El experimento - por Jo Ben

El experimento

Pero, ¿qué le pasa a ese niño que no para de dar gritos? ¡Pedro, cállate ya de una vez y ven a comer! ¡Me tiene loca!, ¡loca! Hace una semana que no sale del sótano; no sé qué demonios estará haciendo ahí. Según él, está intentando demostrar algo con un nuevo aparato que diseñó con un compañero del cole, un nuevo experimento. Este niño es un poco raro, ¿no te parece? En lugar de andar por ahí, como los otros niños de su edad, jugando a la Play, o viendo videos, o enviándose wasaps todo el día, está siempre leyendo esos libros gordísimos, o buscando no sé que en internet o conectando cables y pilas…

No, si ya lo decía mi madre, ese niño tuyo es un poco rarito…, tienes que controlarlo más, que no lea tanto que se va a volver tarumba….Pero las veces que lo castigaba a ver la tele, el pobre se ponía a llorar y me ablandaba, y terminaba por dejarlo volver a sus cosas. A su padre no le puedo decir nada, porque no se entera de la misa la media, y todo lo resuelve diciendo que ya se le pasará, que son cosas de la edad.

Pedro es buen niño, un poco introvertido, quizá, pero es bueno, y dócil y tranquilo. Tan solo se altera cuando las cosas le salen mal. Su frustración le sale por la boca en forma de alaridos. No sé por qué; probablemente es la manera que tiene de liberar tensión, o de no empezar a patadas con todo.

Cuando está en el sótano y hay silencio sé que las cosas le están yendo como él quiere, que fluyen. Puede pasar así horas y horas. Tengo que bajar hecha un basilisco para que me haga caso; así, es posible que acceda a abandonar lo que le esté obsesionando en ese momento y consiga que suba a comer o a dormir.

Esta noche, de repente, un enorme grito procedente del sótano me sacó de mi sueño. Serían las tres de la mañana. Lo primero que pensé fue, pobre Pedro, otra vez ha fracasado su experimento. Hoy es domingo, no tenía que madrugar, así que no le hice caso y seguí durmiendo. Ya dormiría durante el día. Esta mañana cuando me levanté, lo primero que hice fue acercarme a su cuarto a ver si dormía y, para mi sorpresa, no estaba en su cama. Bajé hecha una furia al sótano pensando que habría sido capaz de pasarse toda la noche enredando, sin dormir. Me iba a oír, pero, ¿que se creía?, ¿que podía tener esos horarios? Hace falta un cierto orden, un descanso; es fundamental.

Bajé las escaleras y me extrañó no oír nada. Que raro. ¡Pedro!, ¡Pedro!, ¡Pedro¡ ¿qué haces? ¿dónde estás? Pero no obtuve respuesta. Cuando alcancé el ultimo escalón, el corazón me salía del pecho. Algo no iba bien; lo intuía. El garaje estaba ordenado, demasiado ordenado. Las máquinas y los circuitos, que normalmente ocupaban todo el espacio, habían desaparecido y… ¡mi hijo no estaba allí! Empecé a gritar, llamándolo y llamando a su padre. Subí como un rayo las escaleras y, al llegar al recibidor, pude ver una nota en el espejo de la entrada. La cogí. Estaba pegada con cinta adhesiva. Era la letra de Pedro. Decía: mamá y papá, creo que por fin he conseguido que el experimento funcione. De hecho, si estáis leyendo esto es porque lo he conseguido; me he tele transportado a otra dimensión. Espero averiguar el modo de regresar en breve. No os preocupéis, estaré bien. Os quiere, Pedro.