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El perro que quería morirse - por sinombre

¿Cómo es posible que un perro se quiera morir? ¿Cómo, si los animales carecen del pensar del tiempo y no distinguen el mañana del ayer ni pueden imaginar el día en que todo habrá acabado?

Estando yo parado con mi moto en un semáforo, mirando a un horizonte que parecía dudoso y que luego me ha diluviado bien. Un peatón ha empezado a cruzar por el paso de cebra, alguien flacucho que llevaba en las manos un perro pequeño, esquelético y caniche, e iba acompañado por otro perro que le pisaba los pies, y que no era menos defectuoso. Un chucho gordo hecho como de esponja rancia, que luego tenía más años que mi mamá. El dueño, que seguía avanzando sin darse cuenta, no ha visto igual que yo de qué manera al perro trasero le iban pesando los pies hasta pararse totalmente en mitad del cebreado. Me ha mirado diciéndome: tengo una vida de mierda, atropéllame. Y lo hubiera hecho por compasión si no es porque luego se me echa encima la patrulla de los derechos animales.

El dueño, que se ha girado para reclamar la presencia del rezagado, le dice:

—Joder pastor, otra vez igual, siempre lo mismo, coño, estoy hasta los huevos.

Yo le he replicado sin querer dentro de mi casco «Y tú, por qué no coges tú al perro viejo que no puede ni con su alma y dejas suelto al caniche, que por los ladridos que da, ya parece que tenga vida propia».

El dueño le ha amenazado dos o tres veces más «como vaya, como vaya, como vaya que no iré».

Pero el perro se ha quedado quieto sin hacer caso. Con una cara tan triste que parecía impropia del reino animal.

¿Por qué el suicidio de un perro me tiene que ocurrir a mí? ¿No tengo bastantes desgracias con ver el telediario?

El semáforo ha comenzado a parpadear a rojo, y el perro, en lugar de darse prisa, se ha sentado diciendo: aquí me quedo.

El dueño le ha dado un grito que le ha debido romper la oreja «PASTORRRRR», porque le ha hecho dudar un momento. Pero después de un paso que no iba a ningún sitio, ha continuado allí, parando el tráfico.

Un capullo ha empezado a pitarle, un tipo al que se le oía mascar chicle desde el coche. Le gritaba al perro como si lo estuviera haciendo a una persona normal «quieres quitarte coño». El dueño, en lugar de auxiliarle, le decía: «Pastor, ya verás la que te cae cuando lleguemos a casa». Otro peatón, que cruzaba corriendo en el último parpadeo, le ha dado con el pie, como queriéndolo barrer hacia fuera, indignamente.

Joder pobre perro, todo el mundo se mete con él.

Los pitos se amotinaban detrás de los coches, y la lluvia que empezaba a caer, ha hecho que el perro mirara al cielo. Como si no tuviera ya bastante, parecía decir.

Una señora mayor, recientemente viuda por la ágil disposición de sus movimientos, se ha preocupado por el can, que estaba ya a la vista de todos. Lo ha llamado haciendo basurilla con los dedos «Ven perrito, ven bonito». El perro, que sólo ha acertado a pensar que no era más que otra vieja como él, no le ha dado ningún crédito. Se ha arrugado en un buñuelo de lana mientras emitía unos aulliditos paralelos al llanto.

Me bajaré de la moto e intentaré convencer al perro de que su vida puede cambiar. Aunque entienda la infelicidad como un pasaporte para abandonar el viaje sin dar demasiadas explicaciones. Le convenceré de que, con un poco de entrenamiento y frugalidad, se mejoran los sabores y se recupera la movilidad.

Pero no ha hecho falta esperar más, ya que otro motorista, un pizzero de los de la clase que b, de esos que superan en zigzag las emociones, ha cruzado el laberinto de coches en un santiamén y ha continuado hacia la línea de meta en la que se encontraba el perro. Se quejaba el chaval alzando el brazo «pero qué cojones hacéis aquí todos parados» y en vez de esquivar a Pastor, se ha ido a atropellarlo más. Este, que lo había visto venir, ha salido escopeteado, derrapando en el blanco pintado de lluvia, escabulléndose con unos reflejos impensables de su edad, y volviendo con un chillido a la vera de su amo.

Cuánto hijo puto suelto por ahí, ha pensado con el rabo mientras se refugiaba entre sus piernas.

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9 comentarios

  1. 1. Charola dice:

    Ja,ja. ¡Hasta los perros tienen miedo a los motociclistas agresivos!
    Hola, sinombre. Tu escrito me gustó. En cuanto a lo formal:
    -me ha mirado como diciéndome: «tengo una vida…». Lo hubiera hecho por… (este es pensamiento).
    – —Y tú, por qué no coges al perro viejo… (este es diálogo).
    – «Joder pobre perro, todo el mundo se mete con él».
    – «Cuánto hijo puto suelto por ahí», ha pensado con el rabo mientras se refugiaba entre las piernas de su amo.

    Felicitaciones.

    Escrito el 17 agosto 2018 a las 19:51
  2. 2. Mª Jesús Hernando dice:

    Hola sinombre. Divertido y conmovedor relato. Me ha gustado mucho porque es una gran metáfora de la vida: Aunque estemos al borde de un ataque de nervios porque las cosas no van bien, siempre nos agarramos a ella. Es además muy visual, enhorabuena. Nos leemos.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 11:12
  3. 3. Laura dice:

    Hola Sinnombre
    Me ha encantado que hayas tratado el texto teniendo en cuenta lo que pueda el perro sentir.
    Por lo demàs, los aspectos tècnicos te los ha señalado Charola, por lo que no vuelvo a ellos.
    Saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 23:41
  4. 4. Gabacha dice:

    Hola, sinombre, tanto tiempo…

    Al margen de la historia, que es tierna, triste y divertida, todo a la vez, para mí el personaje de tu historia es la mirada del motorista, que transforma una anécdota en otra cosa mayor, que interpreta la ciudad y a sus habitantes. Frente al motorista de clase b que casi se lleva por delante al chucho suicida, antes de llamar a todos los demás parguelas, que sois unos parguelas, el motorista narrador mira y encuentra significados y pensamientos (incluso perrunos) en el asfalto. Ahí están, a mano de quien los sepa mirar.

    En las cosas a retocar, la frase que inicia el segundo párrafo la has detenido con un punto:

    “Estando yo parado con mi moto en un semáforo, mirando a un horizonte que parecía dudoso y que luego me ha diluviado bien. Un peatón ha empezado a cruzar…”

    Creo que debería ir una coma, has expuesto en esa primera parte las circunstancias de la narración y a continuación vienen los hechos, pero ambas, las circunstancias y los hechos forman parte del mismo periodo.

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 10:00
  5. 5. Ana Roda dice:

    Hola sinombre.
    Tu relato me ha empezado a emocionar desde el título.
    Refleja muy bien las diferentes actitudes ante una misma situación.
    Me ha gustado mucho.

    Escrito el 21 agosto 2018 a las 08:24
  6. 6. María Jesús dice:

    Hola Sinombre: Tu relato es quizá el más original que he leído hasta ahora. Me ha parecido muy curiosa la forma en que has desarrollado la historia de un perro harto de la vida, a través de los ojos de un motorista compasivo. Es curioso como otro motorista desalmado, este, hace reaccionar al can haciéndole desechar sus ganas de morir.
    Felicidades. Un saludo

    Escrito el 21 agosto 2018 a las 14:58
  7. 7. Norelkis dice:

    ¡Me ha encantado! Mi tercer favorito.

    Jajaja a pesar del lenguaje soez me he divertido bastante con el relato. Nadie quiere que la Protección Animal les caiga encima y por eso no matan al perro de una vez, al principio creí que era UNA motociclista, aunque creo que el género era masculino… No importa.

    Escrito el 22 agosto 2018 a las 01:17
  8. 8. Norelkis dice:

    Por cierto, me gustaría que pasaras por mi relato, es el 105

    Escrito el 22 agosto 2018 a las 01:19
  9. 9. Susana dice:

    Hola sinombre

    Que bonito relato. Me encanta que uses a un perrito.
    Concuerdo con Mª Jesús Hernando, hay veces en la que uno se siente que ya no puede màs, pero llega algo de imprevisto y no nos dejamos hundir…

    Se me hizo muy linda tu forma de escribir aunque, como soy mexicana, se me hizo algo complicado tu texto por las expresiones, pero no dudè en volverlo a leer 😀

    Si gustas darte una vuelta por mi relato, es el número 131.

    Que tengas bonito día!

    Escrito el 24 agosto 2018 a las 17:05

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