¡Boom! - por Madame Bobal

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Me habría gustado no mirarme en el espejo aquella noche. Con la cara ensangrentada, golpeada y la camiseta desgarrada por todas partes. Quiero controlar estos ataques de ira pero no puedo.
En la superficie de mi cabeza rapada pueden verse las cicatrices de otras batallas, dentro de ella solo el caos. Se agolpan imágenes de brazos, escupitajos e insultos, ni siquiera puedo ver la cara definida de mi contrincante, siempre es lo mismo: una mecha, una chispa, y oscuridad.

No sé quién era el tío de hoy, solo sé que no paraba de reírse y que cuando suspiraba al final de cada carcajada su mirada se cruzaba con la mía.
No sé qué le hacía disfrutar tanto, con su copa en la mano, una camisa impoluta y sus amigos alrededor riendo con él. Puede que estuvieran recordando anécdotas o contando chistes malos, a saber, pero mi cabeza solo pensaba: “se están riendo de ti, esos pijos se creen mejor que tú”. Y yo empecé a ponerme nervioso, mi pie no dejaba de moverse como en un tic nervioso, arriba y abajo apoyado en el travesaño del taburete. Yo estaba al límite de la contención y cada carcajada me enfurecía cada vez más, las sienes latían con fuerza y la mandíbula se me tensaba. Ahí estaban, con su ropa de marca, con el dragón ese en las camisas y los zapatos limpios, brillantes. Con sus novias perfectas, guapas, sonrientes y complacientes, seguramente. Una imagen lasciva vino a mi mente y el calor de la rabia invadió todo mi cuerpo, la ira ya estaba llamando a la puerta.
Volvieron a reírse y volvió a cruzar la mirada conmigo, incluso levantó la frente como para saludarme, buscando mi complicidad y yo desde la sombra no pude soportarlo más, me lancé como una fiera hacía él, puñetazos en la cara, el vientre, la cabeza etc. Y todo sucede a cámara lenta, las voces que intentan separarnos suenan como si yo estuviera debajo del agua, no sé que dicen, solo puedo ver como sus amigos intentan apartarme de él y como los míos jalean como si vieran una pelea de gallos, la diferencia aquí, es que solo uno de los dos lucha, el otro solo intenta huir y deshacerse de los golpes. Odio a esa gente que no es capaz de enfrentarse a nada, que huye de la violencia y cree que la vida puede llegar a ser paz y tranquilidad. Esa gente no ha sufrido nunca, le ha venido todo dado. Buenas familias, dinero, educación y desprecio hacia la gente como yo. La gente sin oportunidades, los que nacimos en la miseria y luchamos cada día por sobrevivir ¿Qué sabe esa gente de tener padres violentos? ¿O de drogas y noches en la calle? A ellos las cartas les vienen bien dadas, en nuestra baraja sólo están las malas cartas, las que te llevan a la ruina, las que te convierten en un animal.

Vuelvo a verme en el espejo y me creo el dueño del mundo, dueño y señor de todo lo que me rodea. Mi verdad es la única que vale. Mi sufrimiento el mayor de todos. Nada ni nadie que no sea yo mismo me importa. Mi dolor justifica mi actitud y nada de lo que me cuentes me hará creer que eras tan infeliz como yo, porque eso es imposible, soy el eje del mundo,
Y me sonrío a mí mismo, me miro a los ojos y ¡boom! Estalla mi cabeza.