasar tardes enteras creando las historias más sorprendentes con mis verdaderos amigos: Aquaman, Batman, Superman, Flash y Linterna verde. Cuando la puerta está cerrada soy el rey supremo de este pequeño espacio que me pertenece.

Mientras los otros niños que viven en las demás habitaciones juegan fútbol en la calle yo me las arreglo para organizar mis propios partidos de futbol con mis muñecos. El tapete es la cancha, con un par de zapatos a cada lado hago los arcos, con una tiza pinto la mitad de la cancha y las respectivas áreas. Luego todo es diversión. En un cuaderno anoto los resultados y todos los goles que se marcan en cada partido. El goleador es Flash. Pero lo que más me gusta y por lo que más me molestan las amigas de mi mamá (sobre todo esa Mariza que se mete en todo) es sumergirme en los libros que me dejó mi abuela. Y es que cuando no estoy jugando leo mucho, muchísimo. A veces las compañeras de mi mamá bajan y cuando me ven leyendo sobre el tapete me interrumpen para decir la misma bobada de siempre: que se me van a quemar las pestañas de leer tanto. Ellas se refieren a mí como el poeta en tono burlón. “Mirá Yulitza, mirá al poeta todo solito y aburrido embobado con esos libros”. Ni siquiera se expresan bien las “indias esas”, como les decía mi abuela. Y aunque huelen raro y siempre están pintadas como payasos, algunas de ellas son buenas conmigo.

Ayer vino Violeta y me trajo chocolates (es la amiga de mi mamá que más me gusta) y se estuvo un ratico conmigo. Ella nunca me discrimina. Tiene la piel muy blanca y unos grandes ojos color marrón. Siempre está sonriendo y es la única que se interesa en las historias que produzco con mis muñecos. También me pregunta qué libro estoy leyendo. Esta semana estoy leyendo “Las aventuras de Vania el forzudo”, que es la historia del menor de tres hermanos, considerado por todos como un holgazán, que un día al salir a recoger leña se encuentra con un anciano que le hace un pronóstico prometedor: si pasa siete años en la chimenea, arropado con cobijas de oveja, se convertirá en el hombre más fuerte del mundo y ningún deseo le será negado. Yo a veces creo que mi situación es algo similar. Yo creo que el destino me tiene reservado cosas mejores: llegar a ser un guionista famoso y que lleven al cine las historias que he creado con mis muñecos. Cuando Violeta sale del cuarto me siento un poco triste porque creo que me he terminado por acostumbrar a sus mimos, a sus caricias. Ella le gusta que la toque. Me coge de la mano y me hace que le toque su “cosita” como ella misma dice. Dice que soy un niño muy bueno por hacer eso.

Yo creo que este cuarto es el único lugar tranquilo en esta casa hipócrita de prácticas malsanas. Una casa que se despierta muy tarde (las amigas de mi mamá se levantan a desayunar cuando mi mamá me está sirviendo el almuerzo), pero que se empieza a llenar de bullicio (el timbre que no para de sonar, las puertas que se abren y cierran, los gemidos ahogados) a medida que pasa el día, y por la noche a veces se escuchan gritos, insultos de hombres borrachos, amenazas, peleas. Yo por eso le hago caso a mi mamá y nunca salgo de este cuarto (solamente al comedor a desayunar y almorzar con mi mamá) pero nunca de noche. Aquí tengo todo: diversión y amigos, no necesito más.

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4 comentarios

  1. 1. IreneR dice:

    Buenas, Tecnorot.

    Me ha sorprendido el lugar en el que está el chico. Cuando hablas de las amigas de su madre no me imaginaba eso…

    Hay algunas faltas de ortografía, acentos y comas en su mayoría.

    Aun así me ha gustado tu relato. Sería interesante saber cómo continúa. Qué será del chico cuando “descubra” el lugar en el que vive y será de él en el futuro.

    Un saludo.

    Escrito el 16 febrero 2018 a las 22:08
  2. 2. Laura dice:

    Hola Tecnorot.
    No me imaginaba en qué consistía la casa. Realmente, me ha gustado tu relato.
    Lo único que considero, tal vez algún otro lo aclara un poco mejor, es que prácticamente en todo el relato hablas desde el punto de vista del niño, que presenta una rara dualidad a mi criterio, cuando objetiva las prácticas de la casa, pero no es algo que en modo alguno lo desmerezca. Al contrario, hace más interesante al niño, que no está totalmente pintado como poeta sino sólo como escritor.

    Saludos. Buen año.

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 23:46
  3. 3. Juan Stoisa dice:

    Buenas!
    Me gustó el relato y el recurso de guardar para el final el conflicto ya que al principio parecía unas sencillas entradas en un diario intimo infantil. La lectura es bastante fluida y agradable, cosa que como lector siempre agradezco. Te mando un saludo grande y si te querés pasar por mi relato soy el 31 (el de abajo tuyo)

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 23:15
  4. 4. el chaval dice:

    Hola Tecnorot, me ha gustado tu relato.Pobre criaturas vivir en ese ambiente. No entiendo mucho que la madre y él duerman juntos si ella baja a su habitación donde no hay cama. Parece que Violeta también está en el juego, pero una mujer así no incita a un nicho, y mas tan amiga de su madre. en cualquier caso me ha gustado el tema que has escogido tan delicado.

    Escrito el 25 febrero 2018 a las 16:55

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