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El poeta - por Servio Flores

Los poetas no deberían de ir a las guerras. Lamento tanto que estés ahí y que veas todas esas atrocidades que me relatas en tus cartas, lamento que sufras tanto.
Espero que pronto puedas volver a casa. Aquí todo sigue igual, excepto que ahora somos personas más tristes. Nos haces falta, vuelve pronto.
Con amor tu hermano Teo.

Hoy amanecimos en las trincheras, la niebla era muy espesa. Ayer luchamos hasta el anochecer, y hoy aún podíamos sentir el olor a pólvora de los disparos mezclado con el olor a óxido de la sangre.

El día llegó y no veíamos más que a tres palmos de nuestras caras. La niebla era densa. Estábamos ahí todos en silencio, esperando la luz del sol, ensimismados, como si esa luz nos trajera otra realidad.

Poco a poco la niebla se fue alejando como si de un caballo blanco se tratara, que cabalgó primero por la pradera y luego por las montañas hasta perderse en el silencio del horizonte.

Cuando el sol iluminó por completo, vinos a los caídos en batalla, desmembrados, con el terror y el dolor congelados en sus caras. Los recogimos con el mayor esfuerzo para darles la dignidad del sepulcro. Los arrastramos con nuestra lánguida fuerza de heridos, de desamparados y los amontonándose en un agujero a medio cavar. Los sepultamos. Deseé por un momento tirarme con ellos y poner fin a este castigo, pero luego pensé en ustedes, en tí querido Teo y en mamá. Quiero volver a verlos. Con todo amor Vincent.

Vincent, es increíble cómo puedes trasladarme a esos lugares donde tú estás. Con sólo leer lo que escribes puedo percibir todo, incluso hasta el olor de la sangre que han derramado tus compañeros. Lamento mucho que sigas ahí y agradezco que estés bien. Te pido que escribas siempre para hacernos saber cómo te encuentras.

Mamá está muy preocupada va a misa todos los días y se hinca durante horas a pedir por ti. Con su artritis y todos sus achaques eso es un sacrificio enorme, Dios te cuidará, aquí te esperamos. Te amamos.

Ayer cambiamos de lugar estamos en un poblado pequeño, apenas unas 20 casas, personas unas setenta quizás. Los lugareños son amables aunque nos ven concierto recelo porque nos consideran una amenaza.

Todos llevan una vida tranquila campestre, siembran sus campos, cuidan sus vacas y las ordeñan, de alguna forma esto me recuerda mucho al hogar.

Estaremos aquí dos o tres días luego partiremos, en cierto modo es más relajante que estar en el bosque o en las praderas. Aprovecharé al máximo estás pequeñas comodidades que brinda el pueblito.
Los sueño siempre. Vincent.

Vincent, ojalá aún estés en el poblado y que las comodidades que tenías se hayan hecho mayores.
Ayer vino tu maestra Tomasita, preguntó por ti y nos contó escenas de tu vida en la escuela. Ella dice que cuando vuelvas debes continuar estudiando, que escribes tan bonito y memorizas todo tan fácil que sin dudas serás un profesional.
Los poetas no deberían de ir a las guerras y los niños tampoco. Tú eras ambas cosas, un niño poeta. Cuídate mucho.

Teo, escribo con la mayor vergüenza que un hombre puede sentir. Los pobladores nos abrieron sus casas, nos dieron de comer, nos prestaron sus mesas y sus cuartos, sus animales, nos dieron su amistad.
Y de pronto todo cambió vinieron órdenes superiores que debíamos arrasar con el poblado porque ocultaban enemigos que eran disidentes.

Algunos nos sublevamos, fuimos llevados al calabozo, encerrados mientras arriba los compañeros destruían todo.
No te cuento sobre los gritos que escuché, sobre el dolor, sobre las voces pidiendo piedad porque recordarlo aún me quebranta.
La guerra es algo que no comprendo. Odio estar aquí, odio esto.
Pero somos varios los que estamos en contra, estamos unidos.

Vincent, cómo quisiera ser yo quien estuviera en tu lugar, pero ya ves, desde esta silla de ruedas poco puedo hacer. Debería ser yo tu hermano mayor quien estuviera allí y no tu.
Vincent perdón. Eres solo un niño, deberías estar jugando, cantando, aprendiendo a ser bueno.

-¡Hijo! Es hora de cenar, Vincent, date prisa, dejen de jugar. Ya no gasten más papel. Trae a tu hermano.
Los niños se acercaron a la mesa, Vincent empujando la maltrecha silla de ruedas de su hermano, hablándole en lenguaje de señas.
Mientras la madre miraba las páginas llenas de letras y dibujos.

-No sé qué tanto escriben, si al menos pudiera leer. -Pensó, mientras acomodaba otro grupo de páginas dentro del baúl.

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3 comentarios

  1. 1. Héctor Romero dice:

    Cómo siempre un placer leerte. Los nombres de los personajes, casi una dedicatoria. Ese final me ha encantado. El resto de comentarios en persona. Felicidades

    Escrito el 17 febrero 2018 a las 05:29
  2. 2. Denis Enamorado dice:

    Hola Servio.
    Me gustó mucho tu relato, planteás de forma muy ingeniosa el drama de la guerra y las miserias humanas expuestas como un juego de niños. Además de la siempre agradable lectura del cruce de correspondencia.
    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 18 febrero 2018 a las 18:49
  3. 3. Doralú dice:

    ¡Hola Servio Flores!

    ¡Qué sorprendente relato. Es increíble como logras plasmar la brutalidad de una guerra y las vicisitudes de una familia desmembrada a través de las cartas de un niño. Qué tristeza que esos sean sus juegos.

    Me parece que está bien estructurado tu relato, con un buen empleo de las reglas de redacción y ortografía. Con un final inesperado para mí, que deja ganas de conocer más sobre Vincent y Teo.

    Un abrazo

    Escrito el 19 febrero 2018 a las 02:38

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