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Vivir sin dinero - por Olivia

En un lugar muy remoto existía una población diferente. La gente tenía un sentido del amor al prójimo y de la colaboración difícil de entender donde vivimos y en nuestros días.
El dinero no existía y, en consecuencia, tampoco el comercio ni el trabajo con la única finalidad de conseguirlo y acumularlo.
La gente cultivaba los alimentos en sus propios sus huertos, fabricaba sus propios muebles y enseres y construía sus propias casas. Lo que unos sabían hacer mejor, lo ofrecían a los demás a cambio de otra cosa de la que carecían. Con ello las necesidades básicas estaban cubiertas.
Todo el mundo era feliz hasta que apareció aquel viajero: un hombre ya maduro cuyo aspecto revelaba un largo recorrido a sus espaldas.
—¡Buenos días, señora! ¿Habla mi idioma? Estoy buscando Pueblo Verde —preguntó el hombre, mostrándole un mapa y señalando un punto en él a una mujer que se le cruzó por delante.
La señora no le contestó, pero lo condujo hasta la casa de uno de los más ancianos del pueblo, que probablemente podría ayudarle.
Una vez delante del viejo, aquel hombre volvió a hacer la misma pregunta, señalando el punto en el mapa. Añadió que buscaba a una mujer, que se había marchado en busca del llamado Pueblo Verde, nombre que aludía a su ubicación en una parte recóndita del planeta donde había más extensión de terreno virgen que de civilización. De él se decía que su sistema único de gobierno y de vida no era comparable a ninguna otra de la tierra.
El hombre mostró una fotografía al viejo y éste saltó de su asiento. Después, se acercó despacio al hombre y le dio un abrazo:
—Sí, esto es Pueblo Verde y, sí, la conocí —empezó a relatar—. Fue una de las personas que más luchó y se implicó por nuestro pueblo. Se puede decir que de ella aprendimos todo lo que conocemos hoy de la otra parte del mundo y, algunos, hasta un poco su idioma. De estas enseñanzas hemos tomado lo que nos puede servir, ayudar, pero hemos desechado lo que nos puede hacer daño, incluso destruir. Hoy, ella ya no está entre nosotros, murió hace unos años.
—No sé… no sé qué decir —balbuceó el hombre, aún aturdido por la noticia—. De momento, solo quisiera comer algo y descansar. ¿Podría decirme donde hay algún bar o algún hotel para pasar la noche?
—¿Bar? ¿hotel? Lo siento, señor. En Pueblo Verde no hay estas cosas. La gente no trabaja. Basamos nuestra vida en la mutua cooperación y no necesitamos trabajar para nadie. Pero puede alojarse y comer aquí en mi casa los días que necesite.
Sucedió que el hombre pasó más de un día allí. Y más de dos. Se encontró a gusto en Pueblo Verde. Fue conociendo a la gente y adaptándose a vivir como ellos.
Sin embargo, poco a poco empezaron a notarse cambios en el pueblo.
Él no pudo evitar explicar a la gente las diferencias que allí había con la otra parte del mundo: el concepto de comercio como tal, el sentido de la propiedad, de la riqueza y tantas y tantas otras cosas.
Algunos empezaron a acumular los alimentos de sus huertos y a exigir mayor cantidad en su trueque habitual, otros dejaron sus colaboraciones «desinteresadas». La gente parecía ávida de saber sobre esas «maravillas de la otra parte del mundo» y cuanto más conocían, más se alejaba su forma de vivir de lo que aquella mujer procedente precisamente de la otra parte del mundo había venido a buscar allí: un pueblo gobernado por rencores, envidias y competencia entre sus ciudadanos.
Pasaron los años y los cambios ya eran patentes. Se instauró una moneda y no se pudo impedir que surgieran clases sociales. Muchos otros emigraron, buscando «suerte», a la otra parte del mundo. Pueblo Verde se les había quedado pequeño.
Pueblo Verde terminó desapareciendo. Nunca más nadie volvió a esas tierras donde era imposible ser pobre.
Un silencio sepulcral llenó la sala de la clase de sociología de la Facultad de Ciencias Políticas. Poco a poco, una a una, las personas allí congregadas fueron reaccionando y volviendo a la realidad. Una buena reflexión sobre el dinero.
Quizás, una verdad incómoda, pero, cuando el profesor confesó que era él aquel hombre que había ido allí a buscar a su mujer huida de esta parte del mundo que ellos conocían en busca de una vida mejor, sin un motivo aparente se escucharon unos sonoros aplausos.

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8 comentarios

  1. 1. De vuelto dice:

    Hola Olivia.
    Me gusta que el relato cambie y que se vuelva una meta narración, pero me parece una traición un poco, porque no lo señalaste con comillas o algo. Al fondo de la historia creo que le falta una mejor justificación.

    Mi texto es el #83.

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 01:30
  2. 2. Vir-yiz dice:

    Hola, me toca tu texto, me ha gustado mucho la historia estaba muy Metido en ese Pueblo verde, pero me ha descolocado un poco el modo en el que cambia. Pero es muy bueno tu relato. Un saludo!

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 19:30
  3. 3. Vir-yiz dice:

    Perdón quería decir metida no Metido.

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 19:31
  4. Hola Olivia, me ha gustado la idea que mueve el relato pero creo falta una explicación plausible de las razones del cambio de Pueblo Verde. Con ello creo que el relato ganaría en solidez.
    Un saludo,

    Escrito el 19 octubre 2018 a las 11:47
  5. 5. IreneR dice:

    Buenas, Olivia.

    Me ha gustado mucho tu relato y la manera en la que lo has desarrollado, al menos hasta casi el final. El último giro ha sido interesante, pero me ha resultado demasiado rápido y poco claro, imagino que te estarías quedando sin palabras y no has podido explayarte bien.

    He encontrado un fallo al principio: “La gente cultivaba los alimentos en sus propios sus huertos”, sobra un sus.

    Buen trabajo. Nos leemos.

    Un saludo.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 17:25
  6. 6. Olivia dice:

    Gracias, por leerme. El relato era más largo pero al tener que acortar por lo de las 750 palabras, entiendo que suena que falta una explicación más… de todas formas, el motivo del cambio es precisamente la incursión del viajero en el pueblo y el hecho de que les transmitiera la idea de la ambición, por ejemplo.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 22:59
  7. 7. Galia dice:

    Buenas noches Olivia: tu relato tiene algunos puntos en común con el mío, ese estado de gracia primigenio como el fin didáctico. Está muy bien llevado y cierra perfectamente. No necesita mayor extensión. Nos seguimos leyendo.
    Saludos.
    Galia

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 23:57
  8. 8. María Esther dice:

    Hola Olivia, tu cuento se lee rápido, tiene ingenuidad, candidez, reflejada en la vida sencilla de sus personajes.
    Por otra parte coincido con Fernández en su comentario, pues no me quedan claras las razone del cambio.
    Igual la idea es buena.
    Saludos, estoy en el 15.

    Escrito el 31 octubre 2018 a las 02:08

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