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Borsalino de café - por Miguel Rojas

Web: http://miguelrojas.flu.cc/

Ante lo que me caracteriza diré que nada me caracteriza, porque esa es la verdad. Mi viejo suele organizar tertulias en la entrada de la tienda después de cerrar, una vez a la semana. Vienen amigos suyos a hablar de ideologías controversiales, y a mí se me permite estar presente.

—El capital y el consumo es lo único que mueve al mundo —dice mi viejo, arreglándose su sombrero bowler, como queriendo afianzar su posición—. De lo contrario no hubiese adquirido este local, ni comprado el material para diseñar sombreros, que junto a mi linda hija fabricamos.

—Todo muy genial, Rolando —dice uno de sus amigos—; pero sería más fácil para mí adquirirlos si bajaras esos precios. Eso…

—¡No me vengas con tus ideas de que todos somos iguales!

—¡Pero claro que sí! Luego, cuando crezcas como empresario, probablemente dejes de producir sombreros, y te dediques a invertir en la bolsa y dirigir multinacionales para zurrar nuestros derechos económicos. Aparte, eliges a tus empleados muy rigurosamente, y no les pagas completo. ¿No sería genial que hubiese voluntarios y de paso aumentar los salarios? Tu bowler te representa, es la cúspide del monopolio.

—¡Bueno, basta! —Mi viejo se para rápidamente de su silla y alza su bastón contra el señor—. ¡No voy a tolerar calumnias!

Y por ahí empiezan las discusiones de todas las semanas. En realidad yo de participar no hago nada, solo oír. Estas cosas no son de señoritas como tú, dice mi viejo, levantando su bowler con la mano. En el mostrador los empleados cuentan billetes, más atrás las mujeres preparan los modelos para confeccionar. A mí me gustaría hacer ambas cosas, pero él solo me lleva a la trastienda y me deja a cargo de la Señorita Moore, una británica de rostro macizo, piel blanquísima, hermoso cabello castaño y liso, ojos azules y penetrantes, siempre lleva un borsalino color café… ah, y tiene un español muy impecable. Es perfecta…, pero mi viejo me mataría.

La Señorita Moore es la encargada de la línea de producción y de las máquinas de coser desde hace dos meses. Me siento delante como una alumna más mientras escucho su clase. No puedo evitar prestar atención a su acento. «Cuando se acabe la guerra iré a Londres», pienso sin pestañear, mirando por la ventana y deseando tener un pasaporte, hasta que ella se dirige a mí.

—Paz —dice. Mi madre me puso así porque decía que ese era el sentimiento que yo transmitía: paz. En las tertulias soy el centro de la discordia, pero en sus labios suena distinto.

—¿Ah?

—Paz, presta atención. Podrás ser la hija de Rolando Alcázar, pero aquí eres otra alumna. Concéntrate y deja de ver el horizonte. —Las miradas de las demás se posan en mí, y la cara se me pone como un tomate.

—Pero yo…

—Paz Alcázar, no seas insolente. Cuando acabe la clase quiero hablar contigo.

Acabada la clase, me quedo con la Señorita Moore y con mi viejo, el cual entra en actitud de reprobación. Después de la inacabable charla y de recordarme «cuál es mi lugar», la señorita me deja un papel sobre la mesa. En él dice que me cita a las cuatro para el té, ahí mismo en la tienda, mientras mi viejo hace unas vueltas. Extraño.

—Dime, Paz —dice mientras me sirve un poco de té—, ¿has pensado en lo que quieres hacer?

«Por supuesto que he pensado en lo que quiero hacer, y es marcharme contigo lejos de aquí; y, cuando acabe esa absurda guerra, que me lleves a visitar tu país».

—No, señorita, la verdad es que no. —Las manos me tiemblan. Ella observa en silencio cómo se forman ondas en el líquido.

—Qué curioso. La verdad, querida, es que todas estamos atrapadas en un laberinto circular.

—¿Laberinto? —pregunto.

—Sí. Intentas buscar una salida, una salida para todo. Quieres crecer, pero a unos hombres se les antoja ponerse a conquistar territorios y sembrar terror. Vine aquí por miedo, buscando esa salida. Te tiembla la mano. ¿Puedo preguntarte por qué?

«Porque no te puedo tener cerca, idiota».

—Bueno, me parece extraño contártelo, pero mi padre es de esos hombres.

—Y lo entiendo perfectamente. Hagamos una promesa de amigas, ¿sí?

—Pero usted…

—Nada de usted, trátame de tú. Necesito que seas más aplicada en clase, ¿está bien?

—Está bien —suspiro.

—Genial. Y para que veas que no soy un monstruo, te doy mi borsalino —dice quitándoselo.

—Oh, no…

—Oh, sí. —Y me lo pone.

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7 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Miguel Rojas:
    Gracias por participar. Hay un conflicto evidente en la protagonista: no le gusta el rol que cumple. Pero, en mi opinión, te extiendes demasiado en la figura del padre y sus amigos, haces polémica por medio de los personajes, pero no tejes acciones. También hay varias pistas, todas ellas sueltas, que no permiten resolver ese conflicto de Paz; solo distraen la atención, sin llegar a cerrar la historia. Percibo falta de unidad y continuidad en tu relato. Un saludo.

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 01:24
  2. 2. De vuelto dice:

    En la caracterización de los personajes, en la estructura del texto y hasta en los diálogos noto madurez en la escritura. Hay algo en la forma de exponer los hechos que me parece un poco forzado, o quizás no me convence el final. Me parece muy abierto, como si fuera parte de un relato mayor.

    Mi relato es el #45

    Escrito el 18 agosto 2018 a las 07:21
  3. Hola Miguel Rojas,
    Magnífico texto bien trabajado para un taller como este. La importancia de este trabajo es que aparece algo que a menudo nos olvidamos, en nuestra afición de escribir. Y es que con independencia de lo bien o mal que esté escrito un cuento, o una novela, lo importante es que el lector tenga una idea clara de qué está ocurriendo en el argumento y cómo eso afecta internamente al protagonista Por eso la cosa no va de lo que alguien hace, sino de por qué lo hace..(*)
    Es un estilo de narración sumamente atractivo para experimentar con él. Pertenece a esa forma de relato escorada más a lo Hemingway conocida como teoría del iceberg : «el verdadero significado de un texto escrito no debe ser evidente a partir del relato de superficie, más bien, el quid de la narración tiene que residir por debajo de la superficie y traslucirse».
    Lo dicho, es un campo interesante. Una técnica que ayuda al distanciamiento de los personajes.
    En la Wikipedia hay una buena fuente de información sobre esta teoría del iceberg o de la omisión
    https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_iceberg
    En resumen, gracias por este aporte que me parece muy meritorio y aprovechable.

    (*)Lisa Cronhttps://www.jotdown.es/2018/07/lo-que-la-ciencia-sabe-sobre-como-y-por-que-nos-engancha-una-novela/

    Escrito el 21 agosto 2018 a las 18:08
  4. 4. Carmen Sánchez Gutiérrez dice:

    Hola Miguel
    Tu estilo es bueno, me gusta como describes a los personajes. Efectivamente tienes experiencia en este arte, pero la trama queda incompleta, demasiados conflictos sin resolver. Parece una parte de un relato mayor, y creo que promete.
    Un abrazo.

    Escrito el 21 agosto 2018 a las 22:19
  5. Me imagino a Paz liderando un movimiento de izquierda y devolviendole la dignidad a los trabajadores y teniendo a su padre como antagonista.

    Eso, y saludos.

    Escrito el 22 agosto 2018 a las 15:02
  6. 6. Estel Vórima dice:

    En. Esta escena tratas los conflictos emocionales de la protagonista rodeada a su vez de los conflictos externos, como la guerra y la política. El relato parece formar parte de otro mayor, ya que aunque el final es abierto los conflictos también, así que deduzco que en un novela se resolverían.
    Sigue escribiendo tu vecina, Sueños Escritos.

    Escrito el 24 agosto 2018 a las 08:11
  7. 7. Laura dice:

    Hola Miguel.
    Veo un poco forzado lo de la discusiòn en la trastienda. Es demasiado organizada, demasiado prolija para mì.
    Lo más interesante de tu relato, a mi juicio, es la cuestiòn de Paz con la inglesa. ¿Seguirá la historia?
    Saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 29 agosto 2018 a las 11:45

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