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Un mundo de cuatro paredes - por Maurice

Web: http://mauricenipapaian.blogspot.com

Un mundo de cuatro paredes

Me preguntaron si el cuarto estaba vacío, ¿cómo podría estarlo?
Jamás me sentí solo. "Tengo amigos a montones; libros, que aclararon mis errores", cantaba Vivencia. Mis padres me preguntaban si no me aburría en el altillo, tantas horas encerrado, apartado del mundo. Al no estar en la facultad, se me encontraba allí. Ellos no imaginaban mi felicidad, con un microclima que solo entendía y disfrutaba yo.
Una tarde hasta me permití “un fato”; mis viejos nunca se enteraron. Ocurrió cuando viajaron a Buenos Aires a visitar a tío Orlando que estaba enfermo. Fue la última enfermedad del hermano de mamá, que venía ama-gando hacía años con morirse. Al fin cumplió su promesa y se fue. Digo que no viajó; desapareció “para siempre”.
La sobrina de don Vicente Caprari, dueño del billar frente a casa, nos atendía cuando algunas tardes, al regresar del colegio, sabíamos juntarnos con los muchachos para unas partidas. Rosita nos llevaba cerveza con manís salados y papitas fritas. Ayudaba a su tío y era la única moza del boliche. ¡Estaba buena la flaca! Tetona, cintura angosta y culo proporcionado. Me gustaba, y mucho ─en aquella época me gustaban todas─. Veinticinco años ella, diez y ocho yo, ¿qué más podía pedirle a la vida? El asunto fue que cada vez que se acercaba a la mesa ─con papitas y manís─, “me fichaba”. ¡Cómo me fichaba…! Aquella tarde, su tío me pidió no se qué cosa que tenía mi viejo; le dije que papá no estaba, que debería buscarlo; le pedí a Rosita que me acompañara ─excusa─ a casa para entregárselo. Estábamos solos…; lo que quería Vicente estaba arriba, en el “cachivachero”, al lado del “bunker”; entre charla y charla, risa y risa…., la tarde terminó…“tarde”, ¡pero de puta madre!
"Allí nadie me molesta…", continua la canción del dúo argentino. Soy dueño de todos mis actos, y responsable también. La música, que me gusta escuchar a todo volumen y a mis viejos les “seca la mente”, impregna las cuatro paredes, que ostentan cómo único ornamento la camiseta de River firmada por Bellucci y la repisa sosteniendo libros y autitos de colección. Es el único testigo de las lágrimas ─silenciosas─ que no pude contener al recordar el cuerpo de mi amigo “el Colo”, colgado en el baño de su casa; el choque de la camioneta cuando mis padres viajaron a Perú; la reprobación por tercera vez de Electrotecnia ─después de noches en vela─, materia que trababa mi carrera.
Ciertas noches, cuando termino con las derivadas, apago la notebook y espero la llegada del sueño. Contemplo el placar abierto situado frente a la cama, iluminado por la claridad de la luna, que curiosa, espía por la ventana. Veo, pendiendo de la percha, el traje negro que estrené en mi graduación en la Industrial y que jamás volví a ponerme; la corbata negra con pintitas blancas; todo nuevo todavía, cómo recién sacados de Macowens. Entonces, la nostalgia se convierte en el fantasma que merodea mis recuerdos.
Luisa y mamá son las únicas que suben las escaleras hacia el reducto. Mi vieja, para corroborar la inexistencia de orden; la mucama, para quebrar mi statu quo buscando algún “cadáver” entreverado en las sábanas y colchas. Ninguna comprende que, como la bandera, la habitación no se lava, ni ordena. Sería como barrer sabores y olores míos.
Aquella mañana, después de varios días sin aparecer, el sol acarició mis mejillas obligándome a abrir los ojos. Me costó despegar los párpados que cerré apenas dos horas atrás. En pijama y pantuflas, descendí a tientas las escaleras, buscando uno de los lavabos que se hallaban, para mi desgracia, en planta baja. El de servicio se construyó varios años después, aprovechando las instalaciones sanitarias del principal, que ya existía. Pasé por el comedor. Luisa se ocupaba en limpiar el polvo de las repisas. A pesar de mis pasos sigilosos, ella presintió mi presencia y se volvió.
— ¿El cuarto está vacío, joven? ─preguntó para saber si podía subir a limpiar.
Aturdido, me detuve; la miré.
—Claro ─respondí inconsciente de lo que decía y con el entrecejo algo fruncido─. Bueno, no lo sé todavía ─agregué─.
Seguí caminando hasta alcanzar el cuarto de baño. Entré y cerré la puerta tras de mí. Mientras cumplía el primer acto fisiológico del día, pensaba en lo que acababa de decir a la empleada: “¿Vacío? En rigor no es así, siempre está ocupado”.

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4 comentarios

  1. 1. Karian V dice:

    Saludos Mauricio
    Me gusta tu forma de narrar en primera persona y las descripciones que haces de la vida del protagonista en su cuarto. Sen

    Escrito el 18 julio 2018 a las 00:14
  2. 2. claudia fiori dice:

    Me resultó entrañable tu relato: Vivencia, el bar con billares y la adolescencia con sus experiencias amorosas y de las otras.

    Escrito el 21 julio 2018 a las 04:02
  3. 3. Laura dice:

    Hola Mauricio.
    Me ha gustado tu relato, incluso con la forma totalmente porteña en que lo has hecho, que para mì son un sabor agregado.
    Creo que de todos modos puedes haberlo pulido un poco màs: por ejemplo el excesito uso de que en la siguiente oraciòn: Aquella tarde, su tío me pidió no se qué cosa que tenía mi viejo; le dije que papá no estaba, que debería buscarlo; le pedí a Rosita que me acompañara ─excusa─ a casa para entregárselo.
    El “no sé que cosa” puede ser “alguna herramienta”, incluso le puedes agregar algùn adjetivo que la describa, el “le dije que papá no estaba, que debería buscarlo” confunde un poco porque ¿qué es lo que deberìa buscar, la cosa o el padre?. Por último lo de la excusa, que el padre debe haber sido bastante ingenuo para no cruzar la calle con semejante hija, ¿o esperaba “que se enganche” con el muchacho de la tarde gloriosa?. Por supuesto, son conocidos de toda la vida. Pero dos mas dos es cuatro aquì y en la China.
    En fin, tu texto me ha encantado con el sabor de Buenos Aires derramándose, aunque puede haber sido otra ubicaciòn. No está totalmente determinado.
    Como a la gran mayorìa nos recomiendan, déjalo reposar y puedes modificarlo en algo. Si pasas por el mìo, veràs que tengo màs alcaraciones que texto, por lo que realmente ha fallado.
    Saludos, y no pierdas ese sabor que le has dadoa tu relato pulièndolo. Una cosa es la forma, otra las expresiones que le dan color, que amo.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 21 julio 2018 a las 12:29
  4. 4. M.L.Plaza dice:

    Hola Mauricio.
    Un relato muy original, bien desarrollado, aunque en algún momento me ha parecido algo confuso: hablas de muchas cosas como de pasada.
    Pero me ha parecido un personaje interesante, tu protagonista.
    Saludos

    Escrito el 24 julio 2018 a las 06:45

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