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El cliente - por José M. Fernández

Era la última sombrerería que quedaba en la ciudad. Una especie en extinción. Arturo se preguntaba, a veces, las razones del declive; no se trataba de una cuestión particular, sino de un cambio de costumbres: ocurría que, simplemente, los sombreros ya no estaban de moda. Se usaban, quizás, en alguna ocasión especial: una boda de postín, un funeral, una ceremonia, y ya está. Poco, muy poco. Todos los años veía en televisión, con envidia, las carreras de caballos de Ascot; no por ver correr a los animales, lo que le interesaban eran los sombreros que lucía la gente. No aparecía por aquí, en el horizonte próximo al menos, la posibilidad de algo parecido.
Dos o tres clientes era lo normal en el día a día. Sabía que así no podría aguantar mucho. Para entretener sus ratos muertos, que eran muchos, Arturo se dedicaba a dos cosas: leer literatura inglesa decimonónica y escuchar música clásica en una vieja radio.
En ello estaba cuando sonó la campanita que anunciaba la apertura de la puerta. Miró hacia el exterior; el día se había tornado gris y la lluvia mojaba ya la calle. Un hombre alto y viejo, bien vestido, con un elegante bastón en la mano entraba en su tienda.
–Buenos días, caballero. ¿En qué puedo servirle? –preguntó solícito Arturo.
–Quiero un sombrero impermeabilizado. Esta lluvia me ha pillado desprevenido.
–Claro, claro. Enseguida se lo busco.
Arturo se perdió en el laberinto de pasillos y cajas amontonadas que hacían las veces de almacén. El desorden era aparente pues él sabía donde estaban colocados todos los modelos. Volvió al mostrador con una caja.
–Creo que este le gustará –indicó, mostrando al cliente un bonito sombrero de tonos grises–. Y es impermeable, desde luego.
El cliente se lo probó ante un espejo.
–Sí, me gusta. Tiene usted buen ojo. Me lo quedo.
–De acuerdo, ahora se lo preparo.
–Pero, además del sombrero, quiero comprarle también la tienda.
Arturo se quedó inmóvil, perplejo ante esa propuesta. No comprendía nada.
–Disculpe que no me haya presentado. Soy Moisés Barassa y me dedico a los negocios. Mi último proyecto es construir en esta manzana un centro comercial. Y para ello necesito su tienda. Normalmente para estos trámites mando a mis abogados, pero esta vez he preferido venir en persona.
–Pero, … yo no he puesto a la venta la tienda –respondió Arturo, aún aturdido.
–Vamos, Arturo, ambos somos viejos –odio esa cursilería de mayores– y sabemos de qué va la vida. Su tienda no le proporciona ingresos suficientes; es un vestigio de una época que ya pasó, como nosotros. Le he investigado y le aprecio, créalo. Respeto su trabajo y lo valoro, por ello voy a hacerle una oferta irrechazable.
Mientras Arturo seguía con la boca abierta, Moisés extrajo una pluma de su chaqueta y escribió una cantidad en un pósit amarillo, después se la pasó a Arturo. Este, al verla, se tuvo que sentar. Tardó unos segundos en reaccionar y… aceptó la oferta.
–Con ese dinero podrá retirarse y vivir bien. Se lo ha ganado y yo podré ver realizado mi último sueño. Ambos ganamos. ¿Qué le debo del sombrero? –dijo Moisés.
–¡Eh, … nada! Se lo regalo.
–Usted no tiene porqué regalarme nada. Soy su cliente y pagaré por lo que me llevo. Aunque gracias por la intención. Mañana pasarán mis abogados para arreglar el papeleo. ¿Le viene bien?
–Oh, sí, señor Barassa. Perfecto.
–Encantado de conocerlo, Arturo. Un placer.
–Lo mismo digo.
Nada más salir el cliente, Arturo decidió cerrar la tienda e ir a buscar a su mujer: lo celebrarían comiendo en algún sitio decente. Hoy ya no abriría. La ideal de viaje le vino de golpe, al pasar por delante del escaparate de una agencia con multitud de propuestas. Le propondrá a Carmen un largo viaje, a algún lugar exótico, lejano. Cumplirían así uno de sus sueños. Recordó entonces que debía de hacerse el pasaporte cuanto antes.

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8 comentarios

  1. 1. Susana dice:

    Hola José M. Fernández

    Bueno, tu texto se me hizo lindo pero muy básico.
    Me gusta que al final el señor queda satisfecho y que todos sus años de trabajo culminen bien… pero hasta ahí. Creo que, en mi humilde opinión, pudiste arriesgarte un poquito más.

    Otra cosa! Creí que la palabra “pósit” era un error, pero revisé y no! Yo vivo en frontera con USA y acá le decimos post it, jamás había escuchado a alguien que lo llamara “pósit”. Me enseñaste algo nuevo hoy jaja.

    Si gustas leer o comentar mi reato, estoy en el número 131.

    Sigue escribiendo y que tengas un buen día!

    Escrito el 17 agosto 2018 a las 18:56
  2. 2. Vespasiano dice:

    Hola José M.:

    Es la primera vez que te leo y lo hago gustoso conforme a la posición que ocupas dentro de los relatos publicados.

    Veo una historia sin trama ni conflicto. No obstante es un relato posible de suceder. Lo veo bien redactado a no ser un exceso de comas y dos puntos.

    Ejemplos:
    “…las razones del declive; no se trataba de una cuestión particular”.
    Aquí la coma debería ser sustituida por un punto y seguido:
    “…las razones del declive (.) No se trataba de una cuestión particular”.

    “Nada más salir el cliente, Arturo decidió cerrar la tienda e ir a buscar a su mujer: lo celebrarían comiendo en algún sitio decente”.
    En esta oración creo que sobra la coma antes de Arturo y sustituiría los dos puntos por un punto y seguido.
    “Nada más salir el cliente (,) Arturo decidió cerrar la tienda e ir a buscar a su mujer (.) Lo celebrarían comiendo en algún sitio decente”.

    “Le propondrá a Carmen un largo viaje, a algún lugar exótico, lejano. Cumplirían así uno de sus sueños”.
    En esta oración creo que los verbos: “proponer“ y “cumplir” deberían estar en el mismo tiempo verbal: “condicional simple”.
    “Le “propondría” a Carmen un largo viaje, a algún lugar exótico, lejano. “Cumplirían” así uno de sus sueños”.

    Bueno, la historia me ha gustado ya que el dueño de la tienda está mayor y merece la pena que tenga una buena jubilación, aunque solo fuera por los muchos años que el hombre ha estado trabajando.

    Felicidades y nos seguiremos leyendo.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 18:42
  3. 3. Vespasiano dice:

    Hola:
    Soy yo de nuevo. Apenas una corrección a lo dicho anteriormente.

    En la oración siguiente quise decir:
    “…las razones del declive; no se trataba de una cuestión particular”.
    Aquí el “punto y coma” debería ser sustituido por un punto y seguido:
    “…las razones del declive (.) No se trataba de una cuestión particular”.

    Gracias.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 18:48
  4. 4. Noemi dice:

    Hola José M. Fernández, soy tu vecina del penúltimo piso. Te nemos un punto en común: las viejas sombrererías, por eso me encantó la introducción, en cuanto a el desarrollo y desenlace me recordaron a Roald Dahl y Charlie y la fábrica de chocolate. Ha sido una lectura encantadora, te felicito.
    Saludos

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 00:36
  5. Gracias por vuestros comentarios y sugerencias. Respondiendo a Vespasiano reconozco que tengo una carencia por la abundancia de comas, puntos y comas,… me gusta modular el discurso, aunque a veces es discutible la elección.
    Pretendía crear una historia simple y no estoy de acuerdo en que no haya conflicto: este el enfrentamiento, inevitable, entre lo viejo y lo nuevo, que a veces sale bien y otras mal. Esas pequeñas tiendas especializadas están desapareciendo rápidamente, sustituidas por los enormes y masificados centros comerciales. No es solamente un espacio físico el que se transforma sino también una forma de entender la vida.

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 10:42
  6. 6. María Jesús dice:

    Hola José: Yo creo que tu historia está muy bien desarrollada. Se lee con facilidad y deja un buen sabor de boca. No necesariamente debe haber un final con “fuegos artificiales”, para que el texto sea bueno, aunque para el protagonista del relato si que lo ha habido ya que le han resuelto la vida. A mi me ha gustado.
    Un saludo.

    Escrito el 22 agosto 2018 a las 08:13
  7. Gracias por tu comentario, María Jesús

    Escrito el 22 agosto 2018 a las 09:37
  8. 8. Sergio Coiset dice:

    Hola José. Soy nuevo por acá, estoy leyendo y me animo a hacer algún comentario. Espero el 1 de septiembre para probarme, escribo bastante y este sitio será mi jurado.
    Respecto de tu relato, me encantó, ya que fácilmente fui testigo de esa conversación,fue como si estuviera dentro de la tienda y es lo que me gusta cuando leo,que el escrito me transporte, que me haga ver lo que el autor que que vea.
    Lástima,para mi, el final ya que se trató de una situación ideal. Me quedé esperando que el Sr. Barassa desapareciera de la tienda utilizando esa írrechazable propuesta sólo para hacerse de un sombrero sin pagar. Saludos

    Escrito el 31 agosto 2018 a las 11:04

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