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Los girasoles - por Jaime

De camino a la casa de verano, una vez abandonada la autopista, la carretera avanzaba en largas líneas rectas atravesando campos llanos de cultivo.

– ¿Por qué hay tantas rectas? – Le pregunté una vez a mi abuelo en uno de esos viajes infantiles, en los que le recuerdo casi siempre al volante.

– Porque el terreno es muy llano y no hay apenas obstáculos – me respondió, y en mi mente quedó fijada para siempre una obsesión por prestar atención a los relieves del paisaje.

En estos tramos, especialmente si no había otros coches, él solía acelerar, y el sonido del motor ahogaba la música que salía del casete del coche, generalmente canciones de Ana Belén y Victor Manuel, que mi abuelo acompañaba con una voz reverberante con ecos de copla. Y, de repente, el terreno no era tan llano, y yo sentía una emoción que ascendía desde el estómago y se ahogaba en mi pecho, el coche subiendo y bajando pequeñas inclinaciones en la carretera como si las ruedas fueran a despegarse del asfalto.

En un momento dado, empezaban a perfilarse montes de tierra rojiza, y la carretera adquiría un trazado sinuoso, con curvas cerradas en las que los conductores tocaban el claxon para advertir de su presencia a los que venían en dirección contraria; después, el paisaje se abría y adquiría la profundidad de las vistas panorámicas, un valle surcado de agua que se perdía tras una curva en la distancia. Entonces sabíamos que casi habíamos llegado.

Pero, antes, cuando todavía en las rectas, pasábamos un campo de girasoles. Suponía un respiro del resto de tierras cultivadas, que a mi me resultaban monótonas. Siempre me quedaba embobado mirando los girasoles, paladeando su nombre, por una vez lleno de sentido (no como los nombres de tantas otras plantas y árboles). Claro, giran al compás del sol, ofreciéndole su rostro lleno de pipas. ¿Será así que se tuestan? Año tras año, extrañado por algunos girasoles alicaídos que le daban la espalda al astro.

Un día, no en el coche, sino sentado en su sillón en la sala de estar de la casa de verano, mi abuelo me contó una historia sobre los girasoles. A decir verdad, la historia era sobre la guerra, sobre la arbitrariedad de la muerte, sobre el azar. Pero, en mi mente, los girasoles protagonizaban su momento álgido; girasoles agigantados en mi imaginación, con sus cabezas amarillas inclinadas sobre el suelo, como observando a las personas que osan reunirse a su cobijo.

Casi al final de la guerra, cuando su pueblo fue tomado por los vencedores, mi abuelo y un amigo suyo se apresuraron a llevar las noticias a una localidad cercana, donde vivían algunos de sus familiares. Antes de salir, alentados por la bravuconería de la edad y aprovechándose del desorden del momento, se hicieron cada uno con un fusil. Su aventura transcurrió sin incidentes hasta que, durante el camino de vuelta, pasaron por el campo de girasoles y, tentados por el frescor de su sombra, se detuvieron a descansar.

Los sacudió de la modorra una voz marcial, agresiva. Un grupo de hombres armados y desaseados los contemplaban a unos pocos metros. El que parecía el líder les instó a arrojar el fusil a un lado, y acercarse a ellos. En su confusión, mi abuelo y su amigo apenas entendían qué estaba pasando, qué habían hecho para merecer una reprimenda. Pero, poco a poco, a medida que los zarandeaban y empujaban hacia otro grupo de hombres, estos con las manos atadas a la espalda, comprendieron que los habían tomado por enemigos debido a que acarreaban armas de fuego.

– ¡Somos de los vuestros! – Gritaron mientras, haciendo caso omiso de sus súplicas y lágrimas, les ataban las manos y los dirigían hacia una zanja. Fue entonces que alguien les reconoció y pronto, tan rápidamente como habían sido puestos al borde de la muerte, se encontraron libres, objeto de burlas afables, como si todo se hubiera tratado de una broma pesada.

En cuanto les pareció seguro, partieron hacia el pueblo, contentos de dejar atrás aquella pesadilla. En la distancia oyeron los disparos.

Al pasar con el coche miro los girasoles. Música dulzona suena en la radio, y la voz de mi abuelo se eleva con el timbre melancólico y sencillo de una canción de copla.

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13 comentarios

  1. 1. Patricia dice:

    Hola Jaime,
    Me ha gustado mucho tu relato, está bien escrito y se lee con facilidad.
    La anécdota del abuelo y su amigo en el campo de girasoles me parece un bonito toque que podría haberse tornado en tragedia. Transmites esa melancolía que creo que sentimos todos por escuchar las historias de los abuelos. ¡Enhorabuena!
    Un saludo,
    Patricia.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 17:03
  2. Me di cuenta que muchos de nosotros utilizamos la ruta (la carretera, como dicen en España) para insertar la historia con girasoles. El tema está en encontrarle una vuelta para que se sienta fresco y original, y creo que vos lo lograste.
    ¡Buen tabajo!

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 17:25
  3. 3. Fernando Cuica dice:

    Jaime, me parece que tienes una buena historia entre manos, pero creo que no esta hecha para ser tan corta. Los detalles, que son mucho, se quedan en el aire, sin un objetivo. La historia del abuelo es buena y mas interesante, creo que debiste centrarte mas en ella, darle mas espacio. Debo decir que la primera mitad no me entusiasmo mucho, pero aun así fue entretenida y te deja con deseo de conocer mas al abuelo. Un gusto leerte.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 17:29
  4. 4. Piquillin dice:

    Hola Jaime: Siento que hay como dos historias en el relato. Primero me centré en la descripción de la carretera y el viaje con el abuelo, pero luego surge el relato de la guerra. Yo veo dos cuentos a desarrollar. Pensando en la consigna creo que, como dice el comentario anterior, deberías haberte centrado en la historia del abuelo.
    *En cuanto a la redacción me resultaron confusas estas oraciones, creo que no debería ir punto y seguido”Pero, antes, cuando todavía en las rectas, pasábamos un campo de girasoles. Suponía un respiro del resto de tierras cultivadas, que a mi me resultaban monótonas…”.
    En general me gustó la historia y estilo de redacción, muy cuidado y descriptivo. Nos leemos. Estoy en el 101. Soy Piquillín

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 16:46
  5. 5. Violeta dice:

    Hola Jaime:
    Me parece que algunas oraciones son laaargas, como queriendo incluir en ellas muchos datos.
    Comparto con Piquillin, que habría dos relatos.
    Tal vez comenzaría el relato de los girasoles donde dice: Un día, sentado en un sillón, mi abuelo …

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 23:09
  6. 6. Patricia Redondo dice:

    Hola Jaime!

    gracias por pasarte por mi relato y comentar! Hago lo pripo con el tuyo

    La historia me ha gustado , hay imagenes muy evocadoras (¿quien no ha sentido de niño en los coches ese vertigo que provocaban los cambios de rasante en las carreteras llanas? Mis hermanos y yo los llamabamos “montañas rusas” y eran un divertimento en los aburridos viajes largos por carreteras castellanas) y buenas descripciones.
    Peeero (ahora vienen los peros por que de todo tiene que haber 🙂

    Para mi gusto la redacción es un poco desordenada (pasamos de las carreteras llanas , a las curvas , y luego a las llanas otra vez..y luego al campo de girasoles , y luego al sofa del abuelo y su historia, y luego otra vez al campo de girasoles), y hay que hilar un poco mejor la historia del abuelo que queda como una isla en mitad de los recuerdos del personaje…

    Es una opinión eh! Si quieres lo tomas si no , ya sabes 😉

    Nos seguimos leyendo!

    Escrito el 20 septiembre 2018 a las 21:43
  7. 7. Jaime dice:

    Gracias a todos por tomaros el tiempo de leer el relato y comentarlo. Todos los comentarios me han resultado muy útiles y tomo nota de las sugerencias. Con este nivel de comentarios da gusto 🙂

    ¡Un saludo y nos leemos!

    Escrito el 21 septiembre 2018 a las 14:47
  8. 8. Laura dice:

    Hola Jaime.
    Ya se te ha señalado que tu relato parece algo desordenado. Considero que el viaje con el abuelo es el marco para la historia de la guerra, pero en el pàrrafo que comienza: Pero, antes, cuando todavía en las rectas… considero que debías incluirlo en la parte en que mencionas las carreteras rectas, para dar inicio a lo que siente que aspira.
    Y luego, cuando inicias la historia del abuelo, no es importante que indiques que la historia la contò en el sillòn de la casona, por un lado no aporta nada significativo a la historia, y por otro lado, enreda el curso natural de tu narraciòn. Puede narrar la historia mientras van en el auto y no varía en nada, al menos a mi entender.

    Mis saludos.
    Hasta la póxima propuesta.

    Escrito el 22 septiembre 2018 a las 16:35
  9. 9. De vuelto dice:

    Hola. Concuerdo con Fernando Cuica de darle objetivo a los detalles. En cada entrega hay alguien que nos recuerda que si al principio del relato hay una puntilla, al final el protagonista se tiene que colgar de ella. Ésta vez me correspondió a mí.

    Mi relato es el #52, que ya visitaste.

    Escrito el 23 septiembre 2018 a las 01:25
  10. 10. Jaime dice:

    Laura – Gracias por el comentario. Es una buena sugerencia, probaré a reorganizar el relato para ver qué tal queda.

    De vuelto – Es un muy buen consejo. Lo voy a tener en cuenta para lo próximo que escriba. No había visitado tu relato, pero ahora ya lo he hecho 😉

    ¡Un saludo!

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 19:02
  11. 11. María Jesús dice:

    Hola Jaime: Tu relato me ha encantado, así de simple. Me parece ameno, bien desarrollado, con unas descripciones sublimes que te sitúan en el entorno y con una escena sobre la guerra distinto a lo que llevo leyendo. Yo no le pongo ni una pega.
    Saludos desde el 9.

    Escrito el 25 septiembre 2018 a las 17:59
  12. 12. Jaime dice:

    Hola, María Jesús:

    ¡Muchas gracias! Me alegro mucho que te haya gustado tanto 🙂

    Me paso ahora por tu relato.

    ¡Un saludo!

    Escrito el 28 septiembre 2018 a las 18:41
  13. Jaime, gracias por visitar mi relato.
    Del tuyo te digo que, aparte de lo interesante de la historia, veo en el trasfondo que esa reminiscencia del abuelo va enlazada a una reminiscencia de la propia vida del narrador, simbolizada en las características del camino, al principio recto y llano y que luego se va encumbrando hacia las montañas, aparece el color rojizo y las curvas estrechas, hasta llegar al amplio valle. ¡Interesante!
    Concuerdo con María Jesús en que es “ameno, bien desarrollado, con unas descripciones sublimes que te sitúan en el entorno y con una escena sobre la guerra” distinta a lo que llevamos leyendo. Yo tampoco le pongo ni una pega.

    Escrito el 1 octubre 2018 a las 00:06

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