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Los girasoles - por El barón rampante

Un extraño suceso me había perseguido durante los pocos días que llevaba en alta mar. Unos girasoles pomposos, como los que llevaba a la tumba de mi madre, los domingos por la tarde, yacían entre mis manos durante todo este delirio. Temeroso de perderles, los dejaba reposar en el camarote de la parte baja del navío, por si fuera la muerte el final de mi camino y estos pétalos amarillos, el desfile fúnebre de mi cuerpo abatido entre las olas de la quietud del océano.
Un cañonazo me hizo despertar del letargo al cual me había abandonado, ensimismado en mis pensamientos pasados. Habíamos llegado al puerto tomado de Iquique y, acompasados por el estruendo de las balas y los torpedos, caímos en la razón que la guerra había empezado para nosotros. Desde la cofa del monitor, descendía la voz del vigía que gritaba: “¡La esmeralda, quince grados a babor!”. Azuzado por las órdenes del próximo superior, corrí presuroso junto a dos de mis compañeros novatos, a cargar el cañón de la torre de artillería, de donde habían provenido los primeros disparos. La corbeta enemiga, con su pobre andar, producto de sus años de servicio, disparaba sin cesar las bombas errantes que rebotaban contra el blindaje del Huáscar. En esta batalla teníamos una ventaja que no creí posible al iniciar la guerra. Motivado por el inusual suceso, no tuve dolor al colocar la pesada bomba en la boca del cañón aún caliente por los disparos. Volví inmediatamente a cubrirme en la pequeña trinchera que se nos había asignado. Un disparó más ensordeció mis oídos por algunos segundos, mientras el humo negro de la pólvora enceguecía mi visión. Habíamos vuelto a fallar. Entonces, agazapado en mi lugar de cubierta, lo vi. Se acercó a la parte exterior de la torre de mando. La mansedumbre y hasta la ternura que profesaba la quietud y el carisma de su carácter, habían mutado misteriosamente en un personaje aleonado por el calor de la batalla. Conocedor infinito de los rincones imposibles de este antiguo monitor, no había mejor almirante para el dominio de esta bestia de engañoso semblante bélico. En sus ojos un fuego imperecedero, y en los gestos de sus manos, una fuerza implacable. Regresó a los adentros de la torre de mando y, al unísono, la orden era moverse rápidamente en una maniobra temeraria sin precedentes. Grau, el eterno almirante de la enseña gloriosa, había decidido espolonear a su navío rival. Arremetimos con una ferocidad que se vio reflejada en la altivez de nuestro enemigo y su capitán, cuyo temerario proceder, incursionando en la cubierta del monitor, concluyó en un estrepitoso cañonazo, matándolo de inmediato. Ver la corbeta partirse por la mitad y hundirse junto con la sangre febril de sus marinos y su pabellón en alto, fue un acto inconsecuente con la humanidad que nos debería unir, según el deber del hombre sensato.
Terminado el combate fue la orden del almirante recoger a todos los sobrevivientes enemigos y, como muestra de su honorabilidad absoluta, les perdonó la vida y brindó comida y abrigo, pues ha de ser parte del valor el respeto por el caído.
Al lado de la barandilla de babor, reordenando los estragos del monitor, pude observar el cementerio de la mar, entremezclado con los cuerpos morados de los enemigos que habíamos derrotado, entre las astillas gruesas de los mástiles destruidos, la ropa que no pudo volver a ser usada, las fotografías de una familia que no les volvería a ver y esa extraña marcha de girasoles que reconocí como propios, que flotaban entre ellos, dirigiéndose hacia el sol, hacia el horizonte inexplorado de su destino.

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8 comentarios

  1. 1. John Doe dice:

    Hola buen día. Vaya que buen relato. Me ha gustado mucho. Logra el lector sentir las acciones qué representas en tu relato, el lenguaje me ha parecido épico y a la vez bello. Buen trabajo.

    Estoy en el 145 por si quieres pasarte.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 19:00
  2. 2. Dante dice:

    Muchas gracias, John. Se hace lo que se puede y, como diría García Márquez, batalla por el sentido de cada palabra.

    Un abrazo!

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 01:24
  3. 3. el chaval dice:

    Hora El Barón rampante. Una batalla, que como tu dices no debería haber nunca, ni en mar ni en tierra. La honra del vencedor es respetar al vencido, pero no entiendo lo de los girasoles al final, parece como si tu camarote hubiera sido hundido. Un saludo y hasta la póxima.

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 09:41
  4. 4. Dante dice:

    Hola Chaval. Esa es la idea, confundir al lector sobre el destino del protagonista. Sin embargo, debo admitir que faltó un poco más de claridad, debido al poco uso de palabras de este ejercicio. Gracias por el comentario.

    Un abrazo!

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 17:23
  5. 5. Labajos. dice:

    Hola Barón rampante:
    Si que me has metido en plena batalla, que como todas acaba en desgracia. Empleas un tono épico y de fácil lectura. No he encontrado ninguna objeción a tu texto. Supongo que Esmeralda debe ser el nombre del buque escuela de Chile, en ese caso debería ir con mayúscula. Es posible que pudieras haberte recreado mas en un lenguaje marino.
    Un saludo.

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 18:27
  6. 6. Amadeo dice:

    El barón rampante:
    Muy excelente la descripción de una batalla naval. Nada más que agregar.
    En lo formal: Noto demasiadas “explicaciones” y los hechos y actos, poco mostrados. Es mejor dejar que el lector imagine lo que se muestra: no darle todo explicado

    Estoy en el 157 por si quieres leerlo y comentar
    Saludos
    Amadeo. Argentina

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 19:07
  7. 7. Dante dice:

    Labajos y Amadeo, muchas gracias por sus comentarios. Me valen de mucho. Ahora les leo y afinamos una amistad.
    Saludos desde Perú.

    Un abrazo!

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 19:51
  8. 8. Edu SC dice:

    Hola Barón rampante, me ha gustado tu historia y la manera de contarla. Yo, al contrario que un comentario de un compañero, creo que tu relato sí está lleno de acción, de imágenes. En este sentido, me parece has hecho un buen trabajo. Recreas una batalla naval de manera muy creible. El lenguaje usado es elaborado, trabajado, algo recargado, muy de la epoca. En ese sentido creo que se adapta a lo contado y además, lo mantienes a lo largo de todo el relato, o sea que de nuevo felicidades.

    Por comentarte un par de cosas:

    Visualmente, se ve todo el texto muy compacto, lo cual siempre hace algo más pesada su lectura. Algunos puntos y aparte, espacios después de los puntos y aparte, hace que el texto se vea más ligero.

    Por otro lado, a mi me ha resultado algo confuso el inicio, donde hablas de delirio. Creo entender que el protagonista se encuentra enfebrecido, enfermo tal vez. Luego transitas hacia una batalla naval. A mi me ha faltado algún enlace, alguna pista más de como enlazan esos girasoles, ese suceso extraño, con el resto de la historia. Y como aun te quedabas palabras, tal vez cabían.

    En todo caso, es solo una sugerencia. De nuevo felicidades, muy buen trabajo.

    Edu,

    Escrito el 30 septiembre 2018 a las 11:53

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