Álex - por PaulaC_99

A las tres de la mañana se escuchó un ruido en el sótano. La chica, que se había quedado dormida viendo la televisión en el salón, se incorporó de golpe del sofá. No se escuchó nada, por lo que supuso que sus padres no lo habían escuchado.
Se levantó y se acercó a la puerta que daba al sótano. No le gustaba bajar, pero estaba segura de que el ruido venía de ahí.
Abrió la puerta y asomó la cabeza.
—¿Hola? —No obtuvo respuesta—. ¿Hay alguien? —Insistió.
Suspiró y abrió la puerta del todo. Después, fue bajando las escaleras despacio, mientras miraba a todos los sitios posibles cercanos a ella. Al llegar abajo encendió la luz tirando de la cuerda que colgaba del techo. Le dio un vuelco al corazón mientras observaba cada rincón de la estancia. Al revisar todo, sin moverse del sitio en el que estaba, pensó que no había nadie, y que habría sido un ruido sin importancia, así que se dio la vuelta, dispuesta a volver a la parte del arriba, cuando escuchó un nuevo ruido.
Se giró bruscamente, con la respiración agitada. Decidió hacerlo rápidamente, por eso empezó a moverse por toda la habitación, pensando en que se encontrara lo que se encontrara, mejor hacerlo antes que después.
—No grites, por favor —escuchó a su espalda.
Al girarse vio a una chica que vestía con ropa rota. Tenía el pelo largo y oscuro, y no parecía lo más mínimamente preocupada por la situación.
Abrió la boca para hacer justo lo que le había dicho que no hiciera, pero la otra fue mucho más rápida y se lanzó encima suya, de forma que quedaron ambas en el suelo, con una tapándole la boca a la otra.
—Una posición un tanto comprometida, para acabarnos de conocer.
La chica que estaba abajo le consiguió dar una patada y así soltarse y poder arrastrarse para atrás, hasta llegar a una pared, donde intentó respirar con normalidad tras el susto.
—Me has hecho daño.
—¿Quién coño eres?
—Sí, perdón, que no me he presentado —se levantó y se sacudió el polvo de encima—. Álex, encantada —estiró la mano en dirección a la chica que seguía en el suelo.
—No voy a tocarte.
—No tengo nada que pueda pegarte, pero está bien, como prefieras.
—Dime que estás haciendo en el sótano de mi casa a las tres de la mañana si no quieres que llame a la policía. Y más te vale que sea una buena historia.
—¿Unas cervezas mientras te lo cuento? —Sonrió.
—Vale, ya me he hartado —empezó a andar en dirección a la escalera.
—Vale, lo siento —dijo agarrándola de la cintura y empujándola suavemente para atrás—. Ya te lo cuento —suspiró—. Me he escapado del reformatorio.
—¿Es coña no?
—La verdad es que no.
—Se echó para atrás y cogió una llave inglesa de una mesa—. Vete de mi casa.
—Oye, solo quería un sitio donde pasar la noche. No voy a hacerte nada.
—Ya claro… voy a contar hasta tres. Tienes ese tiempo para salir por donde has entrado. Uno… dos…
—Vale, ya me voy. Tranquila —se giró y empezó a subir las escaleras.
—¡Eh! ¿Dónde vas?
—¿No me habías dicho que saliera por donde había entrado? Pues a eso voy… Por cierto, estás guapa cuando duermes, y cuando te enfadas —sonrió y volvió a caminar en dirección al piso superior.
La otra chica que quedó allí parada. Después recordó que una desconocida estaba sola en su salón y se dio prisa en ir tras ella.
Al llegar arriba se chocó con ella, que estaba de espaldas.
—Bonito salón.
—Vete ya.
—No me has dicho tu nombre todavía.
—Que te vayas, pesada.
—Encantada, que te vayas, pesada. Yo soy Álex, como ya te he dicho —cogió su mano y le dio un beso.
La chica, ya harta, empujó a la otra hasta la puerta de entrada, la cual abrió para sacarla de allí.
—Se giró y la miró sonriendo—. Seguro que nos volvemos a ver.
—Yo espero que no.
—Pero si no he hecho nada mujer. Al menos te he dado conversación. Cualquier otra persona que hubiera invadido tu casa se hubiera enfrentado a ti.
—Adiós, Álex —fue a cerrar la puerta, pero el pie de la otra chica se lo impidió.
—¿No te despides?
—No.
—Bien, eso es que nos volveremos a ver —y dicho eso, apartó el pie de la puerta y se alejó de la casa.

Continuará…