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Victoria - por Pikadili

A las tres de la madrugada se escuchó un grito que provenía del sótano. Nadie más podía saberlo, pero el experimento había salido mal. Otra vez. Llevaban días encerrados en aquella vieja mansión, pero a Alberto le parecían años. Sin embargo, allí seguía, atendiendo fielmente las necesidades de la mujer que estaba llamada a ser su esposa. Otros le habrían dicho que aquello era una locura, que su obsesión no podía traer nada bueno, pero nada de eso le importaba. A pesar de las noches en vela, las horas interminables de trabajo, el secretismo y la mala alimentación, él creía estar viviendo un sueño.

Ninguna mujer era como Victoria. La piel pálida resaltaba el verdor de sus ojos, que parecía trascenderlos. Ella era el bosque que rodeaba la vieja finca en la que habían compartido la última semana: fiera e indómita, como un animal salvaje. Recorría el laboratorio siempre mirando cada herramienta como la primera vez, maquinando nuevas soluciones, construyendo ideas que arrojasen algo de luz a su problema irresoluble. Jamás se alejaba más de cinco minutos del ajado diario en que anotaba cuanto pasaba por su cabeza; aunque Alberto temía que ningún hueco había para él en aquel texto… La imaginaba escribiéndole, soñando y plasmando las mismas situaciones que él soñaba y plasmaba en sus propios escritos. Nada más lejos de la realidad.

El reloj marcó las tres y diez, y Victoria se incorporó, reponiéndose con la misma velocidad con que solía hacerlo. Era explosiva. Un grito, un golpe en la pared o un utensilio roto, y ya estaba lista para continuar como si nada hubiera ocurrido. Él se conformaba con mirarla y seguir sus pasos. O, al menos, solía hacerlo. Pese a lo que sentía, los días comenzaban a pesar sobre su ánimo; el sueño comenzaba a resquebrajarse.

– Es tarde, mi amor, ¿No quieres descansar? – preguntó, cauto, recogiendo las lentes que hacía unos minutos ella había arrojado contra el suelo.

– No, no hay descanso, ya lo sabes – respondió, arrebatándole las gafas de las manos, sin mirarle – Y no me llames eso.

Alberto asintió, esbozando una sonrisa de disculpa en la que ella no reparó. Casi nunca le miraba, ni siquiera cuando hacían el amor, siempre se mantenía distante. Al principio él pensaba que se hacía la dura, pero no había pose en su actitud, sencillamente, para ella su presencia no tenía más interés que el café sin tocar que descansaba sobre la barra de aluminio.

– Me gustaría hablar sobre nosotros. Cuando puedas – titubeó él.

– ¿De veras crees que es buen momento? – contestó, irritada.

– Bueno, siempre estamos trabajando… Es un momento como cualquier otro.

– Sabías a lo que venías – dijo cargada de rabia – Si lo que quieres es echar un polvo, espera un par de horas y tendrás lista a tu muñeca hinchable, no te preocupes.

Alberto agachó la cabeza, avergonzado. Se miró las manos, dirigiendo después la vista hacia el cadáver que descansaba sobre la mesa de operaciones; un cuerpo adulto lleno de llagas, cicatrices mal cosidas y pústulas. Resultaba difícil afirmar que aquel pedazo de carne tenía origen humano. Avanzó hasta el pie de la camilla, estirando la sabana con que cubrían al difunto cada noche. Victoria detuvo su gesto.

– ¿Qué coño te crees que haces? – cada vez parecía más irritada – Ya te he dicho que no pienso descansar. No voy a dejarle solo en nuestro aniversario. Tu puedes irte a la cama si lo deseas, pero no te metas en mis putos asuntos – sentenció, elevando el tono.

– También son mis asuntos – replicó, abiertamente dolido por primera vez desde que comenzase aquel dichoso experimento.

– Que estés ayudándome para follar no lo convierte en tu proyecto. Hijo de puta.

– Yo no te he faltado al respeto… – contestó, aun cabizbajo.

– Siempre igual, pareces un puto perro. No le llegas ni a la suela – se burló ella – De verdad, espero que te mate cuando consiga que se despierte.

Alberto rompió a llorar allí mismo, en pie y con la sabana en la mano. Pocas imágenes habrían resultado más patéticas. Victoria le quitó la sabana con violencia y volvió a dejarla en su sitio, ignorando a Alberto como si no estuviera allí.

– Yo… Te quiero – dijo él.
– Muérete.

A las tres y media de la mañana, un golpe seco, seguido de un desmoronamiento, escapó del sótano, inundando todo el inmueble. Después de aquello, el caserón quedó en completo silencio. Como Victoria siempre decía, “nadie más podía saberlo”.

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4 comentarios

  1. 1. el chaval dice:

    Hola Picadili. No entiendo muy bien el asunto. Este personaje que cree que Victoria es la llamada a ser su esposa. Que mala gaita tiene esta mujer. Cuánto le ignora, desprecia e insulta, hasta el punto de que para hacer el amor se quiera asemejar a una muñeca hinchable.
    Que aniversario tiene con el sujeto muerto que está depositado no “descansando” en la camilla.
    Ella pretende con sus experimentos que se despierte. La impresión Es que está loca de remate al igual que él.Que final,. Se hundió la casa?.
    En lo formal, cuida las rayas, han de ser largas.
    Te deseo un buen final de año . Hasta el próximo ejercicio.

    Escrito el 18 noviembre 2018 a las 20:10
  2. 2. Lucy J.S dice:

    Pikadili, un relato muy interesante. La verdad es que la mujer está re loca y el hombre también por quererla, pero el amor a veces es así de extraño, aunque aca se vea que en realidad no hay. Quedé confundida sobre el experimento que estaban realizando¿Algo parecido a Frankenstein, puede ser? Y el final es muy inconcluso. Pero aun así, está muy bien logrado. Sigue así, saludos!!

    Escrito el 19 noviembre 2018 a las 17:22
  3. 3. Doralú dice:

    Hola Pikadili,

    Un relato un poco loco, intrigante… me costó algo entenderlo, sin embargo, pero gustó.

    En lo formal, nada que desmejore el texto: el guión de dialogo va unido a la palabra.

    Escrito el 20 noviembre 2018 a las 14:49
  4. 4. Josè maría dice:

    Hola Pikadili,comienzo por el final, ¿que fue lo que inundo el inmueble el golpe seco?,por lo de mas, creo que gastas demasiadas palabras al principio de la obra; que después te faltaron al final.
    Tampoco me gusta los relatos que casi repiten la frase del comienzo con la del final.Es mi opinión personal que no soy un experto ,tenlo en cuenta .
    Felices fiestas y mi relato es el 65, por si quieres pasarte y comprobar que lo de que no soy un experto es verdad.

    Escrito el 25 noviembre 2018 a las 15:20

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