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Los girasoles - por Cecilia Kleiman

Web: http://www.depoetasydelocos.com

Llegó a la casita amarilla bañado en su propia sangre y se recostó en el diván, que enseguida comenzó a teñirse de un color rojo oscuro.
Más que la herida le dolía su soledad, y esa desgarradora tristeza que le oprimía el pecho y le apretaba la garganta.
Hubo un tiempo en que pensaba podía erradicar esa sensación plasmándola en un lienzo, exorcizar sus demonios a través de una brocha o un pincel. Fue por eso que en París había pintado los primeros girasoles.
Marchitas y lúgubres sobre un fondo azul oscuro, esas flores eran para él un augurio de lo que, tarde o temprano, el destino le depararía a cada ser humano. Al fin y al cabo, ¿no éramos todos, los que vagamos por esta tierra, nada más ni nada menos que carne en descomposición, meros girasoles marchitándonos en una insalvable desesperanza?
Pero él sería la excepción, él plasmaría las obras de arte más perfectas a través de las cuales redimiría su alma y se estamparía en la inmortalidad. Al menos eso era lo que pensaba en París, en donde conoció a su amigo, a la única persona a quien llamaría “maestro”.
Fue así que decidió venir a Arlen, donde la luz era ideal para experimentar con las tonalidades modernas. Y comenzó a trabajar en la segunda tanda de girasoles, esta vez con un claro objetivo: homenajear a su “maestro”.
Recuerda que trabajaba sin descanso porque las flores se marchitaban rápido y no había tiempo que perder. Era imperante impresionar a su colega, quien también sería (¡ay!, ¡qué ingenuo era en esa época!) su salvador.
Juntos comenzarían una colonia de artistas, convivirían en la casita amarilla y plasmarían la realidad de una manera que hasta ese momento nadie había imaginado. La revivirían y reinventarían a través de nuevos trazos y nuevas concepciones del color. Este sería el primer paso hacia una nueva escuela pictórica. Pero para eso necesitaba de su aliado, del gran Gauguin, que vendría luego de un largo viaje por las Antillas a compartir su novedosa técnica.
Sin embargo, la realidad fue muy distinta.
Tan pronto como su amigo cruzó el umbral, él entendió todo: Paul Gauguin tenía el sol en sus ojos. Llevaba consigo el aroma exuberante del trópico, de sus islas exóticas y sus voluptuosas mujeres.
Por todos los medios intentó que su colega se sintiera a gusto, y al principio lo logró. Las primeras semanas hubo un chispa única entre ellos, y él fue, verdaderamente, feliz. Juntos pintaron durante días enteros sin parar.
Pero el miedo continuaba latente dentro suyo, el terror de volver a caer en soledad seguía mordiéndole los talones.
Luego llegó la ansiedad y con ella la irritabilidad y las repetidas discusiones. Además, los problemas de dinero y el continuo desorden afectaban mucho a Paul, (mi querido amigo, ¡si sólo hubieras podido entender que lo más importante era la creatividad, el “objetivo mayor”!)
Pero Paul no comprendía la ferviente pasión que ardía en el pecho de su compañero, sino que juzgaba las cosas desde un frío cinismo, con la mirada pulcra y calculadora del cirujano que, blandiendo un bisturí, se dispone a abrir en dos a su paciente. A Gauguin no le importaba el “objetivo mayor”, sino que seguía enamorado del trópico y a él volvería, a su cálida y sinuosa sensualidad que lo atraía, incitante, hacia sí.
Y así, cuánto más intentaba agradar y satisfacer a Paul, más crecía la ansiedad de uno y la apatía del otro. De esa manera continuaron las cosas hasta que estalló la gran pelea, en consecuencia de la cual ahora se hallaba postrado con una herida abierta desde la cual la sangre brotaba, dibujando un obstinado derrotero desde su cabeza hacia la funda del diván.
Él no culpaba a Paul por lo sucedido (¡cómo culpar a su único amigo, a su único “maestro”!), sino que el fervor de la discusión, los efectos de la absenta, él llevaba consigo una navaja, luego la discusión devino en pelea, y entonces Paul (todo ocurrió tan rápido) desenfundó, de repente, su espada.
A pesar del dolor y la soledad, de la gran desilusión que ahora llevaba y llevaría siempre (esta vez no sabía por cuánto tiempo iba a poder soportarla), él mantendría su pacto de silencio.
Protegería a su “maestro” hasta el final.
Sabía lo que diría a la policía: en un acto de desesperación y locura, él mismo había cortado su propia oreja.

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13 comentarios

  1. 1. pepe dice:

    Hola Cecilia!

    Tu relato me ha impresionado.

    Estratégicamente muy bien empezado y acabado, eso es lo que más me gusta en todo relato y tú lo has hecho con cerdadera maestría. También juegas muy bien con los sentimientos y la intriga hasta el final lo que te mantiene siempre metido dentro de la historia.

    Lo único que no entiendo es la frase “recuerda que trabajaba…” Como si estuviera contada desde una perspectiva del presente, aunque según empieza no parece así, por eso no la entiendo.

    No conozco la historia y no se si fue así como pasó, pero le has dado un realismo tal que podría pasar por cierta.

    Me alegro de haberte leído de nuevo.

    Un saludo.

    Escrito el 17 septiembre 2018 a las 15:42
  2. 2. Jose Luis dice:

    Hola
    Me toca comentar tu relato
    Creo que está bastante bien descrito a nivel psicológico, y bien ambientado. Es un cuento que me ha gustado y entretenido. No hay guerra, ni una referencia, pero es posible notarla, aunque de otro tipo, entre los dos personajes de los que se habla, Van Gogh y Gauguin. Creo que la referencia a los girasoles está bien traída.
    Un saludo

    Escrito el 17 septiembre 2018 a las 22:24
  3. 3. IreneR dice:

    Buenas, Cecilia.

    Me ha gustado tu relato, creo que está bien escrito y nos has sabido transmitir las emociones de Van Gogh.

    Debo de admitir que me he llevado una sorpresa cuando he descubierto quién era nuestro protagonista. Yo he tenido la misma idea que tú, en el mismo momento y con los mismos personajes. Me parecía raro haber sido la única. Girasoles se me asocia directamente con este pintor.

    Ha sido un placer leerte.

    Un saludo.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 11:12
  4. 4. Yoli dice:

    Hola, Cecilia.
    Me ha gustado tu relato. No sé si algún día sabremos lo que realmente pasó con Van Gogh y el famoso corte de la oreja, pero tu relato me parece una buena teoria y además está muy bien escrito, te felicito.

    Saludos

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 12:48
  5. 5. Patricia Redondo dice:

    Muy bueno. Unos cuantos Van Gogh han acudido a la llamada de estos girasoles 🙂 , pero el tuyo es de lo mejorcito. Buena la trama y muy bien expresado. Como dice Pepe, el inicio y el final son fenómenos.

    Felicitaciones.

    Estoy en el 49 por si te apetece pasar.

    Saludos!

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 16:15
  6. 6. Medi Ávila dice:

    Hola Cecilia!

    Me ha gustado mucho como escribes, la manera que te expresas. El relato engancha desde el principio al final. Aunque tampoco conozco la historia, me he sentido en el pellejo de Van Gogt.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 22:54
  7. 7. Galia dice:

    Hola Cecilia: parece que el título propuesto nos direccionó a unos cuantos al célebre cuadro de Van Gogh. Lo describes desde una perspectiva original, aún no se vislumbra en él su mente tan atormentada aunque el último párrafo lo enuncia.
    Nos seguimos leyendo.
    Saludos
    Galia

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 14:43
  8. 8. Ana Roda dice:

    Hola Cecilia.
    Me ha encantado cómo has narrado la relación entre Van Gogh y Gauguin.
    Tu relato está muy bien escrito.
    Felicidades

    Escrito el 20 septiembre 2018 a las 08:32
  9. Hola a todos! Muchas gracias por sus comentarios tan amables. Por las dudas quiero aclarar que esta versión de los hechos no es idea original mía, sino que hay algunos investigadores que sostienen que en realidad Paul Gaugin fue quien cortó la oreja de su colega (quizás, incluso, en defensa propia) y que luego los dos mintieron para proteger a Gaugin. El título “Los girasoles”, en seguida me llevó a pensar en Van Gogh, y por ese motivo fue que estuve leyendo sobre este pintor. Al conocer esta versión de los hechos me pareció interesante plasmarla en el relato de este mes. 🙂
    Gracias otra vez por sus comentarios, espero, poco a poco, poder devolver todas las visitas que he recibido.
    Muchos saludos.

    Escrito el 23 septiembre 2018 a las 19:09
  10. 10. Luis Ponce dice:

    Hola Cecilia:
    Gracias por tu comentario en mi relato.La idea era expresar mi rechazo personal a las guerras.
    El tuyo me ha gustado mucho por la manera en que lo has escrito. Yo iba a escribir sobre van Gogh porque eran los únicos girasoles que se me venían a la cabeza. Pero no pude hacerlo porque no encontraba la médula del problema y porque necesitaba más espacio para dar detalles pero tú lo has hecho de magnífica manera. Te felicito.
    Gauguin fue a Arles a pedido de Theo van Gogh para ayudar a su hermano a fundar una comunidad de pintores. Como nadie aceptó tuvo que pagar las deudas de Gauguin para que éste acepte viajar a instalarse en la casa amarilla. Poco duró el proyecto como poco duró la cordura de van Gogh.
    Te felicito por la manera como has resuelto algo que yo no pude.
    Nos leemos.

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 01:24
  11. 11. Luna Paniagua dice:

    Hola, Cecilia. Gracias por invitarme a leer tu relato porque ha merecido mucho la pena. Yo me he creído la historia como si la hubiera escrito el mismo Van Gogh. Cuidas mucho la prosa, es un placer leerte.

    Saludos,

    Luna

    Escrito el 24 septiembre 2018 a las 09:32
  12. 12. Violeta dice:

    Hola Cecilia! Me gustó tu historia,parece real.
    Seguramente conocés la historia con más profundidad acerca de la vida y personalidad de estos artistas.
    Me sentí muy identificada contigo ya que escribí con la misma temática una historia parecida.
    Parece que nos inspiraron estos genios del arte.
    Mi relato es el 28, por si quieres leerlo.
    Hasta pronto.

    Escrito el 25 septiembre 2018 a las 15:50
  13. 13. beba dice:

    Hola, Cecilia. Agradecida por tu visita y comentario. Tu historia tiene un aire de crónica; me hace pensar en un dron que planea sobre la cabeza enferma de Van Gogh. Está muy bien hilvanada y el uso del lenguaje es pulcro.

    Escrito el 26 septiembre 2018 a las 21:20

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