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El carruaje - por Catia

Un pequeño milagro en la Rue Eamont Auborne. Los vecinos observan, las narices pegadas al cristal de sus ventanas, el carruaje estacionado en la puerta del número dos. No es un carruaje cualquiera: tiene los picaportes bañados en oro, y en el terciopelo de sus puertas está grabado el escudo familiar, un dragón que escupe fuego y que a Madame Saturne le despierta cierta inquietud porque, ¿qué clase de familia elegiría un dragón como emblema?

-Cualquiera -responde su marido desde detrás del periódico- es una ostentación tan buena como cualquier otra.

Aquello no la tranquiliza, y la mujer se consuela pensando que es lo mejor que le ha podido pasar a la pequeña Laura, ¡la futura esposa de un conde, ni más ni menos! Después de todo, ¿quién sabe adónde la habría conducido la insensata de su madre, tras dilapidar la herencia del marido? Por suerte, no hay mucho en común entre Elizabeth Aubrey y su hija Laura.

Madame Saturne las observa a ambas desde su atalaya del segundo piso. Laura, con sus hermosos cabellos recogidos en un sombrero de viaje, aguarda pacientemente mientras su madre discute con el cochero. La voz de Elizabeth sube de tono, consciente de la atención de los vecinos.

– ¿No sabe que en ese paquete va la vajilla española? ¡Es demasiado frágil para ir en el pescante, debe ir con las joyas!

Madame Saturne resopla. Es de todos sabido que hace ya muchos meses que no hay joyas ni vajillas en casa de las Aubrey. Y sin embargo, qué altiva y orgullosa se muestra Elizabeth, qué diferente de la Elizabeth asediada por los acreedores que llamó a su puerta hace apenas un mes… Madame Saturne recuerda cómo irrumpió en medio de su tarde de baraja, con los ojos rojos y el pelo alborotado.

– Tiene que ayudarme, Mathilde -dijo.
– ¿Ayudarla a qué, querida?
– He encontrado la manera de salvar la casa, pero no me atrevo…
– ¿De qué habla?
– He encontrado esto.

Le tendió a Madame Saturne aquel infame papel, la publicidad de un charlatán que prometía cualquier deseo a cambio de… Oh, era demasiado horrible incluso para recordarlo. Horrorizada, Madame Saturne pasó la tarde hablando con Elizabeth, hasta arrancar de su boca la promesa de que desecharía esa idea.

– Pierre y yo la ayudaremos, querida… Le encontraremos trabajo… Piénselo, Elizabeth. Nada en este mundo merece la pena como para pactar con Satanás…

Afortunadamente, apenas una semana después el conde había entrado en sus vidas.

– ¡Ya se van, Pierre!

Madame Saturne agita el pañuelo para devolver el saludo a la pequeña Laura. El cochero se interpone entre ambas al cerrar la puerta, y su sonrisa lasciva despierta en Madame Saturne otro acceso de inquietud, como una sombra que tapara el sol por un momento. Una idea se abre paso en su cabeza. ¿Y si bajara…? ¿Y si les dijera…? Podrían vivir allí, con ellos, no tendrían porqué… Pero qué tontería. Laura va a ser toda una condesa, ¿en qué está pensando?

El cochero sube al pescante, y Madame Saturne se seca una lágrima.

– Ay, Pierre. No sé por qué, pero me quedaré más tranquila cuando las veamos por Navidad.
– ¿Piensan volver?
– Elizabeth me dio su palabra de que así sería.
– Yo no me haría ilusiones, Mathilde. Esa mujer nunca ha cumplido una promesa.

El carruaje emprende la marcha, y los cascos de los caballos resuenan en los adoquines.

– Tal vez podríamos ir de visita… ¡En cuanto Laura sea condesa!
– Tal vez. ¿Cuál es el nombre del castillo?
– Alguno en la región del Loira… uno desconocido, la propia Elizabeth no sabía bien…
– Lo sabremos cuando envíen carta
– Sí… -dice Madame Saturne, aunque sin mucha convicción.

Con el paso de los días se afianzará en ella la certeza de que no volverá a ver a Laura, pero por el momento sólo siente esa extraña inquietud en su interior, acrecentada por la imagen del carruaje que se aleja y el emblema del dragón en la parte trasera. ¿Cómo ha podido confundirlo con fuego? Ahora que se fija, se ve claramente que lo que ha tomado por llamas no son sino cuellos que parten del cuerpo del dragón, algo que a Madame Saturne le resulta familiar, ¿no ha oído ella hablar de algún dragón, de una serpiente de siete cabezas?

El carruaje dobla la esquina hasta desaparecer y Madame Saturne, pañuelo en mano, se seca una última lágrima.

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4 comentarios

  1. 1. pajesur dice:

    Buen trabajo y esfuerzo conseguido. Has sido creativa para tejer el trama. La tensión del relato refleja en el objeto central, el dragón. Adelante y mejore sus escritos.

    Escrito el 19 enero 2019 a las 00:03
  2. 2. Andy Garcia dice:

    Soy el primer comentario, quizás el primero en leer esta joya y lo mejor es que mi cuento esta justo delante del tuyo¡Vaya honor el que me toca!, quiero celebrarlo con un acrónimo de tu nombre:
    ¡Carajo!
    Amaría que mis letras pudieran
    Tener la magia de
    Irradiar lo mismo que las tuyas irradiaron en mí, pareces digna hija de
    Arthur Conan Doyle.

    Y es que no se detrás del otro lado del charco, que chica se oculta, si es mayor o quizá menor a mí, se que es del otro lado del charco, bueno por que tu literatura como tu nombre es de corte europeo y mi casa Garcia, amaría conocerte y quizá fundirse con tu linaje así sea solo posible en las letras, cordial saludo desde El Carmen de Viboral, Antioquia, Colombia, la perla azulina de oriente antioqueño.
    Por estas tierras pasate cuando desees, amo tus diálogos y sé que con ellos se puede crear: guiones, dramaturgia…
    ¡Que vivan por siempre tus letras mujer!

    Escrito el 19 enero 2019 a las 01:02
  3. 3. marazul dice:

    Hola Catia: al leer el título de tu relato he entrado sabiendo que si estaba bien escrito me iba a gustar. !Y ya lo creo que lo está!
    Muy buena ambientación para tu historia de época, personajes creíbles y bien perfilados, orgullo,intriga… El final muy realista y abierto, aunque la preocupación de Mathilde está muy justificada. Incluso mi imaginación me hace pensar en algún conde estilo “ marqués de Sade”. Ufffff…..espero que no sea ese el destino de la joven Laura.
    En cuanto a la forma se puede pulir, claro que sí, pero eso es algo que se aprende. Lo que no se aprende es la inspiración, la imaginación,eso se trabaja pero hay que nacer con ello.
    Me ha gustado mucho tu relato Catia.
    Saludos

    Escrito el 23 enero 2019 a las 12:20
  4. 4. María Esther dice:

    Hola Catia, buen relato de épocas pasadas.
    Tiene un título sugestivo que te lleva a leer.Tiene una atmósfera cargada de secretos,apariencias, miedos…
    Así se marcha la joven Laura, cargando silenciosa sus deseos de felicidad en ese carruaje tan singular,quedando el pañuelo de Madame Saturne como despedida, enjugando sus lágrimas.
    Saludos, hasta la próxima.

    Escrito el 25 enero 2019 a las 03:26

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