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La ofensa - por Maurice

Web: http://mauricenipapaian.blogspot.com

La ofensa
Brenda sabía que no era su intensión. Pero igual lo mandó al frente.
Al doctor lo conocían por su afición al trabajo y la buena onda. Comenzaba en las mañanas con optimismo, buen humor.
El médico radiólogo Enzo Rigaldi era afable con todos, siempre que hubiese en el Servicio espíritu de trabajo y alegría serena, cualidades indispensables ─según él─ en toda área donde se asisten enfermos. Le disgustaba “ad nausean” ─tanto en colegas, personal y el público─ actitudes obstructivas al trabajo y mal humor. Conciliaba poco con la grosería y la vulgaridad, y aunque compartía ciertas bromas se ponía molesto cuando la seriedad de un servicio médico olía a un almacén.

La jornada fue como las demás, salvo por la “gota que rebalsó el vaso”. Tenía bien estudiado el perfil humorístico de las chicas. En las mañanas, hasta las 10 u 11, más que un saludito liviano, la cosa no daba para más. Cualquier comentario que sobrepasara ese nivel de diálogo, corría riesgo de recibir respuestas cortantes, farfullantes, ininteligibles. Esto a Enzo le caía como un puntapié en medio de los genitales. Lo había conversado con el Jefe en más de una oportunidad, pero recibía similares argumentos: que la naturaleza femenina…; que debía dejar pasar el momento…; “bla, bla, bla…”. Todas pamplinas, evasivas para no hacerse cargo de la situación, y que afectaba a todos. Enzo había aprendido que vivir en esa provincia del sur significaba aceptar una idiosincrasia un tanto marginal y resentida. Como al viento mismo, compañero seguro de la Patagonia; como la niebla, que se levanta durante las mañanas cuando empieza a salir el sol. También comprendía que no había poder que cambiase aquello, de manera que debía “tragárselo”, cómo al viento o al frío.

─ ¿Qué le pasa a Laura? ─preguntó Enzo dirigiéndose a la única administrativa que se hallaba en ese momento en sala de informes─. No sé si anoche “hicieron mal el amor” o qué, pero cuando llegan en las mañanas traen un humor bastante de mierda ─dijo más como una expresión simbólica en referencia a la acidez en el ánimo, que intentando indagar en la intimidad de nadie.
─No creo que después de perder la billetera con cinco mil pesos esté preocupada por el sexo de anoche, doctor.
Inmediatamente, Enzo cayó en la cuenta de la grosería. Justamente él, tan cuidadoso de lo soez. Pero conociendo la personalidad de Brenda en el tiempo que llevaba ─para nada pusilánime─, se tranquilizó pensando que sus palabras las entendería como una manera figurada de hablar, simbólica si se quiere. Sin embargo, inconscientemente, ante la respuesta de la secretaria al sarcasmo, el médico pensó que su manifestación de hartazgo “traería cola”. Se arrepintió, pero tarde. Y lo comprobó luego, cuando encontró al subdirector del hospital en la confitería.
─Tratá mejor a tus secretarias, che ─dijo el doctor Alfonso un poco en sorna, a la vez en serio.
─ ¿Por qué lo decís?
─Me presentaron una nota quejándose de lo que habías dicho.
─ ¿Presentaron?
─Sí, la firmaron todas.
─Pero si yo… ─respondió Enzo con desconcierto, sin imaginar que la cosa llegaría tan alto.
─Si, mirá ─interrumpió Alfonso con cierta displicencia─, yo no juzgo. Pero la nota está bien cargadita en cuanto a las acusaciones que te hacen. Se la envié a Sánchez; él la trasladará para que hagas el descargo.

De pié, al lado de su escritorio, Enzo releía por tercera vez el papel que le temblaba en sus manos. Ocho firmas aparecían al pie. Media hora atrás el jefe lo había citado a su oficina para darle la nota, además de impartirle ciertos consejos. Lo embargaba una mezcla de vergüenza y de bronca. Interiormente reconocía que estuvo desubicado, pero a la vez no se creía merecedor que lo achacaran de “misógino”, poco menos que un gorila cavernícola. Más aún en el ámbito de confianza desarrollado después de un tiempo. Pensaba que las diferencias podían aclararse conversando, disculpándose. Incluso estaba dispuesto a pedir perdón, pero ya habían mostrado las uñas y descargado lo que llevaban dentro ─todas, sin excepción─ al parecer desde hacía tiempo.

Redactó el descargo justificando lo sucedido y dispensándose por las ofensas que, sin pretenderlo, había proferido. Igual, ya no sería lo mismo. Percibía “quién era quién”. Él, también estaba ofendido; no por ello se sentía menos culpable.
Recordó las palabras que un tiempo atrás una de ellas, Silvia, había dicho: “Todo vuelve”. Pensó que tenía razón. A él le había llegado. Con el tiempo les volvería a ellas también.

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6 comentarios

  1. 1. Scott dice:

    Maurice, me ha gustado, la elegancia con la que narras, lo que es una descortesía hacía una compañera, en el lugar de trabajo.Y el final , como el ofensor, cree, que es el ofendido.
    ¡felicidades!

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 18:27
  2. 2. arioMaurice dice:

    Gracias por tu comentario Scott

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 02:14
  3. 3. Rachel Moonlight dice:

    Hola Maurice,
    Tal y como dice Scott, está muy bien narrado el paso del ofensor al ofendido y como tratas el tema.
    Felicidades
    Un saludo de tu vecina 61

    Escrito el 21 febrero 2019 a las 09:36
  4. 4. Laura dice:

    Hola Maurice.
    Me parece muy bien tratado el tema, da para seguirlo con las peculiaridades del personal y el entorno.
    Ten cuidado con los diálogos: se utilizan rayas, no guiones.

    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 23 febrero 2019 a las 11:55
  5. 5. Alicia dice:

    Hola Maurice.
    Me ha encantado el tema y como lo desarrollaste: una realidad que se encuentra en la mayoría de los ámbitos de trabajo.
    Cariños.
    Hasta la próxima jornada.
    Alicia Commisso

    Escrito el 25 febrero 2019 a las 00:13
  6. 6. Rafa dice:

    Hola Maurice, disculpa lo tardío de mi comentario.
    Creo que tienes una buena historia, como lector uno logra respirar esa atmósfera enrarecida por el encierro y la extrema convivencia del personal de turno en los hospitales, además planteas con gran realismo las diferencias que se suscitan entre enfermeras y médicos, entre ese mudo machismo y feminismo suspendido y a la vez latente.
    Mi única recomendación sería intentar perfilar aún más ese interesante personaje de Enzo, lleno de contradicciones, poder y autocomplacencia; el grupo de enfermeras, aún cuando su descripción se plantea mucho menos detallada, me parece totalmente logrado, realista.
    Felicidades!

    Escrito el 26 febrero 2019 a las 23:59

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