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Los girasoles - por Pax Monte Serra

El tórrido sol de verano custodiaba sus alegres carreras. El chirriar de las cigalas acompañaba sus risas en los juegos despreocupados e improvisados. Sus zapatos agujereados repiqueteaban en la tierra seca hasta que la respiración se les cortaba por el cansancio y las carcajadas. Se paraban para recuperar el aliento y volvían a sus juegos. Para ellos lo más importante era el ahora.
Pasaban el tiempo fantaseando, siendo príncipes, princesas, dragones, brujas o dinosaurios. Hasta que llegaba el toque de queda y la realidad de la guerra menospreciaba su felicidad infantil. Marta y Carlos volvían a sus casas o iban al refugio con la esperanza de volver a verse al día siguiente. Todo parecía raramente normal, hasta aquel día que mientras jugaban al “corre que te pillo” en medio de los campos de girasoles vieron la llegada de los aviones y las bombas que cayendo interrumpieron de golpe su felicidad. A lo lejos las campanas daban el “toque de arrebato”. Como por instinto se acurrucaron y se abrazaron para pasar mejor el miedo. Carlos arrancó un girasol y se lo entregó a Marta que interrumpió sus lágrimas para agradecerle el gesto con una sonrisa.
Pasaron un buen rato escondidos, para ellos fue infinito. Luego se levantaron y decidieron que tenían que volver a casa para afrontar la realidad. Avanzaron en medio de los escombros y de la gente que gritaba nombres que se diluían en el aire sin respuesta. Marta tuvo la suerte de encontrar sólo la cuadra destrozada, su familia estaba en el otro lado de la casa y se salvaron. Carlos fue menos afortunado y en donde antes estaba su casa quedaban solo los restos y un incendio que estaban apaciguando. Su madre lloraba desesperada en lo que había quedado del poyo de la puerta. Carlos llamó con todas sus fuerzas a su padre y arremangándose empezó a quitar piedras para salvar lo que ya no se podía salvar.
El día siguiente todo cambió. El silencio reinaba en el pueblo, ni las campanas que yacían bajo los escombros podían dar el “toque de difuntos”. Algún gallo cantaba desorientado y los perros husmeaban el rastro de los desaparecidos. Los aldeanos empezaron a abandonar el pueblo. Los padres de Marta decidieron dirigirse hacia la frontera y buscar en el exilio la posibilidad de ver crecer a su hija.
Llegó la paz, pasaron los años y esos niños crecieron. Marta, con la esperanza de volver a ver a Carlos pensó que si volvía al pueblo sería más fácil coincidir. Se había convertido en maestra y ansiaba poder impartir sus clases a los que serían los hijos de sus viejos compañeros de juegos. Pero la delicada salud de sus padres no habría soportado el viaje y pensar en el pueblo los entristecería demasiado y así pasaban los días y cumplían los años. Marta de vez en cuanto abría el cajón donde custodiaba el girasol marchito y suspiraba por Carlos.
Después de la muerte de sus padres, Marta tomó una decisión, volvería al pueblo con su girasol y buscaría a Carlos, ya nada ni nadie se lo impediría Pensó que quizás él podría no reconocerla ya que el paso de los años había dejado varias arrugas en su rostro. Pero pensaba en el momento en que sus miradas se cruzarían ella le mostraría el girasol, eso la convertía en especial y se desearían amor eterno.
Llegó al pueblo en autobús desde el aeropuerto, cargada con una maleta llena de recuerdos. Preguntó por Carlos al que debería de ser un nieto de los que tantas tardes pasaron jugando en la plaza antes de la guerra y con cara de sorpresa le comunicó que Carlos estaba enterrado desde hacía un par de años. Marta se quedó helada y mientras se dirigía al cementerio con el girasol en la mano, se arrepentía por no haber llegado a tiempo. Vislumbró la tumba cerca de la entrada. Se acercó a leer el epitafio que rezaba “Aquí descansa Carlos Ruiz”.
No sabemos si por despecho o bien por rabia Marta lanzó su girasol contra la lápida. La marchita flor rebotó hasta caer en el montón de girasoles secos que yacían alrededor de la tumba.

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5 comentarios

  1. 1. paola dice:

    HolaPax

    Se capta muy bien la idea que quieres plasmar en el relato y me gusta. El problema que le veo es que resumir toda una vida con 750 palabras es difícil.

    Yo creo que podrías empezar con una imagen de ella mayor delante de una tumba y ahí recuerda ese día cundo era niña… Es una idea como otra cualquiera.

    Lo he disfrutado y espero haberte ayudado

    Saludos

    Escrito el 17 septiembre 2018 a las 21:13
  2. Hola Pax.
    Me gusto leerte, se hace muy amena tu lectura. La historia de guerra esta buena aunque un poquito pude predecirla.
    En cuanto a la estructura, tiene el nudo muy largo en relación a la introducción y el final que es el último párrafo.
    De errores solo encontré “el chirriar de las cigalas” Debe ser cigarras, supongo porque las cigalas son crustáceos marinos.
    Con relación a cosas que no me gustan pero no son errores:
    ¿Dos chicos asustados en medio de un campo, abrazados se regalan girasoles? No me lo creo.
    Un girasol es una flor demasiado grande para guardarla en un cajón.
    Avanzaron en medio de los escombros, prefiero entre los escombros.
    Varias arrugas, prefiero algunas arrugas.
    No entendí (seguro por mi falta de ingenio) de que iban los demás girasoles en la tumba.
    Todo esto te lo digo de buena onda y asegurándote que disfruté leyendo el relato.
    Saludos y felicitaciones.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 22:41
  3. 3. Pax dice:

    Muchas gracias Paola y Diego por vuestras observaciones.
    Paola, tienes razón, cuesta mucho resumir todo lo que quería decir en 750 palabras.

    Diego: Como he dicho a Paola, resumir en 750 palabras me ha costado mucho esta vez.
    Las “cigalas” son “cigarras” supongo que habrá sido el corrector pero no me había dado cuenta hasta que no me lo has dicho.

    Lo de regalarse girasoles se me ocurrió porque en mi boda los girasoles fueron muy importantes, ya que a mí me encantan, y mi ramo estaba formado por girasoles minis.

    Lo de los demás girasoles en la tumba, pensaba que se podía llegar a entender a partir del despecho que siente ella ya que ha estado toda la vida fiel pensando en él y en realidad no ha sido la única que ha recibido un girasol.

    Saludos y gracias

    Escrito el 20 septiembre 2018 a las 05:57
  4. 4. Laura dice:

    Hola Pax.
    Cuentas todo una historia, creo que, como dice Paola, el comienzo con el viaje de vuelta al pueblo, la vuelta a la infancia y la desazòn al encontrarlo muerto.
    Aunque si han pasado tantos años… ¿cómo podrìa esperar que él la hubiese esperado? Tendrìa que ser una chica algo obsesiva, lo que daría para un desarrollo bastante interesante.
    Muy buena inclusiòn de los girasoles en tu relato.
    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 20 septiembre 2018 a las 12:00
  5. 5. SrCualquiera dice:

    Hola Pax, creo que el relato está bien escrito, es tierna la historia de dos niños cuya amistad es truncada por la guerra.

    Me ha hecho gracia el comentario de Diego Alba cuando dice que no es verosímil que en mitad de los bombardeos dos niños se pongan a regalarse girasoles. Comparto el escepticismo. Quizá lo que quiere expresar la autora es que en los gestos bellos anidan las esperanzas. Y es verdad, pero también que contribuye en exceso a cierta melosidad, que es general en el relato.

    Luego, en el momento de separarse, la historia transcurre en un ir y venir de añoranzas que resulta quizá algo redundante. Como redundan los girasoles en el gesto último de la tumba, por qué había tantos girasoles ahí, es una escena que se auto evidencia demasiado. Quizá es una historia, a mi modo de ver, que da demasiadas vueltas. Aunque se lee con amabilidad.

    Un saludo.

    Escrito el 25 septiembre 2018 a las 03:46

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