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La ofensa - por Irene

Web: https://www.instagram.com/irenemartp/

El brazo apareció en la jaula de los gorilas, semienterrado en hojas de bananos, excrementos y barro. Los dedos estaban retorcidos de forma grotesca hacia atrás, el reloj que colgaba de la muñeca seguía en funcionamiento pese a tener la pantalla hecha añicos. Eran las 7.30h de la mañana de un viernes lluvioso de finales de noviembre. A las 8.30h ya habían encontrado el brazo derecho, ambas piernas, la cabeza y el torso de la víctima. Tenía los genitales mutilados.
‒ Parece un crimen de carácter sexual.
Julián era un hombre solitario e introvertido que vivía solo en un diminuto estudio de la calle Almogàvers en el que pasaba las horas muertas del día bebiendo cerveza y viendo telebasura. Fuera del trabajo no se relacionaba con nadie, ni siquiera con los compañeros. Su vida se basaba en ir y volver del trabajo, beber cerveza en solitario y dormir. Comenzó a trabajar en el zoo de Barcelona como técnico de mantenimiento a los diecinueve años, después de que su violento padre lo echase a patadas de casa. Cinco años después, le hicieron encargado de mantenimiento. El zoológico era su vida. Allí, Julián encontró su verdadera pasión: los gorilas. Durante los veinte años que estuvo como empleado se dedicó a estudiar su comportamiento cada vez que pasaba por delante de su jaula. Conocía y distinguía a cada uno de los gorilas cautivos en Barcelona y había sentido y llorado cada muerte como la de un familiar.
Cuando el día 20 de octubre le despidieron sintió que su vida ya no tenía sentido. Destrozado, tomó la decisión de buscar trabajo fuera de Barcelona, lejos del zoo; no podía soportar la idea de estar cerca de sus gorilas sin poder verlos. O verlos como un mísero visitante. No tardó mucho en encontrar trabajo como supervisor en un almacén de Mataró. Su última noche en el piso de Almogàvers después de quince cervezas, no se vio capaz de abandonar a los gorilas; menos aun sin despedirse de ellos. Se puso una chaqueta beige con una ralla azul en los hombros y llena de lamparones; salió a la calle.
Aquella noche había una niebla baja espesa que dificultaba la visibilidad del desaliñado hombre borracho que zigzagueaba por la calle Pujades. Cuando llegó a la entrada, dio un rodeo al recinto hasta encontrar la pared que quería, respiró profundamente y saltó hacia el interior impulsándose con brazos y piernas; cayó de boca al suelo, magullándose la barbilla y raspándose las palmas de las manos y las rodillas. Se levantó penosamente y dio unos cuantos pasos tambaleándose; la borrachera y el golpe le habían dejado aturdido. Se acercó a la jaula de sus adorados gorilas. No los vio; estaban ocultos en sus dormitorios, así que fue hacia su antiguo vestuario rezando para que no hubieran arreglado aún la puerta.
Se deslizó calmada y silenciosamente por el recito hasta colarse en los dormitorios y fue abriendo todas las puertas. Cuando llegó a la jaula de Elvira, la gorila más joven del zoo, sintió un irrefrenable impulso cargado de anhelo. Des del momento en el que la vio se convirtió en su predilecta, tan tierna, tan inocente y juguetona… Dejó la puerta entornada y comenzó a acariciarle el lomo con cariño. Un escalofrío de placer recorrió la espina dorsal de Julián y notó como se le endurecía el pene. Suspiró.
Elvira abrió los ojos repentinamente y emitió un chillido agudo; el resto de los gorilas se le unieron en un estruendoso concierto de gritos y golpes. Julián intentó sujetarla y taparle la boca para que dejara de armar tanto escándalo, pero solo consiguió que la gorila se revolviera y le golpeara la cabeza con fuerza. Julián pateó al aire intentando zafarse del agarre violento de Elvira; se arrastró hasta la puerta; cuando ya tenía la mitad del cuerpo fuera de la jaula, la manada de gorilas capitaneada por el macho alfa se abalanzó sobre él.
El misterioso asesinato de Julián llenó la parrilla televisiva de la ciudad condal durante casi cuatro meses. Sólo pudo concretarse que había muerto a golpes y había sido desgarrado con algún instrumento de tortura. El paradero del pene sigue siendo un misterio.
Elvira escarbaba en el suelo con una piedra, apartada del resto de gorilas y de la vista de los visitantes del zoo. Desenterró un pedazo de carne en descomposición, lo olisqueó y gritó simiescamente de alegría. Tiró el pedazo de carne hacia la montaña de excrementos del resto de sus hermanos.

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3 comentarios

  1. 1. Linzano dice:

    Buenas tardes Irene!
    Me ha impresionado la crudeza de tu relato y lo bién que has plasmado el devenir de la historia
    teniendo al pobre Julián como damnificado. La primera parte sintetiza fielmente el significado final,
    con frases concisas, claras y rotundas.
    Quizá el párrafo central, en el que describes la vida del protagonista, me ha resultado un poco más
    farragosa en su lectura; eché en falta alguna separación para aliviarlo.
    En cuanto al contenido, la trama te engancha perfectamente y te mantiene en vilo en todo momento.
    De igual manera, me ha gustado cómo has enfocado la relación entre Julián y Elvira, dándole ese
    halo morboso y …¿sorprendente ?

    Creo que has utilizado erróneamente “ rallas” en lugar de “rayas”, y el uso de “simiescamente”, me
    ha llamado la atención.

    Ha sido una grata sorpresa leerte,Irene. Tienes una escritura sorprendente, enhorabuena.
    Nos seguimos, si te parece.

    Escrito el 17 febrero 2019 a las 18:26
  2. 2. Florencia M dice:

    Hola Irene,

    Una buena historia. Me gusta especialmente la estructura que eliges para narrarla. Sobre todo, creo que comienza muy bien el relato. Luego, a mi criterio, considero que el texto se beneficiaría si pudieras sintetizar más la vida de Julián, evitar repeticiones utilizando sinónimos (por ej.: ciudad en vez de Barcelona, etc), y sacar datos menores que no aportan nada y distraen. Pero más allá de eso es un buen trabajo.

    Felicitaciones y hasta la próxima!

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 13:42
  3. 3. Irene Martínez Pérez dice:

    ¡Gracias por vuestros comentarios! Me alegro que en líneas generales os haya gustado el relato.

    Sí que es cierto que la vida del protagonista se hace pesada, siendo un relato tan corto debería haberla reducido.

    Tendré en cuenta vuestros consejos para el próximo reto.

    Escrito el 22 febrero 2019 a las 22:10

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