El Poeta - por Denis Enamorado

El Poeta.
Tal vez por la tarde gris y lluviosa o por el hecho de regresar a la casa de sus padres, al nicho de su infancia, o por el trágico final de su único hermano. Lo más probable es que fuera una mezcla de todo junto. Pero esa tarde se recordó como el pequeño poeta precoz de su temprana infancia, se traslado envuelto en una nebulosa de recuerdos y sueños entremezclados a aquella infausta tarde, en la que inquieto y molesto vaciaba el pequeño cajón de madera donde guardaba sus lápices para colorear. Su rostro enmarcado en un zuño pueril mostraba una seria contrariedad. Su frustración se debía a que no había podido encontrar su lápiz de color verde lima, el mismo que había marcado con dos muescas paralelas circundantes en el medio y las que había pintado de negro. Era el único con el que encontraba la inspiración necesaria para escribir el último verso de cada una de sus poesías, era un ritual escrito en piedra y de ineludible cumplimiento desde que decidió escribir. 25 poemas inconclusos yacían sobre su mesita de trabajo, en una suerte de puzle los armaría uno por uno para completarlos sin ningún problema. Pero sin la ayuda de su crayón mágico, aquello era poco menos que imposible. A pesar de que toda su familia le había insistido que su verdadero talento era el dibujo y la pintura, el decidió ir contra su vocación y ser poeta. Ese día después de buscar su preciado tesoro hasta casi la media noche, no le quedo más remedio que renunciar a la poesía. Fue así que alentado por su hermano mayor que estudiaba pintura, pero tenía poco talento, se dedicó a pintar. Hasta convertirse en un pintor de cierto prestigio internacional, con algunas exposiciones y varias obras vendidas.
Ya poco quedaba de su primer amor en las artes, más de cuarenta años después, apenas se asomaban aquellos ralos recuerdos barnizados por la nostalgia y desteñidos por el paso del tiempo.
Ya después del funeral, reposando su nostalgia en el cuarto de su hermano, sentado sobre su cama pudo divisar y sacudirse con infante emoción, la pequeña caja de metal, de color plomizo, ya descascarada por el paso de los años. El contenido de aquel cofre había sido un tesoro prohibido para él durante toda su vida y estaba muy ansioso por saber que maravillas ocultaba en el con tanto recelo su hermano. No sin antes trabajar mucho logro abrirlo. Para su sorpresa, sólo encontró algunos recortes de periódico, donde se hablaba de sus exposiciones en el extranjero. Con cierta desilusión los extrajo, pero al terminar de sacar el ultimo. Miro con asombro, que pegado en el fondo del cofre, se encontraba el pequeño lápiz de color verde lima, lo reconoció por las dos marcas paralelas con las que lo estigmatizó. Con un cuchillo logró desprenderlo y lo tomó en su mano como si se tratase del cadáver de un pequeño loro parlante, lo guardó con mucho cuidado en la bolsa de su camisa y se dispuso a salir para regresar a su vida citadina. Antes de salir de la habitación, en una pequeña repisa encontró un viejo sobre de cartulina rotulado con su nombre, lo tomó y al abrirlo encontró todos sus poemas inconclusos. Co su mano derecha apretó la bolsa de su camisa y se dispuso a salir, sabiendo que el pequeño poeta daba saltos de alegría, al saberse libre de su largo exilio.