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Cartas para la partida - por Otilia

Finalizaba noviembre y la intensa niebla helada hacía que la visibilidad fuera casi nula. Apenas se distinguía a los viandantes, aunque la animación en las calles de la pequeña ciudad era enorme quizás porque en el ambiente se olía la Navidad.

Los establecimientos ya mostraban las mejores galas como señuelo para los futuros clientes y el sonido de los villancicos saturaba la Calle Mayor.
De pronto, en el centro comercial, más grande y elegante de toda la avenida, un enorme estruendo arrancó parte de la fachada compuesta de cristaleras, mientras que una gran humareda dio paso a gente despavorida que entre gritos de pánico salía a la calle.

El resultado de esta masacre fue un muerto y decenas de heridos.

El teléfono despertó a Markel, era su amigo Jon:
—Colega, los periódicos han publicado retratos robots de los posibles integrantes del comando terrorista que perpetró el ataque en el centro comercial y, uno es clavado a ti —soltó a borbotones.

—¿Y qué? Yo no he hecho nada.
—Pero la policía tiene tu ficha de la redada del día de los cócteles molotov, cuando se den cuenta irán en tu busca.

No fue más explícito, le pidió que quedaran al día siguiente, a primera hora de la mañana.

Jon, desde el instituto, pertenecía al movimiento independentista y poco a poco fue involucrando a su amigo en manifestaciones y en toda clase de actos a favor de la independencia. Claro está que tuvo unos poderosos ayudantes, los ojos azules de Ane. Markel estaba loco por ella y Ane era una de las activistas fuertes del grupo. Lo había mamado desde niña.

Su participación real en actos violentos empezó una tarde que Markel salía de la biblioteca del Casco Viejo. Una humareda negra se extendía por las calles y solo se veían sombras que corrían en todas direcciones. Un autobús urbano ardía cruzado en la carretera. El jaleo entre los policías y los jóvenes que los insultaban mientras les tiraban piedras, crecía. Markel se alejó de los disturbios, pero pronto fue engullido por los que huían de las pelotas de goma. De repente, la vio. Llevaba media cara tapada con un pañuelo, pero su rebelde melena rubia la delataba. Corrió hacia ella y cuando Ane tiró de su brazo se dejó arrastrar.

Desde entonces no se separaron. Se fue a vivir con ella y con otros dos miembros del grupo. No le gustaba la situación, pero odiaba más dar explicaciones a sus padres y ver la mirada triste y atemorizada de su madre. Los días y meses junto a Ane pasaban sin enterarse. Si no estaban en la cama, estaban en cualquier manifestación para reivindicar los derechos de cualquier colectivo siempre, eso sí, en contra del Gobierno.

No solo se alimentaban de hacer el amor. Las pastillas les ponían a tono para enfrentarse a la policía. Al principio, guardaban los estimulantes para las manifestaciones más duras. No querían drogarse y acabar siendo unos «pastilleros», pero las acciones eran cada vez más violentas y la ingesta de droga acabó por formar parte de la rutina diaria. Markel encontró en ella la fuerza que necesitaba para vencer a su conciencia y actuar como un verdadero dragón.

Se había librado de la policía hasta los sucesos de aquella noche en las Siete Calles.
Un juez a instancias del gobierno había cerrado un periódico y detenido a los directores. Las calles de la capital acogieron una multitudinaria manifestación. La policía se empleó a fondo. Luego, cuando uno de los cócteles molotov impactó en un furgón policial y provocó heridos, la redada fue masiva. Uno de los jóvenes arrestados fue Markel, después de estar dos días incomunicado, lo dejaron libre.

Jon llegó al sitio acordado en un Opel negro.
—¡Aúpa! Tienes que marchar a Francia, el soplo dice que van a ir a por ti. En la guantera tienes documentación, algo de dinero y una parabellum —dijo mientras le entregó las llaves.
—Gracias —murmuró y subió al auto.

Lo que vino después fue rápido. Tenía que hablar con Ane, pero en casa solo encontró a la policía. Le detuvieron.

En la soledad de aquel cuarto pequeño, se preguntó «¿cómo he llegado aquí?» y no tuvo más remedio que observarse en profundidad, de frente, a sí mismo. Supo que no había utilizado bien la mano de la baraja que le tocó para este juego llamado vida. De sus poros brotó un sudor frío.

Cuando los policías entraron para interrogarle, la mortecina luz de la celda iluminaba la silla vacía.

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9 comentarios

  1. 1. Ulises Vidal dice:

    Hola Otilia!
    Me ha impactadobtu relato y sobre todo el inesperado final.El protagonista pagó muy caro no razonar por y decidir por sí mismo y dejarse llevar.
    Me hubiera gustado saber más del contexto. De qué movimiento independentista se trata. Sólo sabemos que está en contra del gobierno, pero no dice nada acerca de sus banderas o de sus reivindicaciones.

    Respecto de lo formal, lo correcto es decir, “irán a tu casa y no, “…en tu…”. Seguro que con una relectura del cuento se hubiera evitado.
    Felicitaciones y espero seguir leyéndote.7a

    Escrito el 16 enero 2019 a las 19:49
  2. 2. Ulises Vidal dice:

    Hola Otilia!
    Me ha impactadobtu relato y sobre todo el inesperado final.El protagonista pagó muy caro no razonar por y decidir por sí mismo y dejarse llevar.
    Me hubiera gustado saber más del contexto. De qué movimiento independentista se trata. Sólo sabemos que está en contra del gobierno, pero no dice nada acerca de sus banderas o de sus reivindicaciones.

    Respecto de lo formal, lo correcto es decir, “irán a tu casa y no, “…en tu…”. Seguro que con una relectura del cuento se hubiera evitado.
    Felicitaciones y espero seguir leyéndote.

    Escrito el 16 enero 2019 a las 19:50
  3. 3. Leosinprisa dice:

    Hol Otilia, interesante historia que acaba con un final que no he logrado comprender muy bien. ¿Se ha suicidado? ¿Se ha volatilizado en el aire como un sueño? Tal vez necesitaría una breve explicación o tal vez, tu intención haya sido dejar al lector en suspenso.

    Quitado ese escollo el resto se deja leer bien y no creo que sea necesario saber el movimiento independentista del que trata, puede ser así una historia genérica que podría corresponder a una multitud de sitios e identificarse con todos ellos. En el fondo, la mayoría de esas revueltas sociales carecen de un fundamento y se dejan llevar por nacionalismos que no esconden sino el provecho de unos pocos, para desgracia de otros muchos.

    Te agradezco me hayas hecho participe de esta lectura y espero volver a leerte en próximas ocasiones. Un saludo.

    Escrito el 17 enero 2019 a las 09:53
  4. 4. JUANA MEDINA dice:

    Hola Otilia,
    interesante y actual historia posible en cualquier lugar del mundo “civilizado”. En cuanto al final coincido con Leosinprisa. Talvez si entre las cosas que le entrega Jon hubiera alguna que justificara luego en el relato su desaparición, podríamos hacernos idea de hacia dónde evolucionará este personaje. Como pintura de situación del presente, vale!!!
    Nos seguimos leyendo. Hasta el mes próximo.

    Escrito el 17 enero 2019 a las 19:50
  5. 5. Galia dice:

    Hola Otilia: pintas una realidad que no tiene fronteras, tantos colectivos en la calle, tantos gritos, tanta violencia y el mundo sigue su derrotero dejando atrás a estos idealistas, algunos, mercenarios, otros, que hacen de la protesta cotidiana un modus vivendi.
    Me gustó el final.
    Saludos.
    Galia

    Escrito el 18 enero 2019 a las 21:52
  6. 6. IreneR dice:

    Buenas, Otilia.

    Me ha gustado tu relato. Como muchas veces pasa en la vida, el que menos culpa tiene es el que se lleva la peor parte. El protagonista se deja engatusar, y es él quien acaba en la cárcel, o no… la verdad es que el final me ha dejado bastante confusa, ¿qué pasa con él?
    Creo que, en general, has sabido llevar bien el relato. Ha sido fácil de leer y engancha desde el principio.

    Buen trabajo.

    Nos leemos.

    Un saludo.

    Escrito el 18 enero 2019 a las 22:26
  7. 7. Otilia dice:

    Juana, Galia e Irene, gracias por leer y comentar.
    Nos seguimos leyendo. Un abrazo.

    Escrito el 19 enero 2019 a las 11:39
  8. 8. El chaval dice:

    Hola Otilia
    Me suena mas a un relato periodístico.
    Las algaradas pueden ser de cualquier tipo. todas son para reivindicar algo, sea del tono que sea, pero le perdió el amor .
    Y como soy así, en la celda, al llevar
    cinturón me colgaba de la reja de la ventana.
    un cordial saludo (106)

    Escrito el 19 enero 2019 a las 19:19
  9. 9. Otilia dice:

    Gracias, El chaval, por leer.
    Saludos.

    Escrito el 20 enero 2019 a las 10:23

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