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El juego eterno - por Fabián

Web: http://www.espacio-independiente.com

—¡Hey, chicos! ¡Acérquense! Miren lo que he encontrado.
Invitados por la voz, dos corpulentas figuras se movieron entre la sombras de la cueva con singular pereza.
—¿Pedazos de piel muerta? ¿Acaso no tenemos suficiente basura ya, Cyril?
—Son mucho mas que simples pedazos de piel muerta, Xiang Ping— respondió Cyril, sacudiendo los pequeños rectángulos de piel seca y dura entre sus garras. —Los tomé prestados a los aldeanos del pie de la montaña; mírenlos bien, tienen diferentes grabados.
—¿Y qué con eso?— exclamó la tercera figura, tomando uno de los cuadritos entre sus verdes pezuñas. —Ni siquiera son bonitos: no brillan ni tienen rubíes. Xiang Ping tiene razón, ¿para qué queremos mas basura? ¿No te basta ya con las ollas, las lanzas y los demás cacharros? ¿Por qué no puedes traernos cosas bonitas y brillantes en lugar de objetos inservibles Cyril?
—No todo lo que traigo es inservible, Werther— respondió Cyril, agitando sus doradas escamas, indignado —Al menos no esta vez. Los aldeanos utilizan estos pedazos de piel en sus rituales nocturnos junto a la fogata, les llaman “baraja”. Después de observar el ritual durante varias noches creo que finalmente logré aprenderme las reglas. ¿Quieren jugar una partida?
—¿Por qué habríamos de querer replicar un ridículo ritual humano? ¡Nosotros somos los señores y amos del fuego! No un montón de lobos con debilidad por las caricias humanas en la barriga.
—No es un simple ritual ridículo, Werther. Los humanos lo utilizan para tomar decisiones importantes. ¡Quien se quede sin pedacitos tiene que hacer lo que los demás le digan!— exclamó Cyril.
—¿Lo que sea?— preguntó Xiang Ping, pensativo.
—Lo que sea.
—¿Incluso…
—¿incluso bajar a la aldea a buscar comida a cambio de un poco de fuego? Sin duda alguna— interrumpió Cyril, moviendo un poco sus alas en un gesto malicioso. —El invierno se acerca chicos, necesitamos comida y la aldea, fuego. Ya saben como es esto, el que bajé tendrá que quedarse con los humanos durante todo el invierno…
—Yo no quiero ir, la ultima vez que bajé perdí parte de mi cola— exclamó Werther.
—¡Y yo un cuerno! ¿Crees que para un dragón de mi raza es fácil vivir sin un cuerno? ¡Soy la burla de mis ancestros!— interrumpió Xiang Ping.
—A mi me mantuvieron atado a unas rocas durante meses ¡Esos aldeanos piensan que por ser pequeño soy domesticable! Yo tampoco quiero bajar. No si puedo evitarlo— explicó Cyril, jugueteando con los cuadritos de piel. —Aun así… alguien tiene que ir, los aldeanos nos necesitan tanto como nosotros a ellos. Y creo que esta baraja puede tomar la decisión por nosotros. ¿Qué dicen? ¿Jugamos una partida para decidirlo?
Xiang Ping y Werther agitaron sus escamas y se miraron entre sí, resignados.
—Prefiero no ser yo quien tome la decisión. ¿Cómo empezamos?— respondió Xiang Ping.
—Sabía decisión chicos. Acérquense a la fogata, voy a repartir las piezas.
Meticulosamente y con la habilidad propia de quien ha mirado un proceso lo suficiente como para memorizarlo, Cyril repartió la veintena de piezas entre los tres.
—¿Y ahora? — preguntó Werther, impaciente.
—Ahora miren los grabados, algunas piezas son diferentes. El objetivo es deshacerse de estas. Por turnos, cada quién descartará un pedazo; haremos diez rondas. Al final, quien tenga el mayor número de piezas similares saldrá. Y así hasta que quede un solo perdedor. Este tendrá que bajar— explicó Cyril.
Los tres amigos se sentaron alrededor de la fogata y las rondas comenzaron. La cueva, reino habitual de griteríos y bullicio, se sumió en un extraño silencio, solo interrumpido por el constante choque de las piezas al caer.
—¡Lo logré!— exclamó Werther, dejando caer al centro sus piezas restantes. —¡Son todas iguales!
—Parece que solo quedamos tú y yo, Xiang Ping. Que gane el mejor.
El juego continuó. Mas y más piezas fueron descartadas, pero aun así, el desempate no parecía querer asomar su indeseable rostro.
—¿Acaso estamos haciendo algo mal? Estamos igual que al comienzo— se quejó Xiang Ping.
—No veo donde está el error, así lo hacen los aldeanos. A ellos también sueles tomarles algo de tiempo.— respondió Cyril, extendiendo sus garras para revolver sus piezas con aquellas ya caídas.
—Sí tu lo dices…
Así permanecieron ambos dragones, enfrascados en el juego humano durante horas, días, meses. El invierno llegó y todo lo cubrió, pero aun así ellos, persiguiendo el enigma del ganador ausente, no reaccionaron.
Quizás por esta razón, hoy, todos los juegos de cartas vienen acompañados de una buena hoja de instrucciones.

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2 comentarios

  1. 1. Víctor Alverdi dice:

    Me gustó tu relato desde la perspectiva de los drgaones y además haciéndolos protagonistas de la misma. Además el humor irónico que le agregaste me pareció entretenido. ¡Enhorabuena!

    Escrito el 19 enero 2019 a las 02:57
  2. 2. Beatriz Emilia dice:

    Hola Fabián,

    Me gustó mucho leer tu relato, lo hice de un tirón, eso significa que es interesante y están bien contado.
    Desde el punto de vista formal, solo falta una tilde en la palabra “mas”, también revisé el uso en castellano de la interjección Hey,y es correcta, aunque suele escribirse Ey.

    En cuanto al final, si bien tiene que ver con la enseñanza de la fábula, creo que puede estar un poco más acorde con el tono de todo el relato.

    Felicitaciones!!!

    Escrito el 20 enero 2019 a las 00:49

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