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El poeta - por Luis Chagoya

Llego a casa apresurado. Tengo que entregar mi currículo y algunos documentos de identidad para completar la solicitud de empleo. Busco entre carpetas, revuelvo papeles y no encuentro mi acta de nacimiento. Sin embargo, algo llama mi atención. Son fotografías. Las levanto, y comienzo a observarlas detenidamente, entre ellas destacan algunas de mi niñez. Esto me desvía por completo de mi objetivo inicial. Ahora los recuerdos empiezan a invadirme y me transporto hacia ellos.
Han pasado ya algunos años, desde que dejé los pantalones cortos, el trompo y la pelota de colores. Ahora, estas reminiscencias me abstraen de la realidad y me dirigen en caída libre por un túnel hacia mi infancia. Hago un espacio entre las prisas, el móvil y los compromisos, para recordar con cariño y cálida nostalgia aquellos años mozos, donde, por un tiempo fui feliz.
¿Del por qué lo fui?, porqué hacia lo que me gustaba y satisfacía realmente. Y eso, era escribir.
Por esos años cursaba la escuela primaria. No pasaría los 11 años, pero me sentía con suficiente edad para soñar, y plasmar esos sueños en palabras, y esas palabras en ideas, y porque no, esas ideas en versos.
Pero, en realidad no fue sencillo. Tuve que luchar contra los prejuicios de los adultos. Que eres muy pequeño, que mejor a sal a jugar a la pelota como tus hermanos, que saca a pasear al perro. Pamplinas decía, y a regañadientes obedecía. Nunca fui muy bueno en eso de ser rebelde, en cierta forma no sabía decir que no y aunque no me gustara la idea, terminaba aceptando de mal gusto. También era introvertido, me costaba trabajo platicar y hacer amigos. Por lo que encontré en la escritura una forma de comunicarme y plantear lo que sentía.
Como no les agradaba mucho a mis padres la idea de que me pasara algunas horas del día entre libros y letras, buscaba la manera de hacerlo. Escribía a escondidas cuando ya todos descansaban y se disponían a dormir. En la oscuridad de mi cuarto, sacaba una pequeña libreta que yo mismo había fabricado. El frente forrada de cartón y decorada con dibujos en acuarelas, que daban forma a una extraordinaria portada, que con hilo cáñamo abrazaba algunas hojas amarillentas que había conseguido con el señor bibliotecario. Me gustaba el grosor de las hojas y su textura un poco áspera, eran ideales a la hora de deslizar el lápiz. En ellas pude expresar con letras lo que no podía con palabras.
Recuerdo las tardes de verano. Me gustaba el verano. Ya que, en esos tiempos, debido a las vacaciones escolares, me mandaban algunos días a la casa de mis tíos en el campo. Con toda la buena intención de mis padres de aprender otras actividades y cambiar de aires. Y yo por supuesto, encantado. Ya fuera por los paisajes, la tranquilidad, o el contacto con la naturaleza, no lo sé, pero todo en su conjunto me hacía sentir vivo. Al mismo tiempo, esa relativa libertad con que disponía, daba a mi mente un espacio para pensar e imaginar. Y como podrán suponer, mi libreta me acompañaba para no dejar pasar detalle alguno. También llevaba conmigo algunos libros de poesía, entre los que se pueden contar a autores como Benedetti, Sabines, Neruda, Machado, etc.
Soñaba ser como ellos, y poder algún día, tener un libro de poemas. Logré escribir, según yo, varios muy bellos. Por cierto, algunos con ilustraciones que también plasmaba. Jugaba a dibujar con palabras. ¡Como gocé esos años!
Pero el tiempo pasó y me vestí de cordura. Un velo de seriedad fue inundando mi apariencia, tanto por fuera como por dentro. Dejé a un lado mis ilusiones de niño y posteriormente mis sueños de adolescente. Se me escaparon las musas que me acompañaron en mi juventud, y mi cara adusta impregnó mi espíritu. Los años borraron toda evidencia de mi antiguo yo.
Ahora heme aquí, preocupado por encontrar un trabajo que me permita pagar las deudas y sobrevivir. Saltando de un lado a otro tratando de encontrar un camino, que bien no supe donde lo perdí.
Tal vez algún día, recordando a ese pequeño niño poeta, pueda reencontrarme y continuar persiguiendo mariposas y dándole forma a las nubes, que caprichosas cambian de imagen. Así como también cambia la vida.

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4 comentarios

  1. 1. Judith dice:

    Hola Luis,

    Me tocó comentarte más en profundidad. Me gustó mucho tu relato. Sobre todo me gusta mucho el cambio que comienza luego de la frase: “Pero el tiempo pasó y me vestí de cordura.” Describes el paso a la madurez “normal” de una manera muy bella. Es una dura y triste realidad el hecho de que en ciertas familias y en ciertos lugares no se ve con buenos ojos determinadas aptitudes o vocaciones… ¿De qué vas a vivir?

    Con respecto a la parte formal encontré algunos errores que te enumero:

    – porqué hacia lo que me gustaba y satisfacía realmente. – el porque lo lleva tilde. Llevaría tilde si fuera un sustantivo, el porqué
    – mejor a sal a jugar – se coló una a, mejor sal a jugar
    – El frente forrada de cartón y decorada con dibujos en acuarelas, que daban forma a una extraordinaria portada, que con hilo cáñamo abrazaba algunas hojas amarillentas que había conseguido con el señor bibliotecario. – Algo no me suena bien en esta oración, no sé si es la repetición de “que” tan seguida. Quizás si dijeras: El frente forrado de cartón y decorado con dibujos en acuarelas daban forma a una extraordinaria portada que con hilo cáñamo abrazaba algunas hojas amarillentas que había conseguido con el señor bibliotecario. También cambié decorada por decorado porque se refiere al frente por lo que tiene que estar en masculino.
    – Me gustaba el grosor de las hojas y su textura un poco áspera, eran ideales a la hora de deslizar el lápiz. – esa coma no va. Podrías poner una coma luego de hoja si quisieras.
    – Me gustaba el verano. Ya que, en esos tiempos, debido a las vacaciones escolares, me mandaban algunos días a la casa de mis tíos en el campo. – Me parece que la puntuación esta un poco mal: Me gustaba el verano ya que en esos tiempos, debido a las vacaciones escolares, me mandaban algunos días a la casa de mis tíos en el campo.
    – Ahora heme aquí, preocupado por encontrar un trabajo que me permita pagar las deudas y sobrevivir. Saltando de un lado a otro tratando de encontrar un camino, que bien no supe donde lo perdí. – luego de sobrevivir deberías colocar una coma y no un punto seguido. Si quisieras empezar una oración no debería ser con el gerundio. Podrías decir: Vivo saltando de un lado a otro, o algo parecido. La coma antes de que no iría.

    Te hago una sugerencia muy personal: quizás sería mejor que lo que encontrara al inicio del relato fuera ese cuaderno donde el niño escribía y de allí irse de viaje hacia su infancia, primero desde la descripción de ese cuaderno o cómo lo hizo, luego introducir lo que hacía allí y luego la parte de todos sus sentimientos y lo que tan bien relataste de su infancia. Es sólo una sugerencia para darle un hilo conductor más fuerte.

    Finalmente, te repito que me gustó mucho tu relato. Por momentos me sonó un tanto resignado y me transmitió mucha melancolía. Ojalá pudiéramos cambiar ese final donde dice que tal vez algún día pueda reencontrarse, por un inicio de cambio.

    ¡Felicidades! Si quieres leerme soy tu vecina del 137.

    Saludos.

    Escrito el 16 febrero 2018 a las 23:15
  2. 2. Doralú dice:

    ¡Hola Luis Chagoya!

    Muy interesante tu relato. Buen desarrollo de la síntesis de una vida. Está muy bien contado el relato, desde mi punto de vista, no sobra ni falta nada.

    Un abrazo

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 03:40
  3. 3. Pilar dice:

    Hola Luis
    Así es la vida… ¡Es tan difícil vivir de las letras! Dile a tu personaje que no renuncie a escribir, que se puede compaginar con tener un trabajo que salde las deudas, jjjj. Y que ahora que es mayor y lleva las riendas de su vida, ¡que haga lo que quiera, que nadie le limite y menos por ignorancia!

    Judith te ha hecho un buen comentario y yo quiero añadirte algunas cosillas más:
    La edad se pone con letra: once años.
    Los pensamientos o voces de otros personajes fuera de diálogos se entrecomillan «Que eres muy pequeño, que mejor a sal a jugar a la pelota como tus hermanos, que saca a pasear al perro».
    En general está muy bien narrado, explicando lo imprescindible y realmente importante, yendo al grano. La voz narrativa que pasa del presente al pasado sustenta a la perfección ese salto atrás en el tiempo, así como la ralentización del ritmo: muy rápido mientras busca los documentos que le faltan y después lento y suave, al compás de la nostalgia y los recuerdos.
    En fin, es un buen trabajo que puede ganar mucho si pules los pequeños detalles que entre unos y otros te mencionamos, siempre que lo veas adecuado, y que por supuesto no desmerecen la calidad de tu relato y todas las sensaciones que transmites. ¡Felicidades!
    Pilar, 92

    Escrito el 20 febrero 2018 a las 10:36
  4. 4. Nacho S. dice:

    Hola Luis Chagoya. He leído tu relato y me ha parecido interesante como sintentizas el cambio de la infancia y la adolescencia a la vida adulta. Muchos, sino todos, los que pasamos por aquí nos podemos sentir identificados en cierta medida con tu relato. Creo que es su fuerza: la empatía que te hace sentirte identificado con él.
    Respecto a la forma, creo que entre Judith y Pilar arriba lo han cubierto todo. Por mi parte, solo algo que he observado (no se si haya una regla o no) que es que normalmente cuando escribes prosa, no se ponen números a menos que sean fechas o que sirvan de alguna forma a ilustrar el relato. Entonces has escrito “11 años” y creo que habría quedado mejor “once años.” ¡Un saludo!

    Escrito el 20 febrero 2018 a las 13:17

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