Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Los girasoles - por Gabacha

Casi treinta años después volví a aquella carretera. Esta vez no iba en bicicleta, no llevaba un pasaporte falso escondido bajo la ropa, las alhajas de mi madre no repiqueteaban dentro del bolsillo izquierdo por los baches del camino. Ni tú me recogiste.

Los muros del fuerte Hackenberg mantenían el mismo color gris que los hacía invisibles bajo la lluvia y la misma alfombra de hierba los coronaba. Me acerqué a una de las paredes del muro, la toqué y escribí con el dedo tu nombre. Tu nombre falso.

Entonces te vi.

El volkswagen rojo avanzó lentamente hasta acercarse a mí. La puerta del copiloto se abrió y me deslicé dentro dejando caer la bicicleta. El timbre sonó con extraña alegría al chocar contra el suelo. Me miraste con fastidio y mascullaste algo en español que no pude entender.

Me llamo Claire, Claire Albaynac, te dije, y te tendí la mano como si no hubiera advertido tu enfado. Te habían contratado para llevarme hasta Bélgica, donde ya se encontraba mi familia y desde donde podríamos huir a Inglaterra. Sabía que lo hacías a cambio de las joyas que llevaba en el bolsillo izquierdo, pero pensaba que eras de los nuestros. Como si eso existiera en una guerra, algo común, lo nuestro. Te rascaste la cabeza con insistencia, como si te picara algo más que la piel, pusiste el coche en marcha y no volviste a mirarme en mucho tiempo.

Durante horas viajamos en silencio por carreteras secundarias, a veces por simples sendas. Los únicos testigos de nuestro paso eran los diversos fuertes de la línea Maginot que dejábamos atrás. A ratos el asfalto temblaba levemente, o un fogonazo de luz iluminaba un instante el cielo. Francia estaba sucumbiendo a la invasión nazi con una rapidez que avergonzaba a los franceses.

– ¿Fue así en España?- te pregunté.

Miraste brevemente en mi dirección. Como si de pronto te hubieras dado cuenta de que no estabas solo. Un volantazo y detuviste el automóvil en el arcén.

– Claire, Claire Albaynac, porque supongo que de verdad te llamas así, que ni siquiera se te ha ocurrido inventarte un nombre. No eres más que una cría. Yo podría ser un colaboracionista, un cabrón dispuesto a venderte no solo a ti, también a tu familia ¿Tienes hermanos, padres, abuelos?

Asentí algo asustada. También tú asentiste y volviste a rascarte la cabeza. Luego me tendiste la mano. Era ancha y la atravesaban venas grisáceas y abultadas como túneles. Parecía la mano de un viejo. Me llamo Eduard y es un nombre falso. Pusiste de nuevo el coche en marcha y empezaste a hablar, largamente, hablabas y hablabas, no supe si para mí o para ti, hacia el horizonte o hacia el pasado, para acercarte a él aunque solo fuera con palabras. A veces te entendía y a veces no. No solo porque a ratos mezclabas el francés con el español, también porque hablabas de frentes de la guerra española, de batallas y trincheras que no podía imaginar. Batalla del Ebro, del Jarama, Guernica. Me quedé dormida oyendo esos y otros nombres, mirando tu perfil, el vaho que salía de tu boca, la mano derecha que a veces agitabas para simular un bombardeo. Tus manos de viejo.

Desperté con el sol en lo alto del cielo. Pusiste sobre mi falda dos girasoles. Es todo lo que he podido encontrar, espero que te gusten las pipas, dijiste. Hicimos el resto del viaje en silencio. Tú conducías, yo sacaba las pipas del girasol, ambos las hacíamos estallar en la boca y escupíamos las cáscaras por la ventanilla. Solo te vi sonreír entonces, sobre todo cuando al escupir se me escapaba la saliva y la cáscara no se disparaba, sino que resbalaba torpemente barbilla abajo.

Llegamos al atardecer. Paraste el vehículo como a medio kilómetro de la casa y me tendiste la mano para que te diera las joyas. Luego abriste la puerta del copiloto. Hubiera querido rascarte la cabeza, o darte un beso, o pedirte que vinieras con nosotros, pero, en lugar de eso, te di los dos girasoles vacíos y salí del coche.

– No fue así en España – te oí decir antes de que cerraras la puerta-. Allí fue hermano contra hermano. Ciegos como estos girasoles.

Luego el coche dio la vuelta. De la casa vi salir a papá, a mamá, a mi hermano, a mis tíos. El polvo del camino y las lágrimas no me dejaron ver si volvías a rascarte la cabeza.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

7 comentarios

  1. 1. Helena Sauras dice:

    ¡Hola!
    Me ha encantado cómo sumerges a quien te lee en la escena. Las descripciones están muy cuidadas. La historia es profunda y avanza a buen ritmo. Lo mejor la comparación del final, la guerra civil española como el vacío de los girasoles (ciegos).

    Lo único, y como observación, revisa la puntuación en los diálogos. Los guiones tienen que ir pegados a las palabras (sin espacio) y si usas guion corto o largo tiene que ser todo el rato el mismo (no mezclar ambos).

    Me ha encantado leerte y espero hacerlo en futuros talleres.

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 06:29
  2. 2. Gabacha dice:

    Hola, Helena, gracias por tu amable comentario. Y sí, lo de los guiones de los diálogos lo tengo pendiente. Me tengo que poner con ello.

    Un saludo

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 17:34
  3. 3. SrCualquiera dice:

    El viaje de dos desconocidos, dos desconocidos que llevan máscaras falsas, nombres ocultos, pero se tienen que poner de acuerdo para hacer un viaje. La verdad es que la historia resulta deliciosa, no sólo por lo bien ambientada que está, lo bien escogidas que están las referencias a la guerra, Los muros del fuerte Hackenberg, la línea Maginot, las comparaciones con la guerra civil, todo eso le sienta como música al relato. También porque está magníficamente enlazada la interacción de ellos dos, una interacción que en realidad es de ella consigo misma, pero que va transcurriendo con él a medida que avanza el viaje. El viaje como una conversación, como una metáfora de los supervivientes, con tan buena economía de medios, atenta al detalle, que se sorbe sola. Se ha acudido a un proceso de cuasi enamoramiento, porque así lo sugiere ese último gesto a lo lejos, entre lágrimas y familiares, ese gesto que parecía involuntario de él, ese modo de rascarse la cabeza que parecía absurdo. ¿Qué es lo que más le hacía llorar? ¿Encontrarse con sus personas queridas o pensar que no iba a volver a ver más ese gesto?

    Es muy bonito tu relato, puedes sentirte orgullosa.

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 00:16
  4. 4. Laura dice:

    Hola Gabacha.
    Me ha encantado el relato,la forma sencilla en que se desliza habla de un gran trabajo previo.
    mis felicitaciones.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 19 septiembre 2018 a las 12:07
  5. 5. Fortunata dice:

    Hola,

    Ando por el 137

    Muy buen trabajo. Haces que uno se sumerja en la lectura de una forma muy inteligente tanto en las descripciones como en los diálogos. También tiene mucha poesía.

    Felicitaciones

    Escrito el 21 septiembre 2018 a las 13:35
  6. 6. Gabacha dice:

    Gracias por vuestros comentarios, SrCualquiera, Laura y Fortunata.

    Es cierto que quería escribir sobre dos desconocidos que viajaban juntos, pero llegó la guerra y me jodió el cuento.

    Y no digo más porque estaría explicándome como persona, y ése es un exceso que no me voy a permitir.

    Gracias, en todo caso.

    Escrito el 21 septiembre 2018 a las 21:57
  7. 7. Jo Ben dice:

    Hola, Gabacha

    En primer lugar, enhorabuena por tu relato. Con pocas palabras has sabido transmitir emociones y sentimientos complejos.
    Como señala Helena, revisaría la puntuación en los diálogos y la transición entre el presente y el pasado. Cuando dices “entonces te vi”, no está claro (hasta que continuas la lectura) si pertenece al momento en que revisitas el lugar o a los hechos recordados.
    Me ha gustado mucho leerte.
    Hasta pronto.

    Escrito el 26 septiembre 2018 a las 13:07

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.