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La ofensa - por Sonia Arias

Web: https://soniaariasdelacruz.wordpress.com/

Tengo la piel frágil, el aspecto es rosado, con la textura de una pompa de chicle que acaba de explotar. No ha sido siempre así. De pequeño tenía una piel tersa, blanca y pecosa que se rozaba, magullaba o rompía jugando en el parque con mis amigos.

Una vez, deslizándome por el tobogán de hierro oxidado bajé tan deprisa que al llegar a la arena caí de rodillas y me hice una herida bien grande. Lloré un poco pero enseguida mi madre me acunó y me llevó a casa a curarme. El agua oxigenada hacía burbujas con la sangre y me escocía bastante pero aguanté y esa vez no lloré. Pronto se me hizo una costra enorme que tiraba bastante en la rodilla. La costra caía una y otra vez y volvía a crecer, estaba en un lugar estratégico y sensible a todas las caídas desde el tobogán, jugando a fútbol o corriendo “cortando fuga”. Era la primera herida de guerra de aquel verano y me duró hasta septiembre. Volví al cole con una cicatriz de color chicle, tal vez ahí empezó todo. Eran veranos felices, con sobresaltos constantes.

Cuando llegué a la adolescencia, quise rebelarme contra todo aquello que no me permitían ser. Encontrar mi propia personalidad, empezando por la habitación y terminando por mi forma de vestir y de actuar. Leíamos sobre cualquier tema: drogas, sexo, violencia y siempre alguien, casi siempre un profesor o profesora nos hacía reflexionar sobre lo leído desde la perspectiva de la época. No nos evitaban el trago de leer barbaridades.

Recuerdo que también en los bares se hablaba de todo, no solo de fútbol. Que los mayores debatían y daban sus opiniones sin enzarzase aunque bueno, algunas excepciones había también, claro. La gente tenía ganas de hablar y lo hacía, habían pasado demasiados años silenciados. Eran conscientes de que las comodidades no caen del cielo, que los derechos aunque parezca irónico, no vienen solos, hay que pelearlos y mantenerlos.

En aquellos años, mi piel ya no era tan suave como la que se magullaba de niño, estaba curtida y seguía siendo blanca y pecosa. Mi cerebro se dilataba y contraía a base de reflexiones, de preguntas, de conversaciones. Escuchaba a locutores con opiniones propias y que informaban haciendo trabajo de campo. Leía todo aquello que caía en mis manos, bueno, malo y regular. Lecturas intensas o ligeras, según el estado de ánimo y empecé a interesarme por el cine no comercial. Me mostraba otra realidad y otros mundos. Existen muchas maneras de pensar y muchas formas de vivir. En algunas casas se escuchaban discos que un tiempo atrás estuvieron prohibidos, se opinaba y nadie se ofendía en demasía, salvo aquellos que tienden al drama y a la exageración.

No sé entonces en que momento la piel se me volvió de pompa de chicle. Me molestaban las opiniones contrarias a mí, ya no me preocupaba en entender por qué alguien podía pensar de una manera concreta, no me interesaban esas personas que yo consideraba que no se parecían nada a mí. Me chirriaban muchas cosas que oía en la calle o en televisión. Ya solo veía los canales que me contaban lo que yo quería escuchar, no tenía opinión crítica y repetía como un papagayo lo que decían en mis canales y emisoras habituales. Me incomodaban los libros diferentes, las películas densas y pasé a ver solo aquellas que no me hacían reflexionar. La música ya era la que sonaba en todas partes, ni siquiera me fijaba en las letras como hacía antes. Simplemente me movía al ritmo que sonaba.

Ya los niños no se hacen heridas en los parques porque no hay arena ni toboganes de hierro. La gente vuelve a hablar bajito en los bares para no ofender a nadie y la televisión nos muestra lo que tenemos que pensar. Ya no hay grandes sobresaltos en los libros ni reflexiones incómodas, las canciones suenan parecidas y ya no entendemos que a veces lo que se pinta, se lee, se cuenta o se canta tal vez no es lo más aceptado socialmente o lo más afín a nosotros porque ni siquiera pensamos sobre ello. Juzgamos sin más, sin entender que a veces hay que remover para sentir cosas, pensar para comprender y es que se nos ha vuelto la piel muy fina, es frágil como de pompa de chicle.

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5 comentarios

  1. 1. C.R. Toska dice:

    Hola Sonia,

    Me ha gustado mucho, por suerte tu relato hace una reflexión incomoda, así que no esta perdida la esperanza. No soy capaz de encontrar ningún error en la forma.

    En cuanto al contenido, personalmente hubiese obviado el primer párrafo, o quizá sólo la primera frase. Para que el lector poco a poco viera la evolución sin el pequeño spoiler del principio. Aunque creo que entiendo el significado que le has querida dar y la relación que tiene con la última frase.

    Estoy en el 114, por si te quieres pasar.
    Un saludo!

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 15:10
  2. 2. Pepelu Martín dice:

    Hola Sonia:
    Una reflexión, principalmente humana, antes que social (qué también). La filosofía que desprende tu piel, bien podría ser un tratado para la enseñanza sensible a cualquiera que lo necesite, tal vez por el largo pensamiento que describes rozando temas de cultura de elevada apreciación. No creo que nadie pueda decir que no le gusta.
    Desde el punto de vista literario, los manuales dicen que es adecuado, incluir diálogos, presentar al narrador y describir al menos, un conflicto específico o trama.
    Nada más que decir. A seguir…
    Un saludo

    Escrito el 19 febrero 2019 a las 00:34
  3. Hola Sonia,

    No me ha gustado (miento).
    No lo he entendido (sigo mintiendo).
    Hay mucho que pulir (esta es la madre de las mentiras).

    Jeje, es una pequeña broma. Me ha gustado la construcción de todo en su conjunto y como has cerrado con una frase que nos devuelve al inicio del relato.

    Lo he encontrado un poco depresivo, pero eso no es bueno ni malo, simplemente es lo que he percibido. No todos los textos tienen que hablar de unicornios, arcoiris y príncipes azules. Sin duda es un relato diferente (con toda la amplitud que se le pueda dar a este adjetivo). Hace reflexionar.

    Por hacer algún aporte constructivo:
    Vigila con expresiones como : 《El agua oxigenada hacía burbujas con la sangre》
    Creo que quedaría más sutil algo así: 《El agua oxigenada burbujeaba con la sangre》

    Quizás sea una cuestión sólo del estilo de cada uno, no lo sé. A mi me gusta “rebuscar” un poquito más los tiempos verbales.

    En cualquier caso, me ha encanrado leerte. ¡Espero seguir haciéndolo!

    Escrito el 19 febrero 2019 a las 09:48
  4. 4. Sonia dice:

    Muchísimas gracias Alex. Tus comentarios positivos me animan a seguir escribiendo y los aportes constructivos a seguir aprendiendo.
    Un saludo.

    Escrito el 25 febrero 2019 a las 13:39
  5. 5. Sonia dice:

    Hola a los tres, no sé porque no puedo contestar individualmente y me temo que no vais a poder leer mi agradecimiento por vuestros comentarios.
    Como digo más arriba, unos animan a seguir escribiendo y otros a aprender más cada día.
    Un saludo a los tres.

    Escrito el 25 febrero 2019 a las 13:44

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