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El poeta - por Orestes Artiles

El poeta llevaba recorridos más de ocho mil kilómetros desde la Abadía de Solesmes en Francia hasta el oeste de la India, donde las montañas rasgan las nubes y hacen de ellas girones de algodón. Una travesía donde el tiempo o el hambre no han hecho mella en el espíritu del poeta, decidido a encontrar el por qué de su existencia y de su arte. Muchos os preguntaréis por qué tan lejos de su hogar, a tanta distancia, atravesando Europa y Asia. ¿No había nada más cerca?

Por supuesto. Buscó ayuda y clarividencia entre los monjes y clérigos más importantes del viejo continente: Solesmes, Cluny, Colonia, Pisa, Roma,etc… pero la respuesta fue la misma: «Dios». Al principio creyó que con esto era suficiente; una poesía dirigida a adorar y congraciar a Nuestro Señor. Pero, conforme analizaba su arte y lo comparaba con el Creador, poco o nada tenían en común. Por lo que decidió seguir buscando.

Ahora su objetivo se fijó en los grandes centros del conocimiento del ser humano: las academias y las universidades. Visitó París, Bolonia, Salamanca, Atenas… y la respuesta fue la misma: «la persona, el individuo». Pudo discutir larga y tendidamente con alumnos, profesores y sabios acerca de la razón de su poesía y qué era exactamente la causa y el origen de sus poemas. De entre los oradores, hubo uno que le comentó una sabiduría mucho más antigua y arcaica. Sabiduría de Oriente, de donde nace el Sol y los hombres son viejos como las estrellas.

Visto y oído, el poeta embarcó hacia Egipto primero y Tierra Santa después, pero sin frutos de su empresa en estas tierras. Estaba a punto de abandonar en mitad del desierto, cuando dos ancianos sufíes hablaron de un lugar alto, vetusto y de difícil acceso donde residen los hombres que todavía recuerdan cómo fue la construcción del mundo, tan antiguos como las mismas montañas que los protegen. El poeta, intrigado, siguió preguntando acerca de este lugar tan inhóspito mientras compartía un vaso de té y unos deliciosos dátiles debajo de la refrescante sombra producida por su jaima. Animado por toda la información recogida gracias a estos dos venerables ancianos, volvió a ponerse en ruta. Podemos dar por aclarado el por qué de tan larga andadura y su llegada a tierras indias.

Subió y bajó montañas observando el paisaje desde las alturas, con ojos de niño intentando mantener en su retina todo el espectáculo que se dibujaba a su alrededor. Sus gentes instaron al poeta a descender a donde los caminos se convierten en ríos y la nieve baja en forma de torrente, dando vida y plenitud a las faldas de las yermas rocas. Mientras bajaba, el poeta era recibido en cada pueblo y villa con las manos de sus moradores juntas por la zona de sus palmas mientras inclinaban sus cabezas sonrientes. Sus oídos empezaron a llenarse de historias y relatos de monjes y maestros con poderes sobrenaturales, donde el nombre de uno de estos lamas o Rinpochés sobresalía destacadamente. Tanto que el poeta decidió ir a Nalanda, la morada del famoso maestro.

Nalanda sobrecogió al artista, donde sus pagodas y templos constituían un inmenso laberinto de escalones y túneles decorados con estatuas, relieves y columnas. El olor a incienso llenaba el aire y el resonar de gongs y platos eran la banda sonora de aquel único lugar. Inmediatamente encontró la residencia del gran Guru, el cual se encontraba rodeado de un vasto séquito de monjes entonando mantras mientras giraban una especie de rodillos con grabados en su superficie.

El poeta esperó un tiempo hasta que pudo tener audiencia con el lama. El maestro era un hombre menudo, muy moreno, con unas cejas pobladísimas y una nariz donde sólo había orificios; envuelto en un su túnica azafranada. El lama habló con una voz gutural y un volumen casi imperceptible después de mantenerse unos instantes previos en silencio:
— «El hombre no debe buscar el fin en sí mismo ni tampoco es el hombre el final de todo. Como las rocas fundidas se solidifican en el fondo del océano formando islas; tu obra debe servir de refugio a todos los demás seres sintientes. El fin último de la existencia es la de la compasión hacia ellos y eliminar su sufrimiento. Si no es así, tu poesía estará motivada por el aferramiento propio y carecerá de todo sentido».

No sabemos si el poeta halló lo que buscaba. Lo que sí sabemos es que no abandonó jamás aquel bendito lugar.

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6 comentarios

  1. Hola Orestes. Mientras leía tu relato, pude ver con absoluta claridad todo el tránsito y los paisajes. Una historia contada con un detalle gráfico excelente. El relato en sí mismo contiene una historia muy buena, pero lo que destaco son las descripciones.
    ¡Felicitaciones!

    Escrito el 16 febrero 2018 a las 23:26
  2. 2. Galia dice:

    Hola Orestes, bien planteado el relato desde una base filosófica. Muy bellas las figuras con que describes los lugares. Es un relato que deja al espíritu perfumado de paz.
    Saludos.
    Galia

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 21:25
  3. 3. Orestes Artiles dice:

    Gracias por vuestros comentarios Fernando y Galia.

    Por hacer un apunte, las palabras del maestro están inspiradas e influidas por Shantideva, exactamente de su obra “Guía de las obras del Bodhisatva”. Por si alguien quisiera saber más.

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 23:18
  4. 4. Nats dice:

    Hola Orestes, como lo dicen los demás, me pareció un relato filosófico interesante, la búsqueda del significado para el hombre que está en constante hallazgo. Saludos desde Colombia! Te invito a que me leas en el 71.

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 02:36
  5. 5. Lucho dice:

    Hola Orestes. Primero agradecerte por tus comentarios sobre mi escrito.
    Me gusto tu cuento, es fluído, coherente y rico en lenguaje y esas referencias a sitios del saber. La busqueda queda clara y el progreso del poeta en esa busqueda es creciente. Al final se queda porque para él lo que buscaba estaba allí, así lo desdigas en tu escrito. Uno se queda donde se encuentra uno mismo.
    Algunas observaciones. Imagenes bonitas: donde residen los hombres que todavía recuerdan cómo fue la construcción del mundo, tan antiguos como las mismas montañas que los protegen.
    de donde nace el Sol y los hombres son viejos como las estrellas.
    donde las montañas rasgan las nubes y hacen de ellas girones de algodón.
    Algún problema:pero sin frutos de su empresa en estas tierras. Creo que quieres decir sin encontrar frutos para su empresa (¿) Lo dejo como una inquietud
    Gurú, lleva tílde en la última u
    Podemos dar por aclarado el por qué de tan larga andadura y su llegada a tierras indias. CREO QUE ESE PORQUÉ VA JUNTO. iGUAL EN ESTE: decidido a encontrar el por qué de su existencia y de su arte
    Sugerencia; eliminar la palabra refrescante, creo que toda sombra es refrescante.ADEMÁS CREO QUE SOBRA ESE ADJETIVO.
    Saludos

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 05:04
  6. 6. Marina Duran dice:

    Buenas tardes, gracias por compartir tu relato!
    Más que nada, felicitarte por saber transmitir y hacernos imaginar en nuestras mentes, los paisajes y sentimientos. En mi opinión, no todo el mundo tiene el don de reproducirlo tan bien. Que calma me has transmitido!

    Te seguiré en tus próximos!! Marina Duran

    Escrito el 20 febrero 2018 a las 16:42

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