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Incienso - por Alétheia

Se ve una mano izquierda en primer plano que enciende una varilla de incienso de canela. El narrador empieza a hablar.

A la vela que velaba a las sombras. A su tenue luz, que permitía navegar en el espectro visible al humo que ascendía por el aire de la habitación contorneando figuras aparentemente abstractas. Al humo que arrastraba leyendas en suspensión penetrando en los entresijos de la imaginación.
Una vela que velaba por los invictos difuntos.

El olor endulzado va nublando el campo de visión.
A continuación, todas las figuras difusas comienzan a definirse expresando miles de tonalidades grises. Son simulaciones. Una gota de tinta cae de un lapicero que se despliega como un pájaro captando la atención, conduciendo su mirada hacia la izquierda.
Otra gota. Se da cuenta de que en esa dirección hay montones de ellas, escurriéndose de páginas de enciclopedias y lienzos de todo tipo que lloran creación. Un violín está a punto de hacer vibrar sus cuerdas, pero al liberar la tensión se deshace incorporándose al resto del humo. Este comienza a envolver lentamente el escenario intentando calmarlo a base de caricias, secando sus lágrimas. Hasta que las páginas quedan vacías.
El extracto de lenguaje se empeña en dirigirse hacia la derecha, donde se observan telescopios apuntando hacia el suelo y microscopios al cielo. Probetas resquebrajándose, disoluciones corrompidas luchando por reaccionar, cronómetros descompasados y campos de tejidos donde se siegan tumores. El exceso de intención disloca la funcionalidad de las herramientas.

Entre semejante galimatías un escalofrío recorre las vértebras del suelo ondulándolo tanto que abre una profunda grieta. Pasa justo por donde el narrador está situado, comenzando a separar sus pies en direcciones opuestas.
Al mismo tiempo, la sangre de las palabras consigue propulsarse como flechas sobre los campos de guerra hacia la izquierda, que contraataca salpicando engranajes y fragmentos de Erlenmeyers.
Entonces el narrador mira hacia delante. La varilla de incienso del que partía tal cantidad de humo se ha transformado en un cuello escamoso de dragón. Le busca la cabeza pero no la encuentra.

Sus pies se alejan cada vez más. Oye un susurro.
—Ba-ra-ja.
—¿Barajas? —espera, pero no hay réplica— ¿Dónde? ¿Cartas? ¿Que baraje qué? —responde alterado, mientras el sudor le resbala por la frente y cae al naciente abismo.
Está palideciendo. Pierde la pigmentación de la piel al igual que las páginas perdieron sus palabras.
—Tus posibilidades de volar. Baraja tus… —responde con dificultad. Resbala y por un momento deja de percibirlo —… ALAS.

En ese momento, mira fijamente hacia la luz mientras esta le proyecta juguetonas sombras en el rostro. Ya satisfecha, la llama se apaga.
Está a punto de caer, convencido de que la única y verdadera forma de salvarse es dejándose caer hacia el centro. Así lo hace. Instintivamente agita sus extremidades en el acto por el vértigo, al tiempo que intenta estirarse para alcanzar con sus manos los bordes de las orillas y formar un enlace.
Ya no tiene brazos, sino dos grandes estructuras articuladas, a derecha e izquierda, que continúan creciendo por la unión del conjunto de fragmentos procedentes de aquel caos.
El ala derecha tiene un diseño aerodinámico, hermético, con un tono mate y suave. Puede sentir en ella el valor de las velocidades, el tiempo de reacción para el frenado o sus constantes vitales, lo cual le permite un desplazamiento de lo más eficiente y seguro. Es casi completamente distinta a la izquierda, que destella reflejos como si estuviera hecha de cristal y en ocasiones deja ver su interior. No es el motor del desplazamiento, pero gracias a ella puede moverse con elegancia describiendo piruetas.

Con todas sus fuerzas se dispone a agitar las alas, pero son tan pesadas que no puede. Grita por el sobreesfuerzo, y al exhalar enciende de nuevo la llama de la vela. Una vez más se queda mirándola fijamente con la diferencia de que ahora no existe penumbra alguna en su rostro.
Logra ascender unos metros cuando, al igual que el violín, se deshace al ritmo del humo, que continúa ascendiendo en el aire de la habitación arrastrando hechos y partículas que por primera vez, verían la luz.

Una mano derecha chasca los dedos y se apaga la varilla de incienso.

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4 comentarios

  1. 1. guiomar de zahara dice:

    Alétheia tu relato me ha parecido fantástico. Me ha dejado sin respiración, desde el comienzo hasta el final. He visualizado las imágenes como si estuviera en un teatro.
    Tu recreación de las escenas, impecable.
    Por lo demás, nada que decir, pues me atrapó la historia sin darme tiempo a fijarme en comas o puntos, por lo que pienso que nada grave.
    ¡Enhorabuena!
    ¡Hasta la próxima!

    Escrito el 18 enero 2019 a las 10:02
  2. 2. Elizabeth dice:

    Muy buen relato, me gustó mucho.
    Te felicito por tu buen manejo de los elementos.

    Escrito el 18 enero 2019 a las 19:21
  3. 3. MOT dice:

    Hola Alétheia.
    Muy correcto a nivel ortográfico y gramatical, pero, MUY A MI PESAR, no lo he entendido bien. Lo siento. Demasiado vocabulario para mí que hace que su lectura me haya parecido pastosa.
    Saludos

    Escrito el 25 enero 2019 a las 19:39
  4. Me ha encantado. Me gusta mucho las imágenes que has conseguido formar. Es un relato muy plástico y creo que se podría hacer algún tipo de cómic o de serie de ilustraciones para complementarlo que podría dar muy buen resultado. Enhorabuena

    Escrito el 5 febrero 2019 a las 13:17

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