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Los girasoles - por Maurice

Web: http://mauricenipapaian.blogspot.com

Los girasoles

En los últimos meses se acostumbró a mirar más allá de la tranquera, después que Hernán había partido para el frente. Lo hacía mientras el sol asomaba disipando la niebla de las primeras horas. Apoyado en el borde de la mesa, con el mate en la mano y la mente en otro lugar, no escuchaba el sonido de la bombilla avisándole que debía cebarse otro. Continuaba observando las plantas, que no le prestaban mucha atención pues parecían más interesadas en inclinarse ante el círculo de fuego. Pensaba, “¡cuán rápido se olvidaron de quien los cuidó durante cuatro meses!”. Y el pensamiento lo hizo sonreír en silencio.
Después de la muerte de su esposa, con su hijo decidieron arrendar este campo, cerca de Bolivar, pues las tormentas se corrieron al sur y el girasol se daba más alto y más pronto. Desde octubre pasado trabajaron duro para cultivar las dos hectáreas; la tierra estaba desgastada y mejorarla les llevó más de dos meses entre arado, fertilizantes, rastrillaje, gastando hasta el último ahorro.
Pero aquello no importaba ahora. Jorge esperaba el regreso de Hernán que se ofreció de voluntario en el ejército para luchar en las islas del sur y que los ingleses usurpaban desde el siglo pasado. Imaginaba a su hijo metido en la trinchera con agua hasta las rodillas, entumecido por el frío y con el aliento de la pelada soplándole la nuca. “¡Qué tonto! ─pensaba─, no sabía usar siquiera un rifle calibre 22 y con una instrucción de quince días querían salir a luchar contra los gurkas, asesinos profesionales. En fin, Hernán lo decidió así. Aunque se sentía amputado, debía aceptar la elección de su hijo. Después de todo, con Esther lo educaron para la libertad. Hernán decía que “si no dejaban de ser colonia, jamás serían dueños de su destino, ni de sus campos”. Enseñanza de su padre, que antes creía en la Patria, ya no.
Para Jorge, el único dogma era la vida simple de su trabajo, junto a su hijo, sin excesivas pretensiones: estar sano, comer todos los días escuchando el grito de los teros en la siesta; de vez en cuando una salida a la bahía de San Blas para pescar corvinas.
Esa mañana fue al galpón a preparar los aperos. Desplazó el portón; el fresco guardado en la noche golpeó el curtido rostro. Seguro ─pensó─, que Hernán tendría más frío allá, en el sur. Cargó el depósito del tractor desde los latones de reserva y puso el motor en marcha, dejándolo calentar mientras arrimaba el arado.
Al poco tiempo, conducía la máquina que se desplazaba abriendo surcos. A los cien metros observó al Unimog detenerse y luego marcharse dejando a una persona en la banquina.

Un mes antes, con la firma del tratado de ocupación conjunta y dos mil bajas, finalizaba la contienda. Un costo demasiado alto para ─según Jorge─, una soberanía a medias.
Dejó el tractor andando al costado del callejón y caminó vacilante hacia la tranquera sin estar seguro de querer alcanzarla. Mientras avanzaba, su visión ─diferente a la de los girasoles─, debía luchar con el sol en contra para distinguir la silueta, que lo aguardaba impasible.
─Se dieron lindos ─dijo el joven paseando la mirada sobre la plantación─. Hay que cosecharlos ─agregó, ignorando la presencia del viejo.
Marcharon juntos hacia las casas. Jorge no se ofreció a llevar la mochila que Hernán tenía como único equipaje. Solo el silencio los acompañaba y el aroma a tribulación flotaba en el cielo de la pampa húmeda.

El hombre mayor puso la pava y el mate en el extremo de la mesa y ocupó la cabecera. Hernán se sentó a su derecha, igual que cuando estaban los tres. Ahora, el joven también miraba por la ventana, igual que su padre en las mañanas. Nada impedía que se hablaran, pero la mordaza del sufrimiento frenaba las palabras.
Jorge, acercó titubeante el mate amargo a las manos temblorosas de su hijo. Hernán giró la cabeza hacia su padre, invadido de profunda melancolía. Tal vez añorando lo sepultado bajo la tierra helada: amigos, esperanza, la patria misma.
─Te quiero mucho, viejo ─susurró con voz cansina─. Creí que no te vería más ─concluyó.
Entendiendo que la presencia de su hijo era el último regalo que obtendría de la vida, apeló a su sabiduría para darle la bienvenida en su nueva existencia. Escapando de su traje de duro hombre de campo, le dijo:
─Yo también, pichón. Los girasoles y yo te extrañamos.

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11 comentarios

  1. 1. John Doe dice:

    Hola Maurice. Buenos días. Me ha gustado bastante tu relato. Una historia sencilla y profunda, impregnada de nostalgia y un cierto dejo de melancolía. El personaje es muy bueno, y se entiende su carácter y su manera de pensar, se dan pistas sobre su personalidad fuerte y orgullosa. Por ello el final resulta tan emotivo. Gran trabajo.

    Estoy en el 145 por si quieres pasarte.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 18:54
  2. 2. Norelkis dice:

    ¡Hola, Maurice!

    Un relato sobre la familia, es bastante conmovedor.
    Un soldado que regresa de la batalla y se reencuentra con su viejo es bastante emotivo, no tengo más para decir.

    ¡Un saludo y espero que me visites en el 133!

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 21:46
  3. 3. Bea dice:

    Hola Maurice:

    Tu relato me ha encantado, no he podido parar de leer desde la primera hasta la última palabra. Me ha parecido un texto de tema sencillo pero muy emotivo. También he de decirte que las expresiones y formas de componer las frases me ha encantado llegando en algunos momentos a parecerme las mismas incluso poéticas.
    A parte de algunas expresiones y palabras que se me escapan, no puedo sino felicitarte por el trabajo realizado.

    Si te apeteciera pasarte por el mío, estoy en el 119.

    ¡Felicidades,nos leemos!

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 22:54
  4. 4. Maurice dice:

    Gracias a John, Bea y Norelkis por sus comentarios, me siento honrado por los mismos. A la brevedad leeré y comentaré vuestros relatos.
    Saludos

    Escrito el 21 septiembre 2018 a las 04:07
  5. 5. Toñi Avila (vibe) dice:

    Hola Maurice:

    Se nota que tienes una gran soltura escribiendo, ya me gustaría a mi tener esa capacidad. Imagino que todo será práctica. También me gustó tu amplitud de vocabulario . Aunque lo entendí bien busqué más de una palabra por si acaso tubiese otro significado diferente al que se me pasaba por la cabeza, lo que me paso con ” teros” . No sé como se me antojó que eran “pedos”. Me reí un rato yo sola. Me encanta ampliar vocabulario.
    Aunque no tiene ningún giro inesperado, tiene mucha fuerza emotiva y eso me encanta.
    Nos leemos.

    Escrito el 22 septiembre 2018 a las 15:39
  6. 6. Monica Galindo dice:

    Hola pichón,
    Muy bueno lo tuyo. Muy creíble lo del campo, como si hubieras vivido ahí. Muy emotiva la historia, más porque soy de Argentina. Me gusta la contraposición del concepto de patria y el de vivir sin preocuparse por lo que no interesa.
    Solo que estoy acostumbrada a verlo al revés, con viejos patrióticos y jóvenes despreocupados.
    Lo único que no me gusta es que la voz del relato no sea del todo Argentina. (“cuán rápido”, “arrendar”, los “pues” que acá no se usan)
    Muy lindo laburo Maurice, te felicito.

    Escrito el 22 septiembre 2018 a las 22:27
  7. 7. Laura dice:

    Hola Maurice.
    Me has emocionado con tu final. Es un maravilloso relato.
    Me quedó algo extraño lo de la bombilla indicándole que debìa cebar otro mate. La bombilla por sì sola no indica nada, sòlo si intentas seguir tomando, hace ese sonido tan particular de que no hay agua.
    Los guiones no son los adecuados para diálogo, hay una entrada màs que clara al respecto.
    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 22 septiembre 2018 a las 23:09
  8. 8. Maurice dice:

    Monica, me permito responder a tu comentario, el cual te agradezco por ser constructivo nada además interesante. Es cierto que conozco un poco del campo, no porque viva allí, sino debido a que mi esposa es de la provincia de Buenos Aires. El sentimiento de Jorge es el de un hombre mayor, que después de ver la historia política argentina de los últimos decenios, su idea de Patria se le desdibujó por completo y ya no le calienta más que lo meramente tangible, que es su vida y pequeños placeres. En cuanto a la voz: sí, quizá pueda parecer extemporánea y me gusta como suena y por ello usos los términos en mis escritos. Te agradezco nuevamente
    los conceptos. Saludos y nos leemos.

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 03:09
  9. 9. Maurice dice:

    Perdón en la frase “por ser constructivo…, el “nada” se coló; no tiene nada que ver.

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 03:13
  10. 10. enrique dice:

    saludos
    un muy buen relato, espero leer mas de ti pronto

    E D

    Escrito el 30 septiembre 2018 a las 23:00
  11. 11. Roger Nhicap dice:

    Hola Maurice,
    Me ha gustado tu relato, la historia del viejo campesino y viudo que por el devenir de su país en las últimas décadas no cree en la “patria”. Sin embargo, respeta la libertad de su hijo que para defender a esa “patria” arriesga su vida en el campo de batalla.
    El tono melancólico que impregna el texto llega bien al lector. Personalmente me gusta ese lenguaje, un español argentino, que has empleado. Suena bien para un español de acá, al otro lado del océano.
    Buen trabajo, Maurice.
    Un abrazo.

    Escrito el 1 octubre 2018 a las 12:25

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