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Eran felices y no lo sabian - por Daniel Escobar Celis

Web: https://multiverso-historias.blogspot.com/

Todo el mundo era feliz hasta que estalló la crisis. Lo peor es que no lo sabían. Cada miembro de la familia vivía en su mundo. Los problemas diarios se reducían a: la hija mayor decidiéndose que ropa comprarse y combinarse para la fiesta, el hijo mediano pidiendo dinero para sus discos o conciertos, los videojuegos del hijo menor, el maquillaje de la madre y los tabacos del padre.

Las reuniones familiares solían limitarse a los cumpleaños y fiestas navideñas. Durante aquellas fechas no podían faltar los regalos, la buena comida, las nuevas pintas de ropa, la buena música y por supuesto la bebida.

¡Para que escatimar en gastos si solo se vive una vez!

Eran momentos alegres en los que se mostraba la felicidad al mundo, aunque el resto de los días apenas se comunicasen lo necesario.

Luego sucedió, al principio solo era uno o dos artículos que desaparecían de los anaqueles para reaparecer casi al doble del precio. No importaba, ¡Que no había leche completa! Se compraba leche de soya. ¡Que no había harina pre-cocida! Se compraba maíz cariaco. ¡Que no había pasta! Se compraba Arroz. ¡Que no había azúcar! Para eso estaba el papelón. El optimismo fue mermando a partir del instante en que desaparecieron el resto de productos y las alternativas como la soya o el papelón alzaron sus precios al cielo.

En ese momento empezaron las caras largas en casa y recortes en gastos. No más compras para la quincena en el supermercado, ahora con suerte se conseguía lo necesario para la semana. Los productos aparecieron con precios multiplicados en efectivo. ¡El nacimiento de los bachaqueros! ¡Que más daba! ¡Algo había que comer!

Empezaron las colas kilométricas para comprar comida y sacar dinero del banco. El efectivo empezó a escasear y los bancos pusieron límites diarios cada vez menores al tiempo que los precios seguían elevándose.

La madre tenía que levantarse a las tres de la madrugada dejando el desayuno y el almuerzo listo para salir a las cinco de la mañana, con el fin de comprar comida o sacar efectivo del banco. En ocasiones el marido perdía un día de trabajo para hacer lo segundo tras lo cual la mujer debía hacer magia para comprar comida para todos. Lo malo no era llegar todos los días después de las cuatro o cinco de la tarde de hacer una o más colas, lo frustrante eran todas las veces que llegaba con las manos vacías.

Se acabaron los viajes, fiestas, toques, ropa nueva y por supuesto si se rayaba la pantalla del celular o salía un modelo nuevo ya la hija no podía comprárselo. ¡Que Dios los librase de que a alguno se le dañase o que un amigo de lo ajeno lo tomase prestado! Si antes se podía costear un teléfono último modelo con una o dos quincenas, ahora ni con cinco salarios podrían comprar el de pantalla analógica y teclas gigantes.

Las discusiones no se hicieron esperar: ¡Nos estas matando de hambre! ¿Crees que con un plato de verduras podemos alimentarnos? -Reclamaban los hijos-. La madre lloraba sin consuelo, sabía que en parte tenían razón. ¿Pero que podía hacer? El padre le reclamaba, llamaba basura para perros a su comida. ¿En qué gastas el dinero que te doy? -Le gritaba tras tirarle la comida en la cara-. No importaba lo que ella dijese, era inconcebible que una quincena de salario solo alcanzase para comprar verdura, sardina, monte y en ocasiones un puñado de carne molida y un trozo de queso. Pero así era y debía administrarse para cinco personas.

La mujer se preguntaba: ¿Cómo habían podido caer tan bajo? ¿Que había sido de aquel hombre que decía ser feliz sin dinero? Es fácil decirlo cuando no te hace falta nada y no sabes que es la necesidad. ¿Pero y ahora qué? Aquel hombre parecía haber transformado su supuesto amor en odio. Que eran momento difíciles, sí, ¿pero no se suponía que en ese tipo de circunstancias la familia debería estar más unida? No obstante, la realidad distaba mucho de la idealidad. Atrás parecían quedar aquellos momentos de discusiones y problemas triviales. Ahora solo quedaba la amarga sensación de iniciar una nueva vida sumergida en un infierno, que apenas empezaba a emerger.

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13 comentarios

  1. 1. IreneR dice:

    Buenas, Daniel Escobar Celis.

    Un relato muy interesante con una crítica muy explosiva. Me ha gustado.
    Aunque los “ques” me han llevado un poco de cabeza. Creo que hay algunos a los que les falta la tilde, pero hay tantos que se me van un poco los ojos y ya no sé discernir entre cuáles deberían de ir acentuados y cuáles no.

    ¡Un saludo!

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 08:44
  2. 2. Lavanda dice:

    Hola Daniel:
    Me gustó tu relato, te hace vivir la crisis, cómo va dañando las relaciones cotidianas.
    También me parecieron interesantes las preguntas retóricas.
    Coincido con Irene en el uso de los “que”.
    Nos leemos,
    Saludos

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 15:50
  3. 3. Charola dice:

    Hola, Daniel.
    Gracias por leer y comentar mi relato. Paso al tuyo. Primeramente me gustó el título, aunque ese “sabían” es con tilde.
    Retratas la vida de una familia cuando no le faltaba nada y luego poco a poco se dan cuenta que no tienen ni para lo básico. Triste. ¡Cómo me duele Venezuela y los venezolanos! (no sé si te refieres a ese cambio en ese país, pero al leer tu texto es lo que se me vino a la mente).

    Algunos mejorables: (solo tildes que faltan:
    ¡Para quÉ escatimar en gastos si solo se vive una vez!
    ¡QuÉ más daba!
    ¡Nos estÁs matando de hambre!
    …y no sabes quÉ es la felicidad.
    ¿Pero quÉ podía hacer?
    ¿QuÉ había sido de aquel hombre que decía ser feliz sin dinero?

    Gracias Daniel. Me gustó tu relato.

    Escrito el 19 octubre 2018 a las 07:21
  4. 4. Héctor dice:

    Ya te hicieron las observaciones que pude haber hecho a tu relato, a mi se me ha pasado. Lo importante es que me ha gustado, es un retrato de la vida real de alguna manera. Literauta 46.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 00:15
  5. 5. Helena Sauras dice:

    Hola Daniel,

    Un relato de crítica social bien narrado. Personalmente me ha gustado, sobretodo la parte final.

    Los compañeros ya han observado lo del qué (cuando lleva acento).

    Saludos y a continuar escribiendo.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 12:11
  6. 6. Verso suelto dice:

    Tu relato es un buen reflejo de como se enturbian las relaciones cuando falta lo esencial.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 23:10
  7. Hola Daniel!

    Gracias por el comentario en mi relato.
    Tu escrito me ha gustado mucho. Narra una situación muy dura de una manera muy sentida y adecuada.
    Te felicito!

    Un abrazo.

    Escrito el 21 octubre 2018 a las 11:13
  8. 8. Doralú dice:

    Hola Escobar Celis,

    Excelente tu relato de una realidad muy dificil de sobrellevar. Esta tan bien hilvanado que quien no conoce la situacion puede recrearla a traves de tus palabras. El último párrafo me pareció brutal, como dicen los muchachos por esos lares. Lo poco que hay en sugerencias de mejoras, ya lo Han comentado los Compañeros.
    Gracias por pasar por mi relato anterior.
    Un abrazo

    Escrito el 24 octubre 2018 a las 20:29
  9. 9. Luis Ponce dice:

    Hola Daniel: gracias por tu comentario en min relato.
    El argumento aunque real y verídico me deja tres preguntas:
    ¿Puede un grupo humano llegar a tal estado de sometimiento que prefiera huir de su país antes de enfrentar la realidad de todos los días? Creo que es un problema de educación.
    La segunda: ¿si resulta difícil vivir en el desierto, nadie está al tanto de que la vida de los migrantes en cualquier parte del mundo es como saltar a un abismo?
    La tercera: ¿El ser humano está tan condicionado al consumismo que le es imposible vivir de otra manera? ¿Cómo vivían nuestros abuelos que no tenían nada de lo que tenemos ahora? ¿Amamos más a nuestro celular que a nuestros hijos? ¿Cuánto de lo que gana un migrante si es que consigue trabajo, va a parar a manos de las telefónicas? Por lo que he visto, más del 60%.
    En algún lado está el problema.
    Nos leeemos.

    Escrito el 27 octubre 2018 a las 00:08
  10. 10. Paola dice:

    Hola Daniel!
    Has pasado por mi relato, hermano venezolano y aquí estoy yo leyendo el tuyo.
    Sólo voy a detenerme en lo que cuentas. Desde luego que 750 palabras no alcanzan para describir las necesidades de una crisis en América.
    Me gusta mucho tu narración aunque quisiera que fuera ciencia ficción…
    Espero de corazón que esa realidad de tu relato se revierta.
    Desde ya un abrazo argentino con Las Venas Abiertas!!!
    Saludos!

    Escrito el 28 octubre 2018 a las 08:08
  11. 11. Laura dice:

    Hola Daniel.
    Pobres hermanos venezolanos!!!!!
    Muy bien narrado. Ya se han señalado detalles, por lo que no vuelvo a ellos.
    Mis saludos desde Argentina.

    Escrito el 28 octubre 2018 a las 15:27
  12. Las conjunciones “que” e “y” son completamente castizas, no son feas y son un apoyo esencial para la construcción. Además, son prácticamente inevitables; uno puede inventarse sus vueltas para eludirlas, pero también hay que perderles el miedo.
    En este relato, en mi concepto, no se abusa del “que”, con excepción del último párrafo, donde sí se justifica hacer aquellos esguinces para evitar la proliferación de la bendita conjunción.
    En cierto lugar aparecen las expresiones:
    ¡Que no había leche completa! Se compraba leche de soya. ¡Que no había harina pre-cocida! Se compraba maíz cariaco. ¡Que no había pasta! Se compraba Arroz. ¡Que no había azúcar! Para eso estaba el papelón.
    Allí es necesaria la repetición, para mostrarle “gráficamente” al lector el grave problema de la escasez. Esa repetición del “que” es todo un recurso de estilo.
    Saludos.

    Escrito el 30 octubre 2018 a las 04:17
  13. 13. Verso suelto dice:

    Un relato muy oportuno y bien escrito.
    Te felicito.

    Escrito el 3 noviembre 2018 a las 15:00

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