Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Pandora - por Pulp

Mario llegó puntual a su cita. Tras llamar al timbre apuró su cigarrillo con cierta ansiedad. Llevaba varios días limpio —por falta de dinero, no de ganas— y estaba más nervioso de lo normal. Cuando Alberto le abrió la puerta, Mario le examinó unos segundos. Su cara le resultaba familiar. Era de complexión atlética, de mediana edad y con el pelo bien cuidado. Vestía camisa blanca, pantalón vaquero y zapatos oscuros. Elegante, pero informal.
—Debes de ser Marc —le dijo Alberto mientras le invitaba a pasar cortesmente con la mano.
—Mario —contestó, exhalando la última calada en la cara de Alberto al pasar junto a él.
—¡Mario! Claro, discúlpam . Estoy algo nervioso… —Dijo Alberto sonriendo. Una vez Mario pasó, Alberto cerró la puerta, dándole una vuelta a la llave y guardándosela disimuladamente en el bolsillo. Mario lo vió a través del espejo de la entrada, y aquello le puso en alerta. Más de lo habitual.
—Tienes una bonita choza… ¿Alberto? ¿Eras Alberto, no? —dijo Mario quitandose la chaqueta al tiempo que miraba el enorme y pomposo salón al que Alberto le hizo pasar.
—Si, soy Alberto. Y gracias por el cumplido de la casa, pero no es mía. Es de… un amigo. Me la ha prestado para… bueno, para nuestra cita. Estará fuera unos días, así que nadie nos molestará.
Mario seguía pensando de qué le sonaba aquella cara. Notó que Alberto adoptaba un tono más sugerente. Quería agradarle, que Mario se sintiese relajado. Pero Mario no estaba allí para relajarse. Alberto pagaba bien. En la web de contactos se intercambiaron teléfonos y condiciones. Alberto ponía el sitio, 300€ —y con suerte alguna rayita de coca, pensó— y a cambio Mario le haría pasar un buen rato con ABSOLUTA discreción. Ahora entendía las mayúsculas. El tipo era algún personaje conocido de la ciudad, o quizás de televisión. Pero no era capaz de ubicarlo.
—Ah, bien… mejor, ¿no?—. Mario jugueteaba con una figura de porcelana que había sobre la mesa. —¿Sabes? Tu cara me suena… ¿Debería conocerte? Llevo un tiempo algo desconectado de la tele y eso, pero sé que te tengo visto de algo… ¿no?
Alberto frunció el ceño al tiempo que sonreía. Eso inquietó a Mario. Al insinuar que podía reconocerle, la cara de Alberto se tornó una mueca, como si de pronto se le hubiese desprendido una máscara y pudiese ver su verdadera cara. Y esa cara no le estaba gustando nada.
—Por favor, debo pedirte que dejes esa figura, es muy valiosa. De hecho, es un regalo que hice al dueño de esta casa. Es una figura de Pandora, la primera mujer, según la mitología griega. Dicen que todo el mundo era feliz hasta que Zeus ordenó poner en la tierra una mujer. Así que te suena mi cara, dices… —Susurró Alberto mientras se dirigía al mueble-bar.—¿Te apetece una copa? O tal vez algo más fuerte… —dijo, esbozando media sonrisa, que dejaba ver unos dientes que, si bien estaban limpios y uniformes, estaban demasiado separados para ser bonitos.
—¿Qué me ofreces?— Dijo Mario, mientras permanecía de pie sin quitarle la vista de encima. Entornó los ojos y le lanzó su mirada más atractiva. Quería una raya, y Alberto se la estaba insinuando. Avanzó hacía él, que le ofreció el vaso. Mario lo cogió y bebieron. —Está bueno. Dulce, pero fuerte… ¿Tú también eres dulce y fuerte, Alberto? —dijo posando la mano sobre su pierna. Casi había olvidado la mala espina que le daba su cara, ya sólo pensaba en esa raya que le iba a sacar.
—¿Porqué no vamos a mi dormitorio y lo descubres?—contestó.
Mario no se hizo de rogar; se bebió de un trago la copa y siguió a Alberto hacia la habitación contigua. Pero de pronto, una chispa le atravesó la mente. Mi dormitorio. Alberto dijo que esa no era su casa. Y ahora recordó que cuando le vió cerrar con llave, vió que había un portarretratos girado, precisamente hacia el espejo, donde había una foto de Alberto junto con una mujer… Aquella era la casa de Alberto, sin duda. Debió mentir para proteger su vida privada. No era extraño para Mario. El tipo de persona que recurría a sus servicios. Embustero, misógino, y un poco siniestro. En su trabajo lo veía a menudo. Pero la velada estaba siendo extraña.
De pronto Mario no se sentía bien, estaba mareado. Algo en la bebida. Se le nubló la vista cuando cayó de bruces sobre la alfombra y perdió el conocimiento.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

6 comentarios

  1. 1. Jisaen dice:

    Hola,
    Sobre la forma. Manejas bien los signos de puntuación y se intercalan bien los diálogos entre las narraciones. Me parece que repites algunas palabras, o por lo menos aparecen muy cercanas, lo que distrae. Tampoco es necesario que apuntes constantemente los nombres, cuando queda implícito quien habla o de quien se habla.

    Acerca de la historia. No me queda claro lo relevante de que el rostro de Alberto le resulte tan familiar a Mario, pues el hecho de que sea casado, no implica que lo tenga que conocer a fuerza.

    La historia es interesante y el final deja una interrogante, aspecto necesario en una narración corta.

    Te felicito.

    Pasa por el mío. Soy el 42.

    Escrito el 17 octubre 2018 a las 16:13
  2. 2. Lucy J.S dice:

    Pulp, que relato tan interasante!! Avnaza con mucha fluidez y se siente en todo momento el temor de Mario por la situación. El final me dejó con ganas de saber más, pero es cierto que queda como en el aire que su rostro le resultara familiar, pero se soluciona con una aclaración. Sigue así,saludos!!

    Escrito el 17 octubre 2018 a las 20:10
  3. 3. isan dice:

    Hola Pulp:

    Te comento primero alguna cosilla de forma que yo cambiaría, luego tú decides.

    Sería conveniente que separaras el relato con algún espacio entre párrafos. Bastaría con hacerlo en los diálogos.

    Los diálogos tienen una forma muy precisa de presentarlos que se puede ver en un tutorial que hay en esta página de Literautas.

    Los números también tienen sus normas. Por lo general los de lectura corta se escriben con letra: TRESCIENTOS EUROS. También creo que existe tutorial.

    “cortésmente” Lleva tilde al igual que todas las palabras que acaban en MENTE si la palabra de donde proceden lleva acento.
    “quitándose” Lleva tilde por ser esdrújula.

    “vio” Hay tres en el relato. Las palabras fue, fui, dio, lio, fio, guio, rio, vio, etc. son monosílabas por lo que no llevan tilde.

    “—Mario —contestó, exhalando la última calada…” Sobra la coma. En este caso los verbos deben ir unidos.

    En cuanto al fondo me ha gustado el modo en que has presentado la escena. Bien ambientada de manera que le pega bien al tipo de contacto que se propone. Con este final no me he quedado muy contento ya que queda excesivamente abierto. No resuelve nada. Vendría bien si se pretende dar continuidad en un capítulo posterior, pero el relato hay que cerrarlo de alguna manera aunque se queden interrogantes.

    Ha estado bien. Me ha gustado.

    Un saludo.

    Escrito el 17 octubre 2018 a las 23:22
  4. 4. Héctor dice:

    Agradezco tu visita y comentario a mi relato. Tomarė en cuenta tu observación. En cuanto al tuyo me resulta interesante pues mantiene la atención. Coincido en que el final deja la posibilidad para to be continued…

    Escrito el 18 octubre 2018 a las 02:02
  5. 5. Menta dice:

    Buenas tardes Pulp:

    Me ha gustado mucho tu relato y tu manera de escribir.

    He pasado un rato muy agradable en el salón de Alberto tomando una copa y haciendo cábalas con Mario sobre la cuestión de dónde conoce a Alberto.

    El final ha sido a traición, me he quedado con las ganas de saber más. ¿Habrá un segundo capítulo?

    Enhorabuena. Un saludo, Menta

    Escrito el 19 octubre 2018 a las 18:25
  6. 6. Laura dice:

    Hola Pulp.
    Tu relato me ha resultado màs que atrapante.
    Lo ùnico que te señalo es desde el contenido: si Mario se dedica profesionalmente, o como modo esporàdico de ganarse la vida a la prostituciòn, creo que es un error de su parte decirle al cliente que le parece reconocer el rostro. Puede llevarle a perder el negocio, lisa y llanamente.
    Por todo lo demàs, nada que señalar.
    Por supuesto, ¿cómo sigue?
    Mis saludos.

    Escrito el 20 octubre 2018 a las 12:33

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.