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Cuando los gallos pongan huevos - por El recreo

Web: http://www.elrecreoderafa.wordpress.com

No me costó mucho entender cómo funcionaba la vida. No fue hasta mi muerte cuando comprendí que era un ingenuo pretencioso que menospreciaba a los filósofos clásicos con mi visión simplista de la vida que quedaba reducida a un rectángulo.

Con los albores de la mañana, Gallo daba el pistoletazo de salida. Era un incordio. Pero un incordio necesario. Siempre me pregunté quién despertaría a Gallo, si era él quien nos despertaba a nosotros primero. Allí todos teníamos un mote: Gallo, Manchitas, El Pico-roto, Peluchón… a mí me llamaban Dragón porque en mi primer año de vida, recién salido del cascarón, deambulé por el gallinero balanceándome de un lado a otro y estirando el flácido cuello como si se tratase del chorro de agua de un aspersor, aunque siempre me gustó pensar que era porque tenía la fuerza, la arrogancia e infringía el miedo de un dragón.

Las reglas eran tan sencillas como rutinarias, debíamos despertarnos pronto, comer, beber, poner huevos y alejarnos de la alambrada. El interior de la alambrada era nuestro universo. Un día, uno de nosotros aburrido, decidió no poner huevos para ver lo que ocurría. En seguida le dieron más vitaminas, un sitio más confortable, pero aislado y sombrío por lo que en nuestro argot era conocido como estar a la “sombra”. El resto de nosotros muertos de envidia, decidimos secundarle a los pocos días. Al fin y al cabo, no tenía sentido que nosotros les diéramos huevos y viviéramos en peores condiciones. Pero a los pocos días desapareció y nunca más le volvimos a ver. Nosotros temiendo correr su misma suerte, pusimos los huevos de ese día y los de los días anteriores por miedo a posibles represalias.

Otro día, otro de nosotros, quizá por aburrimiento quizá por exceso de confianza se acercó a la alambrada y comenzó a dar vueltas y vueltas hasta que descubrió un pequeño subterfugio por el que salir. Algo innato hizo que escapara por aquel agujero y nunca más le volvimos a ver. Nosotros temiendo correr su misma suerte, decidimos no aventurarnos más allá de la alambrada.

Los días transcurrían sin pena ni gloria, pero de vez en cuando de esos huevos salía uno de los nuestros. Y a veces, ya fuera por genética o por una mala educación, el nuevo miembro trataba de saltarse las reglas, no se levantaba pronto, nos robaba los huevos, se comía nuestra comida y se bebía nuestro agua. E incluso en algunos casos, algunos de los que nacían dentro de nuestro gallinero se comían sus propios huevos u otros, en un acto perverso de canibalismo. Por lo general estos especímenes engordaban más de la cuenta, estaban cebados y solían desaparecer por Nochebuena y nunca más los volvíamos a ver. El resto, temiendo correr su misma suerte, decidimos evitar estas conductas y tratábamos de educar a los nuestros cundiendo con el buen ejemplo.

En otras ocasiones venían individuos de otros gallineros que corrían la misma fortuna si pretendían romper las reglas y la armonía allí creada. Nunca supe lo que hubiera ocurrido si toda acción no hubiese seguido su principio de reacción. Probablemente aquello hubiera ido a peor.

También ocurría, como le ocurrió a Gallo, que uno pasaba a mejor vida sin desaparecer. Solo por ley natural. Pero no todos los que ocuparon su puesto eran tan respetuosos como él. Algunos venían a pegarnos porque estaban trastornados y nos golpeaban sin discreción a grandes y pequeños, a pollos, gallos y gallinas. Aunque rápidamente estos sustos y este miedo hacían que dejáramos todos de poner huevos y por lo tanto, lo separaban inmediatamente y nunca más lo volvíamos a ver. Era un sistema perfecto basado en los resultados, sin distinguir si éramos nativos de ese gallinero o veníamos de fuera, o si éramos jóvenes o no, o si éramos gallos o gallinas. Las reglas eran iguales para todos. No iguales para los iguales.

En mi último día como espécimen de esta raza animal no me encontraba excesivamente bien… quizá fuera por la cena de la noche o por lo que había desayunado. El hecho es que dos días más tarde, de todas las cartas de la baraja, me tocó reencarnarme en ser humano y comprobé que siendo humano, uno también tiene miedo, porque el miedo es libre. Y que también existe un rectángulo del que no se debe salir. Y que el miedo no entiende de géneros, ni de razas, pues el peligro puede adoptar tantas formas como miedos podamos tener y nunca al revés.

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7 comentarios

  1. 1. Doralú dice:

    !Hola El recreo!

    Es un texto muy interesante, de fácil lectura, muy coherente en su construcción y de hermosa redacción que con su lenguaje sencillo y buen ritmo atrapó mi atención hasta el final.
    Todo un placer leerte. Te incluiré en mi lista de autores preferidos.

    Un abrazo

    Escrito el 18 enero 2019 a las 05:06
  2. 2. Conrad Crad dice:

    Hola, Recreo
    Me toca comentar tu relato.
    Es acertado el paralelismo que estableces entre el mundo animal y el de los humanos. Una fábula, con su moraleja, que cumple perfectamente con el reto.
    En cuanto a las formas, creo que deberías vigilar la puntuación y la estructura de las frases que en algunos párrafos son reiterativas y ralentizan la lectura.
    Otro día, otro de nosotros…
    También ocurría, como le ocurrió…
    E incluso en algunos casos, algunos de los que…
    En mi opinión, creo que el relato merece una revisión y un pulido.
    Saludos, Recreo. Nos leemos.

    Escrito el 18 enero 2019 a las 12:21
  3. 3. El recreo dice:

    Gracias Doralú!

    Escrito el 20 enero 2019 a las 02:07
  4. 4. El recreo dice:

    Hola Conrad! Siento que te haya “tocado” comentar mi relato. A mí me ocurre lo mismo con las altiteraciones…no necesito repetir las cosas pero me siento obligado por mi estilo…tosco y poco pulido.

    Escrito el 20 enero 2019 a las 02:12
  5. 5. María Jesús dice:

    Hola el recreo: Tu texto me ha encantado, el retrato de la vida de una granja narrada con voz propia me ha parecido fabuloso, te engancha y quieres leer y leer para ver que sucede. La narración es tranquila, pausada e interesante. Y el final un giro inesperado que da sentido al reto.
    Por ponerte un pero, creo que has empleado mal la palabra subterfugio, utilizándola para referirte a una vía de escape física.
    Por lo demás el relato es un excelente trabajo.
    Un saludo desde el 107

    Escrito el 20 enero 2019 a las 18:47
  6. 6. El recreo dice:

    Gracias María Jesús! Efectivamente lo del subterfugio me lo dijeron…pero tarde.

    Escrito el 20 enero 2019 a las 20:21
  7. 7. Conrad Crad dice:

    Hola Recreo
    Acabo de ver tu respuesta a mi comentario. Lo siento si ha habido algo que te pueda molestar.No ha sido mi intención, en ningún caso, faltarte al respeto ni cuestionar tu forma de escribir. Me “tocó” literalmente comentar tu relato porque esa es una de las normas por las que se rige este taller cuya finalidad, por cierto, es comentar los textos intentando ser objetivo y sincero. Por lo menos así lo veo yo. Si no te ha gustado mi comentario, lo siento, pero no te lo tomes a mal. Hay que saber encajar las críticas, igual que los halagos. Es solo una opinión y si no estás de acuerdo ni te aporta nada,deséchala. No hay problema. Lo del estilo tosco y poco pulido, lo has dicho tú.

    Escrito el 21 enero 2019 a las 19:10

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