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Los girasoles - por Jose Luis

Ambrosio y yo estuvimos largo tiempo resguardados en la trinchera, apretujándonos contra el muro de tierra, mientras los obuses pasaban por encima de nosotros. El ruido de la artillería, procedente tanto de nuestras baterías como de las del enemigo, era ensordecedor. Aquella jornada, tan importante para uno de los dos, temí que alguno de esos malditos obuses nos barriera. Cerré los ojos y traté de imaginarme que estaba en otro lugar. Mientras tanto, mi amigo silbaba… de pura felicidad.

—¡Deja ya de silbar, coño! —grité.

Con razón él estaba contento, porque, a no ser que un obús o alguna bala lo impidieran, aquel sería su último día de servicio.

Ambrosio me cayó bien desde el principio. Esquivo, evitaba mirarte a los ojos y hablaba poco, pero era un compañero fiel al que podías confiarle tu vida. En aquel condenado campo de batalla, surcado de trincheras y agujeros de mierda, donde una jornada podías avanzar con tu batallón diez metros, y a la siguiente tenías que retroceder otros veinte para sobrevivir; verdadero infierno de tierra mezclada con sangre a partes iguales, debías poder apoyarte en alguien para mantenerte cuerdo. Para mí ese alguien era Ambrosio. Cuando acabase toda esta locura, si lográbamos continuar con vida, teníamos intención de conservar nuestra amistad. Lo invitaría a mi casa, para que conociera a mi familia y a la guapa de mi hermana (suelo hacer de “celestino” para ella si considero que algún tío la merece).

Sin embargo, yo no acudiría a la suya. Ambrosio me detalló lo mal que lo pasó de pequeño, aunque pensé que exageraba. Su padre tuvo que emigrar para trabajar, y su madre enferma se quedó en el hospital para recuperarse. Ambrosio quedó al cuidado de su abuela paterna, por lo visto una persona cruel que se lo hizo pasar fatal hasta que tuvo edad suficiente para ingresar en el ejército. Atendiendo estrictamente a sus reglas, Ambrosio era demasiado enclenque para convertirse en soldado, pero en aquella época desesperada, con una guerra que se alargaba, nuestra patria precisaba de cualquiera que pudiera disparar un arma, y por suerte fue admitido en su seno sin poner trabas. Aunque amaba nuestra patria, lo hizo exclusivamente para alejarse de su abuela, lo cual explica con acierto la clase de persona que era aquella mujer, fuerte como un ogro, que nunca dudó en castigarlo con el cinturón por la menor falta.

El enemigo cesó de disparar, trayendo un rato de calma a la trinchera. Me sacudí el polvo de encima y miré la sonrisa de Ambrosio. Sentí un poco de envidia. Él iba a dejar este infierno al acabar el día y yo aún tendría que soportarlo durante un mes más. Todavía podían matarme en cualquier instante…

—Entonces, ¿ellos te esperan en casa? —le pregunté.

—Sí. Mi padre regresó y mi madre se ha recuperado. Encima, han metido al ogro en una residencia. Luego te enseño el obsequio que me enviaron.

—¿A qué esperar?

Ambrosio se reía.

—Joder, casi me olvido. —Saqué de mi mochila una carta sellada, remitida por el Alto Mando—. ¡Supongo que te notifican que ya puedes licenciarte, suertudo cabrón!

Tras leer la carta, el rostro de Ambrosio mostró un cambio radical. Pregunté qué ocurría, mas no respondió. Antes de que pudiera insuflarle ánimos, los disparos de artillería del enemigo arreciaron, y tuvimos que volver a apretujarnos contra el muro de tierra de la trinchera.

Yo me jactaba de conocerlo bien, pero me equivoqué… Ambrosio se desprendió del casco, y luego la parte superior del uniforme militar. Sorprendido, no pude ni pensar en impedírselo. Me fijé en que llevaba una camisa decorada con hermosos girasoles. Quizá era el regalo de sus padres, pero no pudo elegir peor momento para mostrármelo. Para poner en mayor entredicho mi conocimiento sobre él, arma en mano, súbitamente mi amigo escapó de la relativa seguridad de la trinchera, sin que yo pudiera hacer nada, y se lanzó disparando hacia el enemigo, con su camisa de girasoles como única protección. No duró mucho, porque enseguida una ráfaga de balas segó su vida.

Me quedé de piedra… infinito rato. Después recuperé aquella maldita carta del suelo, y cuando la leí pude juzgar…, empatizar mejor. Informaba que sus padres habían fallecido en un accidente, y que cuando retornara al hogar estaría obligado a convivir con su abuela, único pariente vivo que le quedaba.

Tal vez Ambrosio omitiera ciertos detalles del pasado. El caso es que prefirió morir por su patria antes que vivir por su familia.

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7 comentarios

  1. 1. Karian V dice:

    Felicitaciones Jose Luis:
    Me llevaste al campo de batalla de la guerra y al de Ambrosio. Tu relato mantiene el interes hasta el final. Mucho éxito.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 00:58
  2. 2. Laura dice:

    Hola José Luis.
    Tu relato está muy bien escrito, nos llevas al ambiente de las trincheras y las amistades que allì se tejen, pero… ¿no había otra opción para Ambrosio?
    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 11:55
  3. 3. ortzaize dice:

    hufff hola atenta hasta el final el relato dvertido y real, yyyluego me dejas de piedra con el final.
    me parece muy bueno. gracias saludos.

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 10:21
  4. 4. De vuelto dice:

    La ambientación, el tono y el ritmo son adecuados y agradables. El personaje de Ambrosio no tiene mucho sentido para mí, tal vez por ese final tan “sorpresivo”. Creo que puedes cerrarlo mejor!

    Mi relato es el #52

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 15:40
  5. 5. Osvaldo Vela dice:

    Hola José Luis, la tuya es una historia de trincheras y de guerra. La dibujas tan bien y con tanta nitidez que dentro de mis cálculos como lector ya los imaginaba cuñados.

    Solo que la vida es la vida y no se guía por lo quisieras que sucediera sino por el destino. estaba escrito que moriría por su patria. El destino no otorga concesiones.

    Me gusto mucho y esta muy bien escrita

    Te felicito y saludos desde el 93.

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 21:01
  6. Hola, Jose Luis.
    Tu relato está muy bien escrito, felicitaciones. Me gustó mucho como describes la situación familiar de Ambrosio.
    Solo tengo dos cosas para decir, pero son opiniones personales. Te las digo por si te son útiles.
    1-Me pareció un poco forzado lo de la camisa de girasoles, me pareció que no tiene mucho que ver. Me da la sensación que ese detalle lo incluíste solo para cumplir con el título obligado de “los girasoles”. Además, me parece que la camisa de girasoles no tiene tanto peso como para ameritar poner ese título a la historia.
    Desde mi punto de vista, las condiciones del taller deben cumplirse e integrarse de manera natural en el relato. De todos modos, vos tenés un mérito que yo no tengo: participaste del reto, lo que es muy difícil y meritorio.

    2-Me parece muy poco creíble que la persona se suicide al enterarse de que tendrá que vivir con su abuela (no tiene opciones, no puede rentar un apartamento, incluso si no tuviese dinero, podría ahorrar, encontrar la manera). En fin, no me parece suficiente motivo como para lanzarse a la muerte de manera tan imprevista. Usualmente, el instinto humano de autopreservación es más fuerte, salvo que haya algún tipo de condición mental como depresión u otro factor.

    Bueno, como dije, son opiniones muy personales. Espero te sirva de ayuda!

    Saludos

    Escrito el 23 septiembre 2018 a las 19:34
  7. 7. isan dice:

    Hola José Luís:

    Una narración muy bien llevada alternando la vida de Ambrosio con la vida en la frontera de forma que se coge con gusto de leerla.

    En cuanto a la reacción de quitarse el casco y exponerse a una muerte segura, yo lo veo bastante factible. Es mi opinión contraria a lo que te ha comentado Cecilia. Se había librado del infierno de la abuela cuando se alistó y, en el momento en que se reuniría, por fin, con sus padres, en el cenit de su felicidad, recibe la peor noticia que cabía esperar. Fue una reacción producto de un momento de locura. Eso sí, hay que imaginar que apenas sería un adolescente. Sé de gente de mi tierra que se presentaron voluntarios a la guerra con quince y dieciséis años. Si no es así parece raro que a un adulto le cause tanto trauma volver con la abuela.

    En lo que no estoy de acuerdo es en que diera su vida por la patria cuando lo que hizo fue no aceptar el futuro que le esperaba.

    El paréntesis donde se dice que hace de celestino, podía suprimirse.

    Estoy de acuerdo con Cecilia en lo desligado el título del relato teniendo en cuenta que el título tiene una importancia vital en el relato. Podía haber sido perfectamente si hubieras contado algo más, si le hubieras dado más presencia. No sé: se desabrochó la guerrera y me enseñó su camisa…

    Me ha gustado mucho, creo que has hecho un relato muy sólido y trabajado. Te felicito por ello.

    Un saludo.

    Escrito el 26 septiembre 2018 a las 21:55

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