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La segunda patria - por Ulises Vidal

La segunda patria
«Era el veintiocho de abril de 1945; yo cumplía quince años mientras en una plaza de Milán, Benito Mussolini no era otra cosa que un cadáver, colgado boca abajo, delante de una muchedumbre que vociferaba alegre. Todo el mundo era feliz hasta que cayeron en la cuenta de que, si bien la venganza había sido consumada, la guerra estaba perdida para Italia. No había trabajo. No había alimentos. No había tampoco esperanza. La Argentina, en cambio, era una tierra donde no había hambre ni guerra,…» así, solía comenzar el relato de mi padre para sus nietos.
«Giovanni», Juan para los argentinos, dejó en Italia a sus padres. En el puerto de Buenos Aires lo esperaba el hermano, quien, desde hacía unos años, vivía en la periferia de la ciudad.
A los doce años comenzó a colaborar con la resistencia partisana, indignado por las palabras pintadas en los muros de su ciudad natal, Bolonia: «Mussolini siempre tiene razón». «Creer, obedecer, combatir». Era un rebelde al que le gustaba estudiar, sin embargo debió abandonar la escuela después del tercer grado, puesto que tenía que ayudar a mantener la familia. En el fondo de la casa, mi abuelo tenía un taller heredado de su padre, donde les enseñaban a todos el oficio de las armas; esa tradición artesanal fue transmitida de generación en generación y habría de continuar en la «segunda patria». El tío y él montaron un modesto taller con una fresa y un torno y se dedicaron a la fabricación de piezas para armas, algunas difíciles de conseguir. Por la demanda, el negocio pronto creció.
Tres años después, llegaron los abuelos. La abuela entre sus ropas traía una plantita, una higuera, con sus raíces apretujadas por un puñado de tierra italiana. Por eso, durante el viaje la cuidó con dedicación y la regó. «Tanta tierra, tanta riqueza», solía admirarse la nona. Y no era para menos, comíamos pan casero, huevos, animales de nuestro corral y verduras de la quinta, cocinadas por ella misma. Y de postre, higos de la higuera que había traído en el barco. Y, para la Navidad, un mes antes ya estaba elaborando su «torrone», turrón con almendras, miel y avellanas.
Además del oficio, mis abuelos nos legaron la devoción por la amistad. A la abu, le gustaba juntarse con las amigas a tomar mate y el nono, también disfrutaba de las reuniones con paisanos en largas tardes de charlas y cigarros.
A los veinte, papá se casó. Los padres de mi madre, eran de Macerata, pero ella era argentina. Se conocieron en un baile del club de barrio. Ambos fueron acompañados, mi mamá por una prima, mi papá por un amigo.
—Bailamos con las chicas una pieza, después había que respetar las costumbres del club, nos sentamos. Y al rato, hicimos la seña y ellas nos permitieron otro baile. Fue el principio del noviazgo. Ella iba a misa todos los domingos, porque así acostumbraban, quienes habían ido al colegio de monjas. Entonces, le dije: «Mirá, si vos querés me gustaría acompañarte a misa». «Bueno, vamos», me contestó. Al año nos habíamos casado y a los diez meses naciste vos, Julio. Luego, vendría Elmo, —rememoraba con ojos brillantes que lo devolvían a esos momentos.
Elmo acababa la primaria y yo cumplía los veintiuno. Entonces, el tío y papá me pusieron al frente del negocio: —Mirá, te necesitamos, así que trabaja con nosotros, —me dijeron—. Tené presente una cosa, somos inmigrantes, somos pobres y vinimos a la Argentina a trabajar, a ser honrados y a progresar. Queremos que sigas el mismo camino: «Progresar con honradez».
Por supuesto, he compartido ese deseo. Había completado mis estudios en una escuela técnica y había aprendido el oficio familiar. Con el tiempo, la fabricación de repuestos había decaído. Entonces, pasaron a la venta de armas y artículos para la caza. Por último, yo sumé los de camping. Se hizo necesario incorporar nuevas maquinarias y tomar operarios. Pero, nunca tuvimos empleados en negro y nos las arreglamos para no despedir a nadie, a pesar de que atravesáramos varias crisis económicas.
Y así, llegamos hasta hoy, veintiocho de abril. La familia cantó varias veces el «Feliz cumpleaños» para celebrar los ochenta y ocho de papá. Luego, sus palabras nos emocionaron a todos.
—Mis dos hijos siguen el ejemplo que yo les di, que este ejemplo sirva para los nietos cuando termine el hilo de mi carretel, —brindó levantando la copa en medio de aplausos.

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10 comentarios

  1. 1. Estel Vórima dice:

    Una entrañable historia familiar. Los retos a los que muchos inmigrantes se enfrentas y como finalmente, su vida está más en esa tierra a la que marcharon que en la que los vio marchar. Aunque eso supone muchos retos. Tiene todo un toque idílico, en plan cuento de abuelita, pero creo que era lo que querías conseguir, así que bien hecho.

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 14:36
  2. 2. De vuelto dice:

    Hola Ulises.
    El relato tiene buena estructura y un tono ameno. Lo que le cambiaría sería el desarrollo porque se hace algo plano, lo que lo acerca más a las anécdotas.

    Mi texto es el #83.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 10:46
  3. 3. MOT dice:

    Hola Ulises.
    Esta es la primera vez que te leo y me ha gustado tu trabajo. Es una bonita historia de una familia, muy bien escrita y con una más que correcta ortografía, aunque quizás, y es una mera opinión personal, abusaría menos de las comas.
    Otra cosa que quisiera comentarte, con total sinceridad, es que me ha parecido un poco “sosa”, lenta, espesa como si no me fluyese su lectura; le he echado en falta algo así como un argumento concreto, un conflicto… pero me ha gustado.
    Saludos…

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 17:48
  4. 4. Ulises Vidal dice:

    ¡Hola!
    Muchas gracias a los tres por las opiniones.

    Escrito el 21 octubre 2018 a las 06:18
  5. 5. Laura dice:

    Hola Ulises.
    Nos has dejado la historia de una familia de inmigrantes italianas. Los he ido viendo a medida que aparecìan.
    Más que una escena creo que es un resumen de la historia de una familia, desde 1945 hasta el cumpleaños del padre.Tal vez podìas haber desarrollado una de las etapas permitièndonos conocer màs en profundidad a los personajes: el desarraigo, la instalaciòn en la nueva tierra, la añoranza de los que se fueron y de los que quedaron en Italia, etc. Es tan sòlo una opiniòn.
    Mis saludos.

    Escrito el 22 octubre 2018 a las 11:41
  6. 6. joanis dice:

    Hola, esto puede ser el inicio de una novela, me gusta, quiero saber más!

    Escrito el 23 octubre 2018 a las 14:55
  7. 7. Ulises Vidal dice:

    Muchísimas gracias por los comentarios y observaciones puntuales y certeras a Este, Devuelto, Mot, Laura y Joanis.
    Me han servido para reflexionar y voy a reescribir el cuento.
    Ojalá que sea el inicio de una novela.
    Hasta el próximo desafío.

    Escrito el 24 octubre 2018 a las 15:06
  8. 8. María Jesús dice:

    Hola Ulises: Tu relato necesitaría mucho más que 750 palabras. Has dado un repaso a una saga familiar que te sabe a poco porque hay mucha historia que se queda en el tintero (nunca mejor dicho). Pero ese resumen que haces de una vida de emigrante está escrito de una manera muy entrañable, aunque sin grandes sobresaltos, que se lee con facilidad. Creo que es un buen trabajo donde demuestras que escribir se te da bastante bien.
    Un saludo.

    Escrito el 25 octubre 2018 a las 14:36
  9. 9. Ulises Vidal dice:

    Muchísimas gracias por tu lectura, María Jesús.
    Me reconforta y anima a revisar y reescribir el relato.
    Por supuesto, tendré en cuenta las observaciones de todos
    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 25 octubre 2018 a las 14:47
  10. 10. Vespasiano dice:

    Hola Ulises:

    Gracias por pasarte por mi relato y comentarlo tan generosamente.

    Llego demasiado tarde a tu historia, por motivos que ya expliqué. Pero lo hago gustoso de leerte.

    Tu historia me parece tan cercana que me he visto trabajando en la fresadora del taller del abuelo.

    Escenas como las que describes me resultan familiares. Mi hermano y yo fuimos emigrantes y hemos conocido situaciones similares de muchos conocidos que iniciaron una nueva vida en el país que los acogió; algunos de ellos emprendiendo pequeños negocios o montando talleres mecánicos.

    Vidas y familias truncadas por el horror de las guerras, la falta de trabajo y tantas otras causas como la persecución racial o ideológica.

    En cuanto a la parte formal, creo que quedaría mejor representado el discurso del abuelo de esta otra manera.
    “Luego, sus palabras nos emocionaron a todos:
    «Mis dos hijos siguen el ejemplo que yo les di, que este ejemplo sirva para los nietos cuando termine el hilo de mi carretel». Brindó levantando la copa en medio de aplausos”.

    Felicidades y seguiremos leyéndonos.

    Escrito el 31 octubre 2018 a las 19:18

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