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Simona - por Anémona

Simona.
Simona sentía que había dejado de vivir algunos años antes de morirse. Con su máscara de mujer normal, deshojaba el calendario cada día, caminando hacia la tumba, alejándose del pasado que la perseguía como una sombra cada vez más alargada y fina, que se le clavaba en el alma.
— ¿Qué habrá sido de él? —suspiró mientras exhalaba una fina pluma de humo.
—Simona, por favor, ¿otra vez con ese tema?, baraja de una vez que te toca repartir, y no me eches todo el humo en la cara.
—Tienes prisa porque estás perdiendo —apuntó Simona.
—No tengo prisa, eres tú la que está ansiosa. Ahora, de vieja, se te ha dado por fumar, por pensar en hombres… en fin, por Dios…
—Ya ves, en casa del herrero cuchillo de palo. Toda la vida curando ansiedades ajenas a base de pinchacitos y ahora…
—Ahora, nada. Ahora tienes que barajar y seguir con la partida, o yo misma te clavaré una aguja de esas que usabas en tu clínica. Por cierto, ¿aún guardas alguna?
— ¡Qué va!, he traspasado todo menos los recuerdos —respondió en tono melancólico, soltando de nuevo una nube de humo— Marina, he estado pensando que, aunque te pueda parecer una locura, con setenta y cinco años quizá aún esté a tiempo de recuperar alguna oportunidad perdida y probar cosas nuevas, ¿sabes?
—Ya algo había notado yo…
—Hace cinco años que me he jubilado —interrumpió Simona— y estoy empezando a ver ciertos asuntos desde otro punto de vista.
—¡Y tanto!, en fin.
—¿Lo dices con sorna?
—Simona, querida, que a tu edad hayas empezado a fumar, rompiendo uno de tus «principios» en la vida, ya es suficiente novedad, ¿no crees?
—Quiero probar lo que hay al otro lado de «la vida equilibrada». Un poco de descontrol, ¿sabes? A mi edad, el tabaco ya no me va a matar, no tiene tiempo, me moriré antes, seguro… Total, ya estoy muerta por dentro.
—Reparte las cartas de una vez — refunfuñó Marina— pareces una adolescente de setenta y cinco años.
Ambas amigas se miraron y rieron juntas. Al terminar la partida, cada una se dirigió a su casa.
Simona, con su aspecto de mujer normal, preparó una cena normal al llegar, sonrió lo normal, se sentó en el sofá al lado de su marido normal, para ver un programa normal en la televisión. Pero su mente se puso a pensar cosas que no eran consideradas normales en una mujer que vislumbraba el horizonte de las octogenarias.
El maldito dragón tatuado en la ancha espalda de Felipe, no dejaba de mirarla. Era precioso, todo en él lo era. Se deleitaba recordando su aroma y el tacto de su piel, cuando le pinchaba con las delicadas agujas, en silencio.
Durante años, él, había acudido a su clínica para paliar su supuesta ansiedad. A Simona no le había pasado inadvertido su aspecto tan atractivo, masculino, de mirada profunda, moreno, misterioso, quizá algo turbio. Un día, mientras él se desnudaba, le pareció entrever que en el bolsillo interior del abrigo portaba una pistola.
—Ansiedad, necesito que me cure esté estrés, los negocios, ya sabe…. —le había dicho con su voz grave y acento caribeño.
Simona, era buena acupuntora, más su técnica parecía no funcionar con él. Felipe, seguía yendo y ella clavando, con mucha paciencia, pues aquella «ansiedad» se estaba transformando en otra cosa. Recordaba el día en el que, acostado boca abajo en la camilla, él estiró el brazo y le agarró el muslo. La mano firme, se deslizaba suave. Ella mantuvo la mirada clavada en el dragón rodeado de agujas. Sentía el calor del fuego en su corazón acelerado. Se palpaba el deseo mutuo.
—No puedo… estoy… casada —titubeó.
Pasaron los años, y, Simona, que se sentía con el corazón hecho cenizas, pasaba las horas echando humo por la boca, cigarrillo tras cigarrillo.
—¿Qué habrá sido de él? —musitó sin darse cuenta, suspirando.
—¿Qué dices? — preguntó su normal marido, sacándola de su ensimismamiento.
—Nada, que acabo de recordar un asuntillo que tengo pendiente. — Dijo ella en tono misterioso— Bajo un segundo al trastero —añadió.
Allí, entre las sombras, Simona, desempolvó una maleta de lo más normal.
—Es hora de que veas la luz, antes de que las tinieblas se ciernen sobre mí para siempre —se dijo, sonriendo— Vamos a buscar dragones, a ver si es verdad que escupen fuego, yo solo consigo soltar humo.
Y dicho esto, encendió un cigarrillo y esbozó una sonrisa traviesa.

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7 comentarios

  1. 1. Rafa Frisby dice:

    Hola Anémona,

    Me ha gustado mucho tu relato corto, aunque no lo creas me abre un poco la mente en cuanto a cómo puede sentirse una mujer de setenta y cinco, a veces las vemos solo como la abuela, la madre, se nos olvida que son mujeres, dueñas de sus propios enfados y deseos. Disculpa si no aporto acerca de tu estilo, pero aún no se me da, voy comenzando.

    Escrito el 18 enero 2019 a las 10:20
  2. 2. M.L.Plaza dice:

    Hola Anémona.
    Me ha encantado tu relato. Como fumadora empedernida tengo debilidad por los personajes que fuman en los relatos: cada vez son más escasos.
    La historia de Simona es muy interesante y está muy bien desarrollada, en un ambiente muy logrado. El relato tiene frases preciosas.
    Lo que menos me ha convencido es el uso,para mí excesivo, del adjetivo normal, porque has conseguido mostrar un entorno muy “normal”.
    En “se te ha dado por fumar,” sobra el se y, casi al final,”se ciernen” es ciernan. Supongo que son erratas porque el texto está muy bien escrito.
    Ha sido un placer leerte.
    Saludos

    Escrito el 20 enero 2019 a las 23:54
  3. 3. Florencia M dice:

    Hola Anémona,

    Muy buen relato, un personaje muy interesante. Coincido con Rafa, que muestras a una “abuelita” de una forma no convencional, con sus deseos a flor de piel, pero son deseos que no la vivifican. Simona tiene algo muy inquietante y enigmático, por esta atracción con la muerte.

    Con lo que te señala M.L.Plaza, también creo que el uso de “normal” es excesivo, por más que sea para enfatizar. Pienso que el “se” de más responde a un uso regional del castellano. Yo lo uso al hablar en un contexto similar y, claro, lo usaría al escribir. Sí creo que corresponde el uso del subjuntivo “ciernan” en esa oración.

    Luego, el final, aunque es sugerente, no lo entendí del todo. Me imagino que la idea es esa, que sea algo sugerente, que quede abierto qué hay en esa maleta y qué cosa poco normal hará Simona.

    Ha sido un gusto leerte, hasta la próxima!
    Florencia

    Escrito el 21 enero 2019 a las 12:03
  4. 4. Arely Santillán dice:

    Hola Anémona,
    Sinceramente me gusto mucho tu relato. La forma en que describes las cosas es realmente buena.
    Se nota tu pasión por la escritura.
    El único detalle que te comentaría es que el final no lo entendí bien, pero realmente todo fue muy bueno.

    Escrito el 21 enero 2019 a las 21:07
  5. Anémona, haces una muy buena representación de esos remordimientos por lo que pudo haber sido y no fue. Y ponerla en cabeza de una vieja le da mayor énfasis y provee una especie de moraleja que dice “aprovecha hoy las oportunidades – mañana será tarde”.
    Me gusta que no te centraste en las tres palabras obligatorias; cumples con insertarlas y les das, por supuesto, algún significado, pero no gira la historia alrededor de ninguna de las tres como elemento principal.
    Contrario a M. L. Plaza y Florencia, considero que la repetición de “normal” es un recurso con intención clara, la de poner un énfasis necesario: nos está llevando arrastrados a mirar con ojos críticos nuestra propia vida, nuestras propias reglas de conducta.
    No hay que temer a las repeticiones; Faulkner repite hasta el cansancio (si se puede decir así) la conjunción “y”, lo que no enturbia para nada su maravilloso estilo.
    Concuerdo con Florencia en que un final puede ser sugerente; no tiene que dejar todo resuelto; ese es un elemento que le pone un saborcito particular a los cuentos.
    En “El maldito dragón tatuado en la ancha espalda de Felipe, no dejaba de mirarla”, sobra la coma, porque inmediatamente después del sujeto (El maldito dragón tatuado en la ancha espalda de Felipe) sigue el verbo.

    Saludos.

    Escrito el 22 enero 2019 a las 01:18
  6. 6. Mª Jesús Hernando dice:

    Hola Anémona me ha gustado mucho tu relato y un bravo! por Simona, creo que se pueden tener deseos e inquietudes a cualquier edad. Y precismanete eso, es lo que nos hace mantenernos vivos y con ilusión. . Enhorabuena por tu historia y gracias por tu extenso comentario en la mía. Nos leemos, un abrazo.

    Escrito el 23 enero 2019 a las 13:55
  7. 7. Anémona dice:

    Muchisimas gracias a todos por vuestros comentarios. Me han ayudado y animado a seguir participando en el taller
    Nos leemos.

    Escrito el 28 enero 2019 a las 18:36

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