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Un amor entre rosas y esperanzas - por Poetajc

Vivían en aquel edificio de tres plantas con sótano. Ángel había comprado la planta superior porque a su mujer le gustaban las flores y amaba la luz del sol. Tenían el acceso a la terraza superior donde ella tenía su pequeño mundo, su huerto. Vivían una vida muy feliz, Virginia, una mujer sociable y con carácter, trabajaba de enfermera en un hospital donde conoció a Ángel, que trabajaba en un edificio anexo como investigador de laboratorio. Ángel era un hombre tímido y reservado que se dejaba contagiar por la energía y entusiasmo de su mujer. A su lado se sentía como su héroe. Una noche, Virginia le preparó una cena romántica por su quinto aniversario de bodas y le regaló unas rosas azules que había conseguido hacer germinar después de muchos injertos y mutaciones. Entre el calor de las velas y una brisa suave del mes de septiembre le pidió a Ángel que quería ser madre. Él se arrodilló, le tomó la mano la besó con cariño, la miró a los ojos y le dijo ¿cuándo empezamos, mi amor?, soy todo tuyo. Pero los meses pasaban y Virginia no se quedaba embarazada, empezó a sentirse triste y cansada. Cada día estaba más delgada y sus ánimos iban decayendo. Ángel estaba desesperado y ya no rendía nada en su trabajo, se despistaba y sólo pensaba en algún medicamento o tratamiento para curarla. Había visitado a los mejores neurólogos y le habían diagnosticado una narcolepsia grave, con periodos largos de sueño y cambios bruscos en la percepción de la realidad. Había decidido no comentar el problema con nadie y evitaba a los vecinos en particular a los conocidos. Lo primero que hacía cuando llegaba a casa era asearla en la cama, le cambiaba las sábanas, le ponía su camisón rosa preferido y la rociaba con su perfume olor a lavanda. Compró el sótano del edificio, tuvo que vender las joyas de su mujer, su coche e invirtió todos sus ahorros. Preparó el sótano como un laboratorio, pidió unos días en el trabajo y poco a poco fue sacando varios aparatos del laboratorio donde trabajaba y comprando otros. Se pasaba noches enteras leyendo junto al cuerpo dormido de su mujer, había encontrado una línea de investigación entre un antidepresivo y un estimulante. Después de asegurarse que su mujer no se iba a despertar, se bajaba al sótano y se enfrascaba en sus tubos de ensayo y diversas sustancias para encontrar una fórmula que le devolviera la vida a su mujer. Pero cada vez que lo probaba con alguna de sus ratas de laboratorio, estas se volvían locas o sufrían cataplejias.
Llevaba noches así, sin comer ni dormir, y su desesperación iba en aumento. Había dejado de consultar a los médicos, y sentía que Virginia se le escapaba, ya casi estaba en los huesos y su respiración era cada vez más débil. No sabía a quién recurrir y comenzó a mentir cuando le preguntaban por la salud de Virginia.
Una noche, desde el sótano, los vecinos escucharon unos gritos desgarradores y cristales rotos.
—¡No, no, no! ¿por qué Dios mío me haces esto? ¿por qué me castigas de esa manera? —el experimento había vuelto a salir mal.
Fuera de sí, casi desquiciado, cerró el laboratorio, subió al dormitorio de Virginia, se arrodilló junto a la cama y dejó que su llanto y sus lágrimas consolaran su alma rota. La vistió con su vestido azul de primavera, con sus dedos le pintó los labios y la besó muy despacio. Subió a la terraza, cogió todas las rosas que colocó alrededor de la cama de su mujer y las azules se las acomodó en el pelo.
—Lo siento mi amor, no he podido salvarte y no quiero vivir aquí solo sin tu amor, sin todo lo que soy contigo.
Destapó un frasco de un veneno muy potente y le inyectó en el brazo una cantidad suficiente para que durmiera eternamente sin que sufriera. Luego se inyectó la misma cantidad, se acostó a su lado, le acarició la mano y la besó por última vez.
Unos días después y ante la sospecha de los vecinos de que algo pasaba en la casa del matrimonio, la policía los encontró abrazados y sonriendo. Toda la habitación olía a rosas, parecía que un jardín hubiera brotado de la nada. Con el tiempo el piso se conoció como “el piso de las rosas”. Y se contó la historia de amor de una pareja que se amó hasta la muerte.

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5 comentarios

  1. 1. John Doe dice:

    Hola, me ha gustado mucho tu relato, emotivo y sincero. El final me ha parecido grandioso y mágico.

    Escrito el 18 noviembre 2018 a las 05:29
  2. Hola Poetajc
    Gracias por ofrecer este texto. Casi pudiera ser tomado como un relato perteneciente al género de la narración oral. En ese sentido tiene la fuerza de la evocación y ese toque de misterio donde no se puede o no se debería aplicar ningún código de la literatura escrita. Mejor dejarse llevar por aquello que también expresó el poeta Ángel González, :

    – ¿Por qué lloras si sabes que todo lo que dice el cuento es de mentira?
    – Lo sé. Pero lo que yo siento es de verdad”

    Esa es mi sensación, por eso te agradezco este aporte.
    ¡Ah! en lo formal, la cataplejía creo que lleva tilde en la i del diptongo.
    Un abrazo

    Escrito el 18 noviembre 2018 a las 19:40
  3. 3. Poetajc dice:

    Buenos días Luigi.
    Gracias por tus palabras, la verdad que este relato es una poesía al amor, al sentido de la felicidad llano y corriente, a la lucha del ser humano por comprender el sentido de la vida y de la muerte. El deseo de permanecer a unido a una persona que nos ha dado la vida y sobre todo un sentido a nuestra existencia, y aunque hoy pueda parecer simple o banal, es lo que nos quedará el resto de nuestras vidas y se medirá por el tiempo que hemos amado y nos han amado.
    El resto sólo serán hojas de recuerdo que borrará el invierno.
    Restos de memoria que cubrirá el olvido.
    Lo que realmente nos hace auténticos es el amor, de cualquier forma o manera.

    Por cierto se me paso por alto, se escribe cataplejía, corregido.

    Saludos y gracias por tu comentario.

    Esto es un poema que describe esa palabras, que a veces olvidamos.
    Te pegas a mi risa como yo a tu silencio.
    Porque siento que ahí nadie me espía, nadie me juzga.
    Tienes manos doradas
    y ojos como perlas de noche estrellada.
    Y sin embargo aún no sé tu nombre
    sólo tu apodo.
    Amor.
    Sólo eso escuché,
    cuando te rozó mi pecho al mirar tus ojos.
    Se hizo entonces el silencio, se hizo el deseo.
    Y nada volvió a ser como antes
    de descubrir que no estaba loco.

    …………………………Poetajc

    Escrito el 19 noviembre 2018 a las 16:22
  4. 4. jose maria dice:

    Hola Poetajc ,buen aporte me ha gustado leerte ,pero creo que para mi ,parece mas un drama de amor ,con un final triste .Claro que, tengo poca experiencia comentando relatos y menos aun, escribiendo cara al publico.
    Felices fiestas, mi relato es el 65 es el primero que escribo al publico en mi vida.

    Escrito el 24 noviembre 2018 a las 17:54
  5. 5. dopidop dice:

    Hola Poetajc,

    Después de unos cuantos días, por fin he podido pasarme a leer tu relato y a comentarte 😛

    Por lo que veo, escribes con mucho sentimiento. De primeras te cuento que las historias de amor no son lo mío… ni me gusta leerlas, y cuando yo intento escribirlas me salen cosas muy raras que no suelen funcionar, pero debo de reconocer que es fácil sumergirse en tu texto y visualizar todo lo que pasa de una forma magnífica.

    Me encanta esa forma de describir lo que vive el protagonista, su tesón, sus rutinas, su pesar. Te pones en su piel y hasta llegas a sufrir lo que él. Y aunque desde el principio se puede vaticinar que el desenlace no va a ser feliz, eso no impide disfrutarlo. Si no sientes algo cuando lo lees, es que no tienes corazón.

    He disfrutado con ese aura que rodea el texto, la obsesión enfermiza del prota. Ese romanticismo que supura por todos los lados.

    Tengo que decirte que veo el mismo problema que te comenté en el relato del puto oso panda… la separación de los párrafos… creo que también puede ser obsesión mía, ya que soy programadora y parece una tontería, pero los espacios por medio me ayudan a centrarme.

    Y por otro lado, pese a que el final no me desagrada, es el típico final a lo “Romeo y Julieta”. Sé que es posible que fuera el único final que se merecieran: dos almas en pena descansando por fin en paz, y ya te digo que de estar en mis manos el escribirlo habría salido una patata, pero me hubiera encantado algo diferente. Por otra parte, mi oscuro corazoncito ha dado un suspiro con lo de que todo olía a rosas… una imagen realmente bonita (dentro de lo que una imagen con dos personas muertas puede llegar a ser bonita).

    Gracias por permitir disfrutar de tu texto. ¡Seguimos leyéndonos por aquí!

    ¡¡Un saludete!!

    Escrito el 25 enero 2019 a las 18:22

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