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Sólo un buen padre - por Rafael

Hugo descendió las escaleras a toda prisa; mientras brincaba de una grada en otra, trataba de imaginar en qué estado encontraría esta vez a Eugendro.
Abajo el desorden de mecanismos monumentales, interconectados por cables y ductos transparentes de fluidos sospechosos, reinaba bajo la lúbrega pátina de un tragaluz mezquino y polvoriento.
Hugo se abrió paso hasta la mesa del centro, donde el cuerpo desnudo de un humanoide de piel grisácea y viscosa palpitaba sudoriento, atado a la superficie de la mesa con gruesas correas de cuero.
—Eugen, tranquilo, aquí está Hugito.
El cuerpo tenía por cabeza un bulbo carnoso e informe, sin ojos ni orejas, sólo un par de ranuras paralelas asomadas al medio y al frente, por donde parecía respirar.
—¿Por qué botaste la torreta del suero esta vez? —dijo Hugo recogiendo el desastre- Ahora tendré que atarte las piernas.
La gran casona de madera señoreaba en medio del maizal abandonado donde se erguía; visiblemente deteriorada, solía despertar la fantasía de viajeros que la divisaban desde el nuevo paso de la carretera, pero no así la de los lugareños que, ya habituados, creían conocer de sobremanera las excentricidades de su dueño, el Loco Hugo.
El Loco era un arsenalero de oficio, aprendiz de una interminable lista de cirujanos forenses de turno en el Givesmore Medical Institute, la precaria morgue local de Givesmore.
Una vez dispuestas las correas en lo que vendrían siendo los tobillos del humanoide, Hugo acarició la cabeza del engendro con delicadeza.
—Mira, te está saliendo pelito.
Volvió a insertar el catéter en la yugular y se alejó pausado y alegre, entonando una ranchera oprobiosa.
La noche siguiente Hugo regresaba de su jornada en la morgue bajo una copiosa lluvia, cuando un espeluznante grito trepó desde el subterráneo.
—¡Madre! — alcanzó a exclamar El Loco, estrangulando el paraguas en su mano. Una cartera florida y desvencijada reposaba sobre un abrigo insolentemente dispuesto sobre la mesa del vestíbulo.
La puerta del subterráneo estaba abierta.
Hugo dejó en el suelo el pesado costal de arpillera que traía a rastras desde la morgue; sin reparar en que parte de su contenido, una contundente quijada humana, se escurriera, corrió escaleras abajo, nuevamente.
—¡Pero qué haces aquí! —Una anciana pálida como la cera y miope como un topo le observaba petrificada tras los gruesos cristales de sus gafas— ¿Cuántas veces te he dicho que…?
—U u un monstruo…
—Pero madre…
Hugo contempló a la anciana estupefacto, la vieja tenía unos ojos realmente maravillosos, pero cayó al suelo con la gracia de un costal de maíz mal apilado; el golpe con la cacha del paraguas había sido suficiente.
Hugo trabajó toda la noche en el trasplante, ahora Eungen tenía ojos, un par de ojos maravillosos.
La bilis de la anciana y las uñas habían resultado en un adicional gratuito.
Esa noche no durmió, terminó de sepultar los restos desaprovechados de su madre en el granero, con los primeros despuntes del alba; tomó una ducha y salió rumbo al trabajo.
La siguiente noche soñó con Eugen, le mecía en sus brazos mientras le amamantaba con un rumor apagado por arrullo.
Eugendro abrió los ojos tres noches antes del plenilunio, para entonces los dientes implantados habían asomado sanguinolentos de la encía donante, una untuosa lengua los limpiaba.
—Hablarás antes del año, querido, y serán tus primeras voces la poesía profética de mi descanso.
Así fue. Eungendro despertó ávido de explicaciones, balbuciente, consciente, dueño de una verborrea incomprensible y apremiante, heredad de alguno de sus donantes, acaso mezcla de todos ellos; le resultó natural torcer la voluntad del progenitor, manipular sus culposas refrendas, conminarle a su liberación.
Hugo, como todo buen padre, cedió a su consentimiento.
El recién nacido destruyó el laboratorio, evidentemente convulsionado por el dolor de su existencia incendió el subterráneo y con él la casa.
Hugo escapó de la bestia, pero desde el maizal, agazapado, contempló aquel infierno, las llamas, los gritos de su retoño.
Una lágrima descendió trémula por su mejilla.
—Crecen tan rápido.

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7 comentarios

  1. 1. Ofelia Gómez dice:

    Hola Rafael
    Te adentras en el género del terror. Lo has logrado.
    Tal vez podrías cambiar alguna coma por un punto para que resulte más cómoda la lectura.
    Saludos y nos seguiremos leyendo.

    Escrito el 17 noviembre 2018 a las 21:54
  2. 2. Víctor Alverdi dice:

    Me agrada como describes el lugar y a la criatura. La trama me pareció interesante, una nueva versión de un clásico.

    Escrito el 17 noviembre 2018 a las 22:37
  3. 3. JUANA MEDINA dice:

    Hola Rafael,
    ¿Un Frankestein redivivo? Tiene su buena dosis de humor negro y también algunos descuidos al tipear, cosa que nos pasa con frecuencia.
    Vale
    Un saludo

    Escrito el 18 noviembre 2018 a las 22:01
  4. 4. Nats dice:

    Hola Rafael, interesante relato que deja entrever un personaje oscuro, demente y sicópata. Me gustó bastante. Éxitos! y nos seguimos leyendo 🙂 Te invito a que pases por mi relato

    Escrito el 19 noviembre 2018 a las 04:27
  5. 5. Rosanna dice:

    Hola Rafael,
    Un relato interesante, me ha gustado.
    Tal como dice Ofelia, deberías revisar las puntuaciones: algunas frases necesitan comas y otras cambiarlos por puntos. Así, la lectura se haría más amena.
    Felicidades.
    Nos leemos.

    Escrito el 19 noviembre 2018 a las 10:36
  6. 6. jose maria dice:

    hola Rafael, tu relato me lía un poco, será por lo que comentan los compañeros de los puntos y comas e incluso palabras que no entiendo; como la palabra heredad, de todas formas no soy un experto todo lo contrario es mi primera participación en el taller y muy humildemente te comento lo que me ha trasmitido tu relato bueno espero leerte mas mi relato es el 65 te deseo felices fiestas y ya nos leemos .José María

    Escrito el 21 noviembre 2018 a las 14:20
  7. 7. El Apuntador Mudo dice:

    Hola Rafael.

    Tengo que reconocer que tengo cierta debilidad por los géneros de Ciencia Ficción, Terror y Fantasía. Además tu relato está salpimentado con una buena dosis de humor, que relaja el tono del cuento.

    Otro aspecto que aprecio en tu relato, es el uso localista de algunos términos, que bajo mi punto de vista enriquecen cualquier cuento. De hecho con tu escrito he aprendido otra nueva palabra, “arsenalero”.

    Me gustó la caracterización de los protagonistas, y la descripción del ambiente en el que se desarrolla la historia, creo que está muy lograda.

    Creo que cumples plenamente con el reto de esta convocatoria. Y disfruté de la lectura de tu relato.

    Saludos, nos leemos.

    Escrito el 10 diciembre 2018 a las 13:11

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