Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Quinientos - por Jose Luis

Era hora de cerrar para la tienda de sombreros de lujo del centro comercial. Leopoldo y Tarsicio, casados desde hacía ocho meses, estaban haciendo caja; bueno, más bien solo el segundo. Si bien trabajaban codo con codo en el establecimiento, era Tarsicio, frisando ya la edad de jubilación, el verdadero dueño. Este había echado a la anterior dependiente, experta en el tema, una amiga con la cual había trabajado desde que abriera el comercio, para enchufar a su esposo. Leopoldo, la verdad, entendía bien poco de sombreros: lo bastante para criticar si uno de estos complementos de adornar la testa era bonito u horroroso… Hay que entenderlo: fue una decisión basada en el amor, no en los negocios.

Leopoldo no llegaba a los cuarenta y cinco, pero estaba muy bien conservado para su edad. Moreno de piel, con todos los pelos en la cabeza, un cuerpo tonificado por ir mucho al gimnasio y hacer buena dieta, tenía planes de futuro en el horizonte, más allá de la tienda de sombreros de su marido. Incluso más allá de Tarsicio…

Mientras uno de ellos se desesperaba buscando cierta cosa por todo el establecimiento, el otro, ya podéis imaginar quién, hojeaba tranquilamente una revista de viajes, arrellanado en un sillón orejón reservado a los clientes que esperaban su turno de ser atendidos.

—¡Un billete de quinientos euros! ¿Cómo se puede perder eso? —murmuraba Tarsicio, creando el caos por donde pasaba. El hombre estaba seguro de haberlo visto; además, hasta lo había tenido en la mano. ¿Tal vez lo dejó encima del mostrador, sin darse cuenta?

Aquella vieja mujer acaudalada, coleccionista de sombreros, estaba cortada por el patrón de las viejas costumbres del siglo pasado. No quiso abonar la cuenta con tarjeta, sino en efectivo, y ahora Tarsicio se lamentaba de la circunstancia.

Leopoldo iba a lo suyo, con sus ojos azules enterrados en una revista que le estaba dando ideas de viaje turístico.

—¡Las escaleras de Montfalcó, en Huesca, Aragón! —murmuró, con tono de pura admiración—. ¡Qué lugar tan fascinante; al lado del río Noguera Ribagorzana! ¡Esas escaleras… son como si colgaran de la misma roca! ¡Casi trescientos escalones!

—¿Qué has dicho, Leo? —preguntó Tarsicio, mientras revisaba frenético los cajones del mostrador, aunque ya había repetido la misma operación varias veces.

—Nada; sólo he expresado en voz alta un pensamiento. ¿Por qué lo revuelves todo?

—¿Te acuerdas de la señora Floripóndez, la que compró el sombrero amarillo de vinilo y fieltro, ese con forma de florero?

—¿El ridículo?

—¡Cállate! ¡Es un sombrero muy moderno!

—Pues siempre me ha parecido horroroso. Me alegro de que ya no esté en la tienda.

Tarsicio se puso furibundo. Hablar con tanta grosería sobre sombreros era como tocarle los… Todavía no había logrado inculcarle a su marido el amor por ellos que lo embargaba a él. Por eso se tranquilizó; mejor ir al grano antes de que se iniciara una discusión.

—Bueno, pero ese no es el tema. El caso es que la señora no pagó con tarjeta, sino en efectivo. ¡Con un billete de quinientos euros, nada menos!

—¡No fastidies! Hoy en día, todo el mundo paga con tarjeta.

—Ella, no… ¡Maldita mujer chapada a la antigua!

—Hace tiempo que no he visto uno de esos… Uno de quinientos, me refiero. ¿Es un billete de color rosa, no? ¿O es morado?

Tarsicio se quedó un poco descolocado.

—¿Eh? Sí, supongo…

—¿Te ayudo a buscar, cariño? Tienes que cuidarte las rodillas.

—Estoy bien —contestó Tarsicio, obcecado. La verdad era que las piernas, y sobre todo las rodillas, lo estaban martirizando—. Tiene que estar por alguna parte. ¡Lo tuve en la mano!

—¿Tu pasaporte está en regla, no?

Tarsicio estaba tan ocupado que creyó haber escuchado otra cosa.

—Verás tú, como no lo encontremos. ¡El roto que le vamos a hacer a la recaudación!

Leopoldo permitió a su esposo seguir rebuscando en el laberinto de cosas tiradas por el suelo de la tienda. Si requería su ayuda, ya se la pediría formalmente. Pero sabía que su marido era orgulloso. Torpe, y cada vez más despistado, no lo quería reconocer, pero el pobre cojeaba ligeramente. Sin embargo, por vanidad, Tarsicio se resistía a usar muleta, como le recomendó el médico, y ya estuvo en un par de ocasiones a punto de caerse al suelo y romperse la crisma. Leopoldo esbozó una sonrisa y se palpó con disimulo el bolsillo del pantalón, donde estaba escondido, bien dobladito, el billete perdido. Estaba decidido. ¡Irían de visita a Montfalcó!

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

8 comentarios

  1. Mmm me lo imaginaba. Supongo que el Leopoldo hace las veces de la mujer. En definitiva no es el tipo de cosas que suelo leer pero esta bien echo. Saludos. Cuando puedas pasas por mi relato el 130.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 19:16
  2. 2. Amadeo dice:

    José Luis:
    Primero agradecerte tus comentarios sobre mi texto.
    El tuyo me gustó, aunque me “demoré” en saber/creer/aceptar, que se trataba de un matrimonio homosexual. Eso me distrajo bastante y realmente no hace al tema central del cuento Un matrimonio hetero podría actuar igual.
    HAy algunos detalles de más, que lentifican y ano agregan
    Buen final
    Saludos
    Amadeo, Argentina

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 00:57
  3. 3. Laura dice:

    Hola José Luis.
    Creo que Tarsicio, con su edad, deberìa saber que los negocios no se mezclan con el corazòn. Donde se come no se.. se dice en mis tierras.
    Caìa de maduro dònde estaban los quinientos euros.
    Desde lo formal, nada tengo que señalar. Tu estilo es muy cuidadoso y fluido.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 00:59
  4. 4. Charola dice:

    Hola, José Luis.

    Muy bien escrito tu relato, ágil y con humor.
    Sin duda el amor es ciego. Jeje.

    Saludos.

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 02:44
  5. 5. IreneR dice:

    Buenas, Jose Luis.

    Me ha gustado tu relato. Es sencillo de leer y engancha.
    El final no da ninguna sorpresa, pero hay algo en los personajes que los hace muy reales. Cada uno tiene su rol preestablecido, un papel que todos conocemos y ellos dos se adaptan a eso a la perfección.

    Un saludo.

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 09:18
  6. 6. María Esther dice:

    Hola José Luis, un relato sencillo,bien llevado,con gracia, empleando las tres palabras del reto en forma adecuada. Era de suponer quien tenía el billete, por la falta de interés que mostraba Leopoldo,disimulada con la información sobre viajes.
    Me gustó,bien escrito.

    Escrito el 19 agosto 2018 a las 14:02
  7. 7. Susana dice:

    Hola Jose Luis!

    Me parece que es el primer relato tuyo que leo, y no me arrepiento. Narras una situación muy sencilla pero muy real, y me encanta la relación entre los esposos! Se ve que la pasan bien 🙂

    También me gustó bastante que utilizaras a un matrimonio homosexual. En Literautas no he leído textos que lleven parejas homosexuales, eso está cool.

    Y respondiendo un poquito al comentario del compañero Amadeo, sí, un matrimonio hetero podría actuar igual y ese es el punto. Cualquier tipo de pareja puede actuar igual que cualquier tipo de pareja…

    Jose Luis, si gustas leer y comentar mi relato, es el número 131

    Bonito relato. Nos estamos leyendo 😀

    Escrito el 23 agosto 2018 a las 18:23
  8. 8. isan dice:

    Hola José Luis:

    Bonito cuento de amor. Lleno de diálogos y bien redactado. Me has sorprendido. Se veía dónde estaba el billete, pero no era esa la sorpresa que tenías guardada. Cuando parecía que le haría un corte de mangas, prepara un viaje romántico a Montfalcó. Deben ser preciosas las escaleras. Muy amero el relato y sin nada reseñable en lo formal porque no hay. Que era una pareja homo se ve enseguida y me parece que ha sido un acierto. No sería igual el relato con pareja hetero. Por rizar el rizo, quinientos euros no dan para ir dos personas de fuera de Europa a Huesca, teniendo en cuenta que se necesita pasaporte. A no ser que estuviera un tiempo haciéndole sisas. Si crees que me he pasado con esta observación, no la tengas en cuenta.

    Un saludo.

    Escrito el 28 agosto 2018 a las 19:50

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.