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La pequeña Venecia - por Andrés Scribani

La densidad del aire en el laberinto aumentó una vez más, G lo percibió por una serie de nuevos lamentos maternales que inundaron la atmósfera del lugar… otro joven había decidido intentarlo. Se sintió dominada por la ansiedad, sin embargo, fue suficiente sacar la deteriorada foto que siempre llevaba en su bolsillo izquierdo para recordar por qué ella misma intentaba cruzar el laberinto.

La pequeña G nació en el pueblo sobre la gran colina, un lugar con mucha gente de bien inmersos en una situación lamentable. La base de esta colina era el límite del pueblo, y por toda su extensión se erigía un gran muro que constantemente crecía y se complicaba, asimilando un laberinto. Ella, como la mayoría, creció acosada por el hambre, desayunando nada más que anhelo mientras escuchaba historias sobre lo maravillosas que eran las cosas en el horizonte, más allá del gran muro.

Cada mañana, desde muy temprano, muchos drones podían ser vistos cargando comida desde el horizonte hacia el pueblo. Con el pasar del tiempo la pequeña G aprendió que esos drones eran enviados por personas que alguna vez vivieron allí y consiguieron superar el laberinto; era una maravillosa forma de apoyar a sus familiares desde el otro lado. Ella, inspirada por este hecho, fantaseaba con hacer lo mismo y poder comer al menos más de una vez al día.

Pasaban los años y todo parecía siempre empeorar, ya no solo el hambre era un problema, también la soledad comenzó a reinar en el pueblo. Cada día había un rostro menos en las reuniones familiares, sobre todo aquellos de apariencia más joven. Generalmente se aventuraban a cruzar el laberinto quienes tenían menos que perder y todo un futuro por delante. Era algo muy triste ver cómo algún primo o hermano se despedía de G para embarcarse rumbo a un destino incierto en el horizonte; el miedo dominaba la escena, todos lloraban y esperaban que no sucediera lo peor.

La situación llegó a tal proporción que fue necesario establecer puntos de control policial en las entradas del laberinto para evitar que más jóvenes desesperados desaparecieran intentando cruzarlo por su cuenta. La policía debía detener a todo aquel que no poseyera pasaporte; documento que funcionaba como salvoconducto y que solo era entregado a ciertas personalidades de importancia considerable en el pueblo. Sin embargo, la situación degeneró con gran rapidez y cualquier joven que se acercara a uno de estos puntos de control con suficiente comida para el policía que lo custodiaba, podía luego intentar atravesar el laberinto sin temor a ser castigado o detenido.

Fue de esta forma como G obtuvo su pasaporte, con muchísima determinación y sacrificio, comiendo aún menos cada día para poder llevar comida al punto de control más cercano; también entrevistó a todos los conocidos que la pudiesen aconsejar con su aventura, y terminó arriesgando su bienestar con el fin de, en un futuro cercano, tomar las riendas de su vida, dejar de estar a la deriva y alimentar mejor a toda su familia.

G había tomado su decisión y estaba convencida de por qué era necesario sacrificarse en pro de los suyos. El día de su partida solo la acompañaba la fotografía de aquellas personas que tanto amaba y de los cuales no tuvo el valor de despedirse. Pasó 6 días deambulando entre los fríos, solitarios y terroríficos pasadizos del laberinto. Una vez que consiguió superar lo que pensó sería su único desafío, se topó con una serie de nuevos obstáculos: idiomas que desconocía, rechazos por ser diferente, formas de vivir que no entendía y le eran ajenas, la sensación de encontrarse fuera de lugar…

Pasaron los meses y una renovada, invencible, segura y fuerte G había dominado su entorno. Hoy caminaba con una particular sonrisa en el alma, se sentía apabullada y con una mezcla de satisfacción y nostalgia. Constantemente recibía noticias de su familia luego de cada envío de comida, sin embargo, cuando regresó el drone de esta mañana no trajo consigo la habitual carta de ellos, en cambio, recibió de su parte una fotografía, similar a aquella que la acompañó en su viaje y que aún se encontraba en su bolsillo izquierdo, esta vez los rostros de la imagen estaban cubiertos por cachetes más inflados y semblantes más felices. Tomó ese hermoso retrato, agradeció al cielo por verlos nuevamente, aunque fuese de ese modo, y besó con mucho amor a cada uno de los que allí se retrataron… una lágrima de felicidad recorría su mejilla, había logrado su cometido.

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10 comentarios

  1. 1. De vuelto dice:

    Me gusta la metáfora y el uso de elementos del cotidiano. No me gusta el desarrollo, a veces lento, a veces apresurado, que no me dejó disfrutar el texto.
    La solución es interesante.

    Mi relato es el #45

    Escrito el 17 agosto 2018 a las 23:11
  2. 2. El unicornio lector dice:

    Hola Andres! gracias por tu comentario en mi relato, tomare en cuenta lo que me dijiste 🙂
    Tu relato me gusto mucho, es una historia que si no tuvieras el limite de palabras, seguro le podrías sacar provecho, hacerla mas larga y profundizar en ciertos puntos. Creo que es una historia que te da esperanza.
    Si no te molesta decirme, ¿en que te inspiraste?

    Un saludo.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 19:46
  3. 3. Andrés Scribani dice:

    La etimología de Venezuela (mi patria) históricamente se ha atribuido al diminutivo de la palabra Venecia. De allí el título del relato y mi triste inspiración.

    Escrito el 20 agosto 2018 a las 07:44
  4. 4. Piquillin dice:

    Hola Andrés. Gracias por tu comentario a mi relato.Me gustó mucho tu relato, la historia y la forma de contarlo.Me pareció muy original la metáfora para narrar la realidad de nuestros pueblos latinoaméricanos. Felicitaciones, me gusta tu estilo.

    Escrito el 20 agosto 2018 a las 20:33
  5. 5. Sofía dice:

    Hola Andrés. Tu relato me conmovió muchísimo, pues entiendo y me veo en la misma situación de G; capturaste exactamente todo lo que se siente tomar esa decisión de abandonar nuestra pequeña venecia.
    Gracias por ese relato tan lindo y felicitaciones por tan buen trabajo.

    Escrito el 20 agosto 2018 a las 22:05
  6. 6. marazul dice:

    Hola Andrés tratas de una forma muy literaria el tema de la emigración. Este problema puede aplicarse a determinados países de America, y también de Africa. Lo que se siente, el desarraigo, los seres queridos, lo desconocido, la esperanza de llegar a un sitio mejor…
    Un tema muy actual bien escrito.
    Como casi todos hay que repasar la puntuación y evitar repeticiones. Por lo demás un buen relato.
    Saludos

    Escrito el 24 agosto 2018 a las 14:49
  7. 7. Menta dice:

    Hola Daniel Scribani: Tu relato me ha gustado mucho, tanto, que en lugar de escribir relato he escrito regalo.
    Desde España estoy viviendo los problemas de tu “pequeña Venecia” y me duele que estén ocurriendo estas cosas.
    Deseo que tu pluma siga siendo testigo de estos hechos ¡suerte!
    Espero seguir leyéndote.
    Un saludo, Menta

    Escrito el 31 agosto 2018 a las 21:52
  8. 8. Menta dice:

    Hola Ocitore: Realmente me ha gustado tu relato. Los viajes a otros tiempos me entusiasman, sobre todo cuando regresan los viajeros y cuentan su aventura. El final es perfecto para cerrar el relato.
    He encontrado dos cosas que debes corregir:
    1.- “no se vaya “ha” equivocar”. El “ha” es sin h.
    2.- “revolver” Lleva acento en este caso: “revólver”.
    Enhorabuena, un saludo, Menta

    Escrito el 31 agosto 2018 a las 21:57
  9. 9. Menta dice:

    Hola de nuevo Andrés: Me he equivocado…

    Escrito el 31 agosto 2018 a las 21:59
  10. 10. Norelkis dice:

    ¡Hola Andrés!

    No sé por qué tuve la ligera impresión de que con Venecia te referías a Venezuela. Mmmh…
    El relato es verdaderamente bonito, es el noveno favorito que tengo hasta ahora. Logras captar mi atención desde el primer momento, es entretenido ver cómo narras la lucha y anhelos del personaje femenino.
    No hay muchos personajes femeninos que me agraden tanto dentro de la literatura como en la televisión, pero sin duda la pequeña G se ganó un puesto en mi corazón. 😀

    Me gustaría que me visitaras, estoy en el 105

    Escrito el 1 septiembre 2018 a las 21:30

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