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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Los girasoles - por Mancebo

Año mil novecientos treinta y dos. En un pueblo de Castilla la vieja un grupo de niños juega al escondite. Dos de ellos, sin previo acuerdo, se esconden en un campo de girasoles, a la espalda de la hilera de casas donde se está contando. Alonso permanece en cuclillas. Nota a su izquierda que unos tallos se cimbrean. Susurra en esa dirección: «¿Quién anda ahí?». Oye una risa ahogada que le es familiar. Elvira, sin duda. Repta hasta ella para que no lo descubran. Está tumbada sobre el terreno en pendiente. Según se aproxima loma arriba, su mirada se dirige dentro de la campana que forma el dobladillo del vestido, siguiendo la dirección donde convergen las tostadas piernas de su amiga. Topa con unas bragas blancas de puntillas.
Le invade un hormigueo bajo el ombligo, una sensación placentera que no había experimentado antes. Estar macho y hembra solos, fuera de miradas ajenas, lleva una prohibición implícita. A pesar de ello, permanecen un rato tendidos de costado, mirándose con ojos amielados y sonriendo, como dos pasmarotes. En un momento dado, él alza su mano, hunde los dedos abiertos entre las greñas rubias de ella, siente su suavidad mientras musita: «Tu eres mi sol, yo giraré siempre hacia donde estés».
Después de ese día nada fue igual. Cruzaban miradas cómplices, buscaban cualquier excusa para coincidir, enlazaban las manos cuando nadie los veía. Los escarceos fueron subiendo de tono hasta que, pasados unos años, oficializaron su relación con el beneplácito de sus progenitores.

Un mes más tarde alistaron a Alonso. La quinta del biberón la bautizaron. Todavía no había cumplido los dieciocho. A sus padres les dijeron que el conflicto estaba agonizando, era cuestión de días, que permanecería en retaguardia.
Tras la batalla del Ebro fue hecho prisionero por el ejército republicano. En su retirada le hicieron cruzar la frontera. Cuando la guerra acabó, estuvo encarcelado unos meses por pertenecer al ejército nacional, ya que Francia tardó en reconocer al gobierno franquista. La segunda guerra mundial sobrevino casi de inmediato. De nuevo fue obligado a combatir, ahora con el ejército francés. A la vuelta buscó un empleo. Nunca olvidó su compromiso. En cuanto reunió el dinero suficiente para el viaje decidió retornar.

Habían transcurrido doce años desde que se despidieron y al llegar a su lugar de origen le comentaron que Elvira estaba casada y con dos hijos. El mazazo fue tremendo. No la culpaba. Las circunstancias se habían confabulado contra ellos. Decidió volverse. Sus padres habían fallecido, nada lo ataba ya. Antes de partir quiso verse a solas con la mujer que había acaparado sus sueños.
Se valió de Colás, amigo de la infancia de ambos. Le dijo que acudiera a su casa. Tenía que comentarle un asunto de vital importancia sin testigos. A ella le extrañó tanto misterio. Cuando franqueó la puerta, la oscuridad era absoluta, las contraventanas estaban cerradas. Volteó la palomilla, se iluminó la estancia. Allí estaba su girasol. Un volcán interior invadió su cuerpo. No pensó en su estado, ni en que podían haberla visto entrar. Una fuerza imposible de contrarrestar la compelía hacia Alonso. Sin mediar palabra empezó a recorrerlo a besos, a mordisquearle las orejas, apretándolo hacia sí. Este, sorprendido, tardó en corresponder a tal fogosidad. «He soñado tantas veces con este momento», murmuró ella entre sollozos. Se fundieron en un abrazo, se dejaron caer poco a poco al suelo mientras se iban desvistiendo el uno al otro. Irradiaban calor por todos los poros de su cuerpo. Se tumbaron desnudos sin importarles el basto enlosado de barro. Años de deseo largamente prorrogado provocaron la ausencia de preámbulos.
Al rato, exhaustos y entre jadeos entrecortados, vinieron las explicaciones. Después de guerra, tras el transcurso de largos meses sin obtener ninguna fe de vida lo dieron por muerto. Ella mantuvo la esperanza largo tiempo, soportando un sonsonete constante por parte de amigos y familiares. Años después entró en relaciones con Samuel, hombre honrado, trabajador, buenazo y terco, muy terco. La sometió a tal asedio, salpimentado con atenciones constantes, que al final se ablandó y le dio el sí.
La tarde transcurrió en un suspiro. Oyeron la voz de Colás desde la puerta trasera apremiando a Elvira. «Date prisa, prepárate. Yo te aviso cuando puedas salir». Se vistieron con nerviosismo, se cogieron de las manos y volvieron a fijar la mirada, esta vez acuosa, tal como aquella lejana tarde del campo de girasoles. Ambos sabían que era una despedida para siempre.

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11 comentarios

  1. 1. Luis Ponce dice:

    Hola Mancebo:
    Iba a empezar con un ajo porque tu relato me ha llegado muy lejos, en lo profundo. Es la historia de la vida de muchos de nosotros. Infantiles aprendices de la vida que no sabíamos que la realidad era diferente.
    Gran relato el tuyo. Bien escrito con mucha vida intrínseca en él, como para tenerlo de compañía permanente.
    Te felicito.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 01:32
  2. 2. Simón Martín dice:

    Hola Mancebo:

    Un relato que fluye con naturalidad. Quizá algún lector quisquilloso-como yo, por ejemplo- esté esperando un final sorpresivo, distinto, ya que el desarrollo es también sin mayores sorpresas. Pero esas son solo subjetividades que no tienes porqué tomarlas en cuenta. Por lo demás, todo bien. ¡Saludos!

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 20:53
  3. 3. Mancebo dice:

    Claro que lo tendré en cuenta Simón, para la próxima. Vengo del relato costumbrista y no me sale casi nunca de dar ese giro final sorpresivo que parece ser primordial en la literatura actual.

    ¡Saludos!

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 22:11
  4. 4. Janna Bolriv dice:

    Hola Mancebo:

    Has escrito un historia de muchos años en la vida de dos personajes en menos de quinientas palabras y te ha quedado un relato muy fluido y ameno. Fácil de leer y coherente.

    Los protagonistas niños y luego adultos están bien logrados pues se siente la inocencia de un par de niños que se enamora por primera vez, además podemos verlos crecer. Todo haciendo un salto en el tiempo de 12 años (elipsis), un recurso narrativo muy ideal en este tipo de historias.

    Felicidades y te agradecería que pasaras por mi texto 😀 146

    Escrito el 20 septiembre 2018 a las 12:15
  5. 5. María Esther dice:

    Hola Mancebo, ha sido un placer leer tu relato sin interrupción, porque fluye muy bien. Describes con precisión, utilizas buen lenguaje. Enganchas al lector en la escena de los girasoles.
    Los personajes se encuentran en violenta pasión llevados por tantos años de ausencia,sueños diluidos, deseos sin respuesta.
    Me gustó el final porque le da coherencia ala historia.
    Felicitaciones.

    Escrito el 23 septiembre 2018 a las 19:31
  6. 6. María Esther dice:

    Olvidé decirte que estoy en el 150.

    Escrito el 23 septiembre 2018 a las 20:22
  7. 7. Laura dice:

    Hola Mancebo.
    Me encantó tu historia.
    Cuando dices Decidiò volverse ¿a dònde? Ya estaba en su tierra donde su novia de la infancia estaba casada.
    Por todo lo demàs, una gran historia.
    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 11:37
  8. 8. M.L.Plaza dice:

    Hola Mancebo.
    La historia me parece muy bonita e interesante. Pero hay algo que no encaja y es que en tantos años Alonso no encontrara tiempo para escribir una carta. Por lo que cuentas, parece que cuando vuelve al pueblo él ya sabe que sus padres están muertos. Así que sí que mantuvo algún tipo de contacto. ¿Cómo no va a saber que Elvira se había casado? Es más, a mí me parece una historia más interesante que el vuelva sabiéndolo y que aún así se produzca el encuentro. Por supuesto, solo es mi opinión. Tú mandas en tu historia.
    Ha sido un placer leerte.
    Saludos

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 22:35
  9. 9. Mancebo dice:

    Laura,
    En lo de volverse me refiero a Francia donde ya había echado raíces en el tiempo que había permancecido allí,aunque fueran someras.

    M.L. Plaza,

    Tienes toda la razón y tendré que dar una vuelta al relato. Aunque el personaje hubiera mantenido correspondencia con su amor de infancia perfectamente puede volver y una vez allí, darse cuenta que le va a resultar muy dificil convivir con esa congoja y preferir regresar a Francia.

    Gracias por vuestros comentarios, me ayudan bastante.

    Saludos.

    Escrito el 25 septiembre 2018 a las 12:12
  10. 10. marazul dice:

    Hola Mancebo: me gusta el principio de tu relato. Los campos de girasoles, altos y tupidos, se prestan mucho a la escena de los escarceos amorosos de juventud. Luego lo enlazas con el distanzamiento de la pareja por la guerra: un hecho muy real que debió de ocurrir en infinidad de ocasiones. El regreso/reencuentro con esa “ asignatura pendiente” está muy bien. Lo mismo que el final realista que le has dado a la historia.
    Por ponerte un pero te diría que en un relato corto contar una historia larga en el tiempo, tiene sus riegos. Esa sensación de que hay que contarlo todo y rápido a veces lo he llegado a percibir leyéndo en tu narración.
    Encantada de leerte, Mancebo.
    Saludos

    Escrito el 28 septiembre 2018 a las 21:26
  11. 11. Mancebo dice:

    Hola Marazul,

    Es verdad lo que comentas sobre alargar una historia en el tiempo en un relato corto, tiene cierto riesgo pero nadie escarmienta en cabeza ajena y lo he comprobado por mi mismo.

    La historia me salió bastante más larga de setecientas cincuenta palabras y en la poda posterior he tenido que dejar algún cabo suelto a mi pesar. Pero realizar esta labor soltando lastre también da experiencia para escritos posteriores.

    Lo que tengo previsto es volver a trabajar la historia y cerrarla, corregida y aumentada sin preocuparme tanto por la extensión. Este será un ejercicio particular.

    Gracias por tus comentarios

    Escrito el 1 octubre 2018 a las 07:16

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