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LOS GIRASOLES - por MIGUEL CASTELLÓ

Los girasoles.
(Por Miguel Castelló)
Mi corazón latía frenéticamente, la sangre me golpeaba en las sienes, el corazón se me escapaba por la boca. Estaba exhausto, sentado abrazándome las rodillas, sentía el sudor frío de mi camisa al apoyar mi espalda sobre la pared desconchada y húmeda. Poco a poco iba recobrando el resuello. Aunque agotado, mi rostro reflejaba alegría, la alegría de la victoria. En la pared de enfrente, mi hermano, en la misma posición que yo, mirándome fijamente, su respiración era incluso más fuerte que la mía, de vez en cuando se le escapaba algún bufido. Su rostro acalorado reflejaba rabia, la rabia de la derrota. Las voces de nuestro padre sobrepasaban nuestros gemidos, sólo paró de reprendernos cuando sonó la primera bomba.
No sé hasta cuando soportaría mi padre nuestro juego. Había insistido muchas veces para que abandonáramos esa costumbre que le sacaba de sus casillas. Nos amenazaba con todo tipo de castigos, pero para nosotros era como un instinto animal, como una prueba de hombría. Éramos competitivos por naturaleza y eso nos mantenía vivos.
Todos los días ayudábamos a nuestro padre en las labores del campo. Nunca íbamos a la escuela. La escuela hacía tres meses que ya no existía. Un gran cráter ocupaba su lugar.
Nuestra casa estaba a las afueras del pueblo, cerca de las tierras de labor. Sólo tenía dos alcobas, una cocina y una cuadra pegada a la casa, con gallinas, una vaca y un mulo que todas los días nos acompañaba a trabajar a nuestras tierras que estaban separadas de la iglesia del pueblo por un gran campo de girasoles.
Nos levantábamos al alba, nos tomábamos nuestra leche migada, cogíamos nuestro mulo y al campo a trabajar.
Las instrucciones estaban muy claras: cuando se oyesen las sirenas antiaéreas de la ciudad vecina, debíamos dejar todo y correr a través del campo de girasoles hasta el ábside de la iglesia por donde se entraba a la cripta que servía de improvisado refugio.
Esas eran las órdenes de nuestro padre, pero nosotros acordamos que contaríamos hasta diez antes de empezar la huida a través del campo de girasoles. Mil uno, mil dos, mil tres…mil diez y, a correr. ¿Quién ganaría la carrera?
Llevábamos varias semanas sin ver un solo avión de la Legión Cóndor, pero no debíamos relajarnos y éramos conscientes de ello.
Esa mañana hacía más calor que de costumbre. El sol calentaba con fuerza, los paseos al arroyo para refrescarnos eran más frecuentes. Por el horizonte empezamos a oír un motor y al instante el ruido lejano de las sirenas. Mil uno, mil dos, vimos a nuestro padre correr a través de los girasoles. Mil seis, mil siete, se empezaban a oír más fuerte los motores. Mil nueve, ya no divisaba a mí padre. Mil diez y empecé a correr como un loco, saltando entre los girasoles, los golpes del pulso en la sien, los latidos del corazón, la respiración acelerada, no eran capaces de acallar a los motores. No pude mirar atrás en todo el trayecto. Llegué al refugio, exhausto, allí estaba mi padre, cuando me preguntó por mí hermano sonó la primera explosión. Más cerca que nunca. Mi hermano no llegaba. Dos, tres, cuatro, las detonaciones se sucedían sin descanso. Cuando vi la expresión de mi padre empecé a sentirme sin fuerzas, las piernas me temblaban. Mi hermano no llegaba. Deseaba con todas mi fuerzas oír de nuevo la sirena para poder salir al encuentro de mi hermano, estaría al otro lado del ábside. No volveríamos a jugar a este arriesgado juego, lo prometo. El silencio se apoderó de todo. Salimos al exterior, una nube de polvo lo cubría todo, los pocos rayos de sol que atravesaban la nube hacían resplandecer los intensos pétalos de los girasoles. Un gigantesco agujero se abría a nuestros pies. Al rodear el cráter vimos algo moverse entre los girasoles, nos acercamos ansiosos, era nuestro mulo, asustado. A su alrededor los girasoles estaban manchados de sangre. Rojo sobre el amarillo, que extraña coincidencia. A dos metros vimos el cuerpo inerte de mi hermano, la postura extraña de sus piernas nos barrió las esperanzas.
Hoy no ha ganado nadie, con la guerra todos perdemos, mi padre ha perdido un hijo, yo un hermano, y todos la libertad.
Fin

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6 comentarios

  1. 1. Antaviana dice:

    Hola Miguel,

    Tu relato se lee fácilmente e interesa seguirlo hasta el final, describes muy bien las situaciones, y en definitiva he visualizado perfectamente todo lo que explicabas.

    A nivel formal, lo único que he encontrado es que hay palabras que se repiten bastante. A modo de ejemplo:

    – En la primera frase repites dos veces la palabra corazón
    – La palabra alegría también está repetida poco más adelante: “Aunque agotado, mi rostro reflejaba alegría, la alegría de la victoria”, a mi me suena mejor por ejemplo: “Aunque agotado, mi rostro reflejaba la alegría de la victoria”
    – la palabra padre se repite mucho también

    Algún signo de puntuación también cambiaría.

    Por lo demás, te animo a seguir escribiendo

    Saludos!

    Escrito el 17 septiembre 2018 a las 18:10
  2. 2. ANGEL CLIMENT dice:

    Hola Miguel, muy buen relato, interesante se lee bien, te quedas con un buen gusto despues de leerlo. Como dice Antaviana,a alguna palabra
    le tendrias que buscar sinonimos, para no repetirla, pero eso es lo de menos. Tu cuento me encantó.
    Nos leemos – Saludos

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 11:54
  3. 3. Miguel Castelló dice:

    Hola, en respuesta a Antaviana, gracias por el comentario, es el segundo texto que envío y quiero aprender.
    Lo de la alegría repetida era con intención de darle más énfasis. Es como estar contento, contento por escribir.
    Saludos

    Escrito el 18 septiembre 2018 a las 12:10
  4. 4. JGulbert dice:

    Hola Miguel,

    Me ha gustado tu relato. Tiene un estilo directo, las descripciones son muy buenas y me ha mantenido en vilo en la parte final, intrigado por la suerte del hermano.

    A mi parecer hay demasiada persecución por la repetición de palabras, como tú indicas en una respuesta, se puede utilizar para crear énfasis “alegría, alegría de la victoria” o “rabia, rabia de la derrota”. Además, buscando tantos sinónimos, corremos el riesgo de no expresar lo que realmente queremos.

    Muy buena la frase ” la postura extraña de sus piernas nos barrió las esperanzas”. Lo dice todo.

    Espero tu nuevo relato. Éste lo he disfrutado.

    Un saludo!

    Escrito el 25 septiembre 2018 a las 20:56
  5. 5. Chus Galego dice:

    Hola, Miguel.
    Me gusta tu relato, es uno de los mejores que leí este mes. Es original y está escrito con un lenguaje depurado y poético(al contrario de lo que te apuntan por aquí, yo veo ritmo y poesía en esas repeticiones). El comienzo me parece un acierto: la victoria del juego temerario frente al reproche del padre. Luego, la descripción de la vida cotidiana antes de la tragedia final también tiene elementos muy interesantes, como la pérdida de la escuela…en fin… que me parece uno de los mejores relatos de este mes.
    Que tengas un buen día.

    Escrito el 1 octubre 2018 a las 05:45
  6. 6. Miguel Castelló dice:

    Hola, muchas gracias a todos por los comentarios, me animan a seguir escribiendo, creo que es de lo que se trata. En especial a Chus Galego y JGulbert, me habéis subido el ánimo. No es que las críticas te desanimen, más bien al contrario, pero leer estos comentarios de vez en cuando, pues eso, te hacen seguir trabajando para no defraudar en los próximos textos.
    Muchas gracias, de verdad.

    Escrito el 1 octubre 2018 a las 09:56

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