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Pasaporte, horizonte y laberinto - por M. D. Moya

El autor/a de este texto es menor de edad

Observé cómo Ben jugueteaba con nuestros pasaportes con nerviosismo. Apenas habían pasado dos minutos cuando volvió aquel extravagante hombre haciendo malabarismos con las cajas. Las dejó sobre el mostrador con gran estrépito y empezó a abrirlas, haciéndome gestos para que me acercara a ver su contenido.
—Por enésima vez—resoplé—. No voy a llevarme ninguno de sus…—sopesé mis palabras—Interesantes sombreros—él me ignoró y me encasquetó una pamela con plumas rosa chillón en la cabeza. Ben se giró hacia mí conteniendo la risa.
—Lo siento, Marcus-suspiró—, pero es que no le gusta llevar cosas sobre la cabeza. Le preocupa que al estar tapada pueda fundírsele el cerebro o algo así—le fulminé con la mirada—. Estamos buscando a Leila.
—¿Leila? —balbuceó Marcus recuperando la pamela.
—Sí, ya sabes, mi hermana. Rubia, con los ojos azules, un poco más baja que yo. Trabaja para ti ¿recuerdas?
—No trabajo para él—bufó ella saliendo de la trastienda—. Me encargo de que la gente compre algo. Es más fácil cuando la persona que te atiende tiene todos los dientes—sonrió ampliamente, como si tratara de demostrar su argumento. Antes de que me diera tiempo a procesarlo, la hermana de Ben pasó por encima del mostrador y se colocó a mi lado—. Cuando Ben me dijo que su amiga se fugaba no pensé que se referiría a ti.
—No me fugo—murmuré—. Me voy un tiempo de vacaciones—me acomodé mi enorme bolsa de viaje sobre el hombro.
– ¿Y lo sabe tu madre? —siseó ella. Miré a los curiosos hermanos Hamilton. Ben era algo parecido a un ser humano: de vez en cuando, muy de vez en cuando, su parte de persona normal se encendía y era amable, divertido e incluso respetuoso. El resto del tiempo, sin embargo, su parte sarcástica le ganaba. Aún así, su compañía se agradecía. Su hermana Leila, sin embargo, seguramente tenía lengua bífida. Sin esperar una respuesta, quitó las cajas del mostrador y las devolvió a su sitio.
—¿Estás seguro de esto? —le espeté a Ben.
—Desde luego. Es mi hermana.
—Sí, ¿pero hace cuánto que no habláis? —repuse—¿Cinco años? ¿Seis tal vez?
—Leila se fue a la universidad y luego tuvo aquella pelea con mis padres—replicó—. No es su culpa. Confío en ella—aseguró—¿Tú confías en mí?
—Como la rubia me fastidie el plan estarás en un buen lío—resoplé. Ben se puso más cerca de mí. Peligrosamente cerca. Casi podía sentir su aliento mezclándose con el mío.
—¿Y qué harás para castigarme? —musitó, acercando su boca a la mía.
—Por Dios, Ben—gruñó Leila—. Deja a la pobre chica en paz. No ha hecho nada para merecer eso.
Me percaté de que las manos de Ben se habían posado en mi cintura cuando la abandonaron, dejando una sensación fría a su paso. Por primera vez desde que la había conocido, me sentí agradecida con su hermana. Decidí ignorar la sensación que me había provocado la repentina cercanía de Ben. No me explicaba cómo, pero cada vez que hacía un solo movimiento o una palabra salía de sus labios, él daba un paso más, avanzando por el laberinto que había construido alrededor de mi corazón hace años. Sacudí la cabeza para centrarme en mi objetivo. Recordé la conversación que había tenido con Ben días atrás, cuando él me había descubierto en los jardines del campus, ignorando la clase de biología que me estaba perdiendo.
—Así que Eliana, el cerebrito de la clase, hace pellas—rio—. Qué malota.
—Necesito pensar.
—Me parece que ese es el objetivo de ir a clases—repuso—. ¿Es que lo que enseñan no está a tu nivel?
—¿Podrías apagar la guasa por un momento, por favor? Esto es serio.
—¿Qué te pasa?
—No puedo quedarme en mi casa—él me miró como si hubiera oído mal—Es que… Es igual, el caso es que tengo que irme —di un trago de mi lata de refresco.
— ¿Y además bebes bebidas con gas? —exclamó Ben. Le miré entrecerrando los ojos—Cierto. Guasa apagada. ¿Y si te dijera que puedo ayudarte?
—¿Harías eso por mí? —suspiré.
—Por ti, cerebrito, lo que fuera.
Volví al presente al darme cuenta de que los dos hermanos me miraban extrañados.
— ¿Estás segura, cerebrito? —murmuró Ben, dubitativo.
Miré el horizonte a través del sucio cristal de la tienda de sombreros.
—Segura.

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5 comentarios

  1. 1. Gina dice:

    hola,
    Una historia interesante y con un final que no esperaba!
    Buena redacción y descripción, felicidades!
    Nos leemos!

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 02:10
  2. 2. Florencia M dice:

    Hola,
    Encuentro tu texto muy bien escrito, muy dinámico, muy vivo. El final me dejó pensando y no descifro de qué se trata. Pero más allá de eso, es muy bueno. ¡Felicitaciones!

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 22:39
  3. 3. María Esther dice:

    Hola Moya, te pido disculpas, porque leí tres veces tu trabajo y no pude saber de qué se trata. Los personajes sin caracterizar tienen unos diálogos confusos. Al principio Ben parece ser un bebé, al decir “Ben jugueteaba con nuestros pasaportes”, pero después se muestra como un chico.
    Nuevamente te pido disculpas, pero me es imposible emitir opinión .

    Escrito el 21 agosto 2018 a las 01:51
  4. 4. Naiara dice:

    Hola,

    Me parece que el relato está muy bien escrito. Los diálogos le dan mucho ritmo a la historia y creo que tu descripción es muy buena.

    Tengo la sensación de que me falta algo en la historia. Como si me hubiera perdido algo, pero es una sensación.

    Un saludo.

    Escrito el 22 agosto 2018 a las 09:30
  5. 5. Obdulia MolinaJara dice:

    Hola, me agradó tu relato, pero ese final me pareció cortante. Relatas muy bien pero me sentí confusa con los personajes. Buen ejercicio.

    Escrito el 23 agosto 2018 a las 04:04

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