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Esperanza - por Ceyla Ramos

«¿Podré hacer esto solo?», se preguntó Francisco mientras caminaba por los pasillos del hospital cargando la maleta que su esposa había preparado. Fue hasta la habitación 502 pero se detuvo en seco en la puerta. El cuarto estaba vacío. Una cruel jugada de su mente lo hizo llegar hasta la habitación donde su mujer había estado los últimos días. Recordó entonces, con dolor, que ella ya no estaba allí.

Se dio vuelta y como un autómata caminó hasta la sala de espera del piso inferior. El lugar estaba lleno de personas felices. Se sentó en un rincón para no desentonar. Quiso descansar, pero su mente lo atormentaba reproduciendo una y otra vez la pregunta más difícil que le habían hecho en toda su vida.

—¿La madre o la bebé? —le preguntó el cirujano en aquella ocasión.
—¡Las dos! ¡Tiene que salvarlas a las dos! —respondió desesperado.
—Señor, ya le expliqué la situación. Tiene que decidir rápido para que podamos proceder.
—¡Salve a las dos! ¡Eso es lo que tiene que hacer! —gritó descontrolado.

No entendía por qué le preguntaba algo así. Las dos eran importantes. Las dos tenían que sobrevivir.

—¡Doctor, se nos van! —gritó una enfermera.

El médico corrió de vuelta sin esperar la respuesta. Francisco trató de seguirlo pero se lo impidieron. Una enfermera lo llevó hasta una silla donde se sentó a rezar.

Habían buscado ese bebé por años y ahora, cuando estaban a punto de ver sus sueños cumplidos, todo se caía a pedazos.
Nunca había sentido tanto miedo, aunque tampoco imaginó que ese era sólo el primero de miles de miedos aún mayores.

Ahora recordaba todo aquello como si fuera una película, como una pesadilla lejana, como un pedazo de vida ajena que le tocó vivir. Pero el dolor seguía latente en su pecho.

—¿Señor Quintero? —La voz de una enfermera lo sacó de sus pensamientos. Francisco levantó la mirada sin pronunciar palabra y sus ojos tristes revelaron su identidad. —Acompáñeme, por favor.

La mujer lo llevó a una habitación, tomó la maleta que él llevaba en las manos y salió. A los pocos minutos volvió acunando una pequeña bebé envuelta en una mantica rosada que su esposa había comprado.

—¿Viene solo? —le preguntó.
—Sí.
—¿Ya había hecho esto antes? —Él negó con la cabeza. —Está bien, no se preocupe, yo voy a ayudarlo.

La mujer se acercó y le entregó la bebé. Era la primera vez que la sostenía en sus brazos. Estaba dormida y su semblante estaba lleno de tranquilidad, ajena a la tragedia que la rodeaba, desconociendo que tendría que enfrentarse a la vida sin la compañía de su madre.

—¿Cómo está? —preguntó sin dejar de admirarla.
—Muy bien. Nació con el peso y la talla de un bebé a término. Le hicimos todos los exámenes y está perfecta. A pesar de todos los pronósticos, la situación de su madre no la afectó.

Francisco sonrió consciente de que su esposa había cuidado de su hija hasta su último aliento.

La enfermera le dio indicaciones sobre el cuidado de la niña, y por primera vez en mucho tiempo se sintió despierto. Puso toda su atención en cada una de las palabras de la mujer, como un niño ansioso por aprender.

—¿Ya pensó algún nombre?
—Esperanza, igual que su madre.

Francisco miró de nuevo a la bebé y un nuevo sentimiento, desconocido y abrumador, nació en él. Su corazón latía con fuerza por aquella pequeña. La amaba más que a nada en el mundo. Pero al mismo tiempo, un terrible miedo lo agobiaba.

—No sé si tengo fuerzas para hacer esto solo —dijo mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
—Claro que sí —dijo la enfermera con una sonrisa melancólica—. La fuerza que necesita la tiene justo en sus manos.

Esperanza se movió entre sus brazos y abrió sus pequeños ojos. Esos ojos, tan hermosos como los de su madre, lo hicieron sonreír en medio de las lágrimas.

Tenía entre sus manos el regalo que había estado esperando por años. El amor por su esposa materializado en una hermosa niña. En una dulce bebé que ahora dependía de él. De ahora en adelante serían sólo ellos dos, y no podía fallarle. Ella lo necesitaba y él tenía que asumir el reto aunque el dolor estuviera hundiéndolo en el suelo.

En ese instante, en medio de la alegría y la tristeza, Francisco tuvo la certeza de que podía hacerlo, una y mil veces haría lo que fuera por aquella hermosa Esperanza.

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10 comentarios

  1. 1. Netogonzo dice:

    Hola Ceyla,

    Tu texto me transmite sentimientos de tristeza y felicidad en partes iguales, creo que hiciste un buen balance de descripciones para que no se inclinara hacia uno de los lados. Me parece un texto bien logrado con todo y reto incluido. Me ha gustado, te felicito.

    Nos leemos.

    Escrito el 18 julio 2018 a las 01:04
  2. 2. Ocitore dice:

    Hola, Ceyla, está bien tu cuento. No sé si podría calificarse de cliché porque seguro que muchos han escrito sobre ese tema. Por la descripción sencilla y lineal es predecible la culminación, sólo queda por allí una duda sobre si la madre padecía alguna enfermedad. Un abrazo y suerte.

    Escrito el 18 julio 2018 a las 06:17
  3. 3. Carlos Alma dice:

    Hola Ceyla. Me parece que tu relato está bien escrito y tiene buen ritmo. Los personajes me parecen un poco anónimos: me gustaría saber algo más de ellos para involucrarme más con sus sentimientos.

    Escrito el 18 julio 2018 a las 11:36
  4. 4. IreneR dice:

    Buenas, Ceyla.

    Me ha gustado mucho tu relato. En especial porque la historia del padre me toca un poco de manera personal. Los médicos nunca deberían de hacer a ningún padre elegir de esa manera, o tu mujer o tu hija, me parece algo sumamente cruel.

    Creo que has sabido llevar bien el relato y tampoco he visto ningún error.
    Buen trabajo.

    ¡Un saludo!

    Escrito el 19 julio 2018 a las 08:18
  5. 5. Laura dice:

    Hola Ceyla.
    Buen trabajo, aunque estuve esperando que también la madre se haya salvado y estuviese en otro cuarto. El titulo me llevaba a ello.
    Saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 19 julio 2018 a las 11:37
  6. 6. De vuelto dice:

    Me parece bien construido y narrado. Me agrada la descripción del estado de ánimo del protagonista a través de sus acciones. Concuerdo con Ocitore en que es predecible, lo que le quita puntos. Será porque sabíamos que tenías que responder a la pregunta inicial?

    Mi relato es el número 20.

    Escrito el 19 julio 2018 a las 14:33
  7. Un relato brutal apoyado en una situación imposible. Me desarmó. Felicitaciones.

    Escrito el 20 julio 2018 a las 14:26
  8. 8. M.L.Plaza dice:

    Hola Ceyla.
    Me parece una historia muy bonita, bien desarrollada y muy bien escrita. Conduces muy bien al lector a través del desconsuelo, temor al futuro, y la capacidad de superación de Francisco.
    Por eso me ha chocado esta frase:”Nunca había sentido tanto miedo, aunque tampoco imaginó que ese era sólo el primero de miles de miedos aún mayores.” Por lo que yo he entendido, el texto trata de la superación de los miedos de Francisco,tal y como dices en la frase final: “Francisco tuvo la certeza de que podía hacerlo, una y mil veces haría lo que fuera por aquella hermosa Esperanza.” ¿A qué miedos aún mayores te referías antes?
    Pese a ese detalle, me ha parecido un texto muy bonito e interesante.
    Saludos

    Escrito el 21 julio 2018 a las 03:16
  9. 9. Ceyla Ramos dice:

    Gracias a todos por sus comentarios y sugerencias.
    M.L.Plaza: Con aquella frase me refería, no sólo al miedo de criar a su hija sin la compañía de su esposa, sino también a los futuros miedos que tendrá que afrontar en su labor como padre, que son inacabables.
    Saludos!

    Escrito el 23 julio 2018 a las 02:17
  10. 10. María Jesús dice:

    Hola: Me ha gustado mucho tu relato. Describes una historia triste de una manera tan amena que da pena que se acabe. Y luego el titulo está muy acertado. Enhorabuena.
    Saludos.

    Escrito el 31 julio 2018 a las 15:19

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